Desde ensaladilla rusa o paella a bacalao y verduritas. En La Cuineta de Poble-sec saben conquistar a todos los paladares. Para vecinos y trabajadores constituye un punto de referencia en la calle del Roser, 67. Hace 19 años, Zohra Chafehi y su marido llegaron desde Marruecos a Barcelona e impulsaron este negocio de comida para llevar. Iba viento en popa, pero hace relativamente poco sufrieron un revés.
El cambio de propietaria amenazó su futuro. Tras “duras negociaciones” con la propietaria, constatan ahora la falta de acuerdo para conseguir una renovación de su alquiler. “Ya no tenemos trato con ella siquiera”, comenta resignada Chafehi a Metrópoli Abierta. “Lo tiene muy claro, quiere hacer viviendas en los bajos para alquilar”, añade.
FUERTE PRESIÓN VECINAL
Los vecinos, volcados en el caso y “hartos de la especulación inmobiliaria” en la zona, se han alzado para defender “uno de los pocos negocios que no se enfoca al turismo”. El Sindicat de Barri de Poble-sec, uno de los más activos contra los desahucios, ha advertido a la inmobiliaria de lujo Barnes de que “no cederán ni un solo palmo ante la presión de los buitres”. Según ellos, “han cometido un grave error al romper las negociaciones”.
Es por eso que durante la noche han empapelado las calles con un nombre propio: Anita Kervévant. La imagen de esta joven caucásica, supuesta propietaria del bloque en cuestión desde 2016, sorprende en formato XXL en algunas marquesinas. También en paredes, persianas e incluso en el aparador de la inmobiliaria (Barnes) en la que supuestamente trabaja. “Esta es la cara que nos echa del barrio”, subrayan en el cartel de un modo acusatorio.
Sin embargo, en declaraciones a Metrópoli Abierta, Barnes ha asegurado que Kervévant es independiente y ya no colabora con ellos. “No podemos hacer nada, los vecinos quieren relacionarnos con ella”, dice una de las trabajadoras molesta con la intensa “campaña en contra”.
ACTOS "INCÍVICOS" Y BOICOT
En esta línea, condenan los reiterados actos incívicos. “Vienen varias veces, se ponen enfrente con carteles”, detalla. En otras ocasiones llamaron por teléfono de forma masiva durante todo un día para pedir que les renueven el contrato. De hecho, el bajo que regenta Chafehi no es el único afectado, sino todo el edificio al completo. “Lo que no cuentan es que lo han ocupado”, insisten con retintín desde la inmobiliaria.
El problema del negocio es la falta de facilidades para instalarse en otro lugar. “No dan licencias para abrir locales nuevos”, valora la cocinera. Con los “precios de los alquileres disparados y la masificación turística”, la emprendedora augura un final trágico: “no creo que podamos abrir en otro lugar”, lamenta. Por ahora, los vecinos siguen presionando, Chafehi y Barnes, se lava las manos porque, según ellos, “el asunto es externo y privado”.