La madrugada del pasado 28 de junio un hombre increpó a Albert Lago en un McDonald's de Barcelona. El hecho de que vistiera unos shorts y un top bastó para lanzarle ofensas como “te voy a hacer heterosexual a ostias” o “a mí me estás faltando al respeto por vestir así en público y encima hay niños pequeños”. Ante esa batería de agravios y el inmovilismo del personal de seguridad del establecimiento, el joven de 22 años no tuvo más opción que defenderse y llamar a la policía.
“Mis padres tenían miedo de que denunciara la agresión, pero lo hice. Y más que hacerlo por mí, lo hice por todos aquellos que no pudieron hacerlo en su día. Ahora el caso está en manos de la policía”, cuenta en una conversación con Metrópoli Abierta. Esta agresión es solo una de las muchas que aún sufren personas LGTBI en España y en todo el mundo. Y según el Observatorio Contra la Homofobia (OCH) de Cataluña, el territorio catalán está viviendo un repunte.
“Desde el 1 de enero del 2019 hasta el 31 de julio del mismo año se han registrado en Cataluña 102 incidencias (denuncias), es decir, un 40% más que el año anterior”, dijo a principios de agosto Eugeni Rodríguez, el presidente el OCH. También indicó que en ese mismo lapso recibieron 44 denuncias en Barcelona (“33 de estas fueron agresiones”), lo cual significa el doble que el mismo periodo de 2018 y 2017.
Una muestra de la repercusión de estas infames cifras es que los organizadores Circuit Festival, Matinée Group, han incluido el teléfono del OCH en su folleto de programación para que los asistentes tengan donde acudir en caso de agresión verbal o física. Este diario se ha puesto en contacto con OCH para obtener más información sobre estos datos pero no ha respondido a sus requerimientos.
RAZONES DISPARES
La subida de las cifras no tiene una respuesta única. Mientras la web del OCH habla de “un incremento de la LGTBI-fobia Catalunya respecto al 2018”, Rodrigo Araneda, presidente de Asociación Catalana para la Integración de Homosexuales, Bisexuales y Transexuales Inmigrantes (ACATHI), apunta que “una cosa son las agresiones que acontecen y otras las que se denuncian. Existe la posibilidad de que no haya habido un aumento real y que la causa sea que ahora la gente se atreve más a denunciar porque hay más conciencia, información y visibilidad de la realidad LGTBI”.
Una opinión similar al discurso de Araneda es la de Rubén Serrano, periodista e impulsor del movimiento #MeQueer y de la campaña #LeyLGTBIya. Para él, no se puede determinar si el número de incidentes registrados por un ente como la OCH es mayor porque se formulan más denuncias o porque se dan un mayor número de agresiones, ya que se trata de “la gran incógnita que siempre habrá”.
Pero sea por la razón que sea, considera que el hecho de cada vez más personas se atrevan a señalar a aquellos que atentan contra sus derechos y libertades, es un claro reflejo del empoderamiento del colectivo LGTBI. “Que las cifras hayan subido significa en parte que nos sentimos más fuertes, valientes y, sobre todo, más seguros para denunciar y para decir lo que sucede”, dice Serrano y añade: “Yo no soy menos que tú y quiero que tú conozcas la violencia que ejerces contra mí”.
LOS ESPACIOS PÚBLICOS
Los espacios de ocio y el transporte público son, de acuerdo con OHD, los principales escenarios donde la LGTBIfobia denigra a otros por su forma de sentir y querer. Una particularidad que el presidente de ACATHI destaca al hablar del panorama LGTBIfóbico actual. En su opinión, una mayor presencia de los discursos de odio en nuestro día a día es una de las razones por las que ahora es más común que algunos increpen a personas LGTBI en espacios públicos.
“Estos mensajes están dando a entender a muchos que las personas LGTBI estamos abusando de nuestra ‘libertad’ cuando, en realidad, solo luchamos por la libertad que nos corresponde”. O, lo que es lo mismo, para que por ejemplo, un simple beso en la calle entre dos personas del mismo sexo deje de ser blanco de agravios.
Para Serrano no se puede hablar de discursos de odio sin hablar de los actuales discursos de “odio institucional”. Aquellos que apunta que promueve VOX, “validan” los 2,6 millones de votos que obtuvo el partido en el 28A y no hace más que avalar la violencia y las agresiones. Él sostiene que el odio de los agresores nace de sentir que van a perder sus privilegios heterosexuales “al ver a personas LGTBI”.
“Con su actuación los agresores dicen: ‘tú no tienes que estar aquí. Tu sitio en un espacio público, en la calle, el metro o el trabajo es esconderte, que no se te note. No alteres mi sistema de privilegios y supremacía heterosexual que viene creado desde hace siglos’”, dice el periodista y, acto seguido, agrega: “Eso es lo que hace la LGTBIfobia en espacios públicos: minarnos y hacernos sentir vergüenza de lo que somos”.
A Lago le habían llamado despectivamente “maricón” y “bujarra” en numerosas ocasiones, pero asegura que nunca se habían ensañado con él en público como esa noche en el McDonald's. Aunque cree que actualmente hay menos homofobia que años atrás, “los cuatro o cinco que aún son homófobos se han embrutecido”. Y no solo por un auge de los discursos de odio, también porque “se sienten amenazados” ahora que hay una mayor visibilidad, aceptación y normalización de la realidad LGTBI en el imaginario colectivo. Digan lo que digan, él no dejará de ser quién es.