Conciertos, gente joven y alcohol son la combinación estrella durante las noches de la Mercè. Un año más, el programa de las fiestas de Barcelona se llena de música, actividades para todas las edades, cultura y diversión.
ADOLESCENTES, MÚSICA I ALCOHOL
El lunes por la noche, penúltimo día de celebración, la avenida de la Reina Maria Cristina estaba a rebosar de gente. El plato fuerte de las fiestas estaba programado para última hora del día y nadie quería perderse a Nil Moliner, Els Catarres, Doctor Prats y Buhos. El espacio, aparentemente grande por la cantidad de gente que iba a ir, quedó reducido a un sitio minúsculo lleno de adolescentes, preadolescentes, padres desesperados y alcohol. Muchas botellas de alcohol.
Desde la parte baja del MNAC –lugar del escenario– hasta más allá de Las Arenas, una zona de más de 1,5 kilómetros de distancia, apenas se veía el asfalto. Y el poco que quedaba libre estaba plagado de vasos, tapones, latas y otros objetos característicos de un festival. Una vez más, la avenida de la Reina Maria Cristina volvió a ser la principal protagonista de este año pero, a diferencia de otras ediciones de la Mercè 19, el lunes pasado sólo había este espacio como plato fuerte para que los jóvenes de la ciudad pudieran disfrutar de los grupos de música del momento.
DESINTERÉS
Tras preguntar al Ayuntamiento de Barcelona sobre el aforo del espacio y de las medidas tomadas al respeto, fuentes consultas por este medio al consistorio han asegurado que “no tenían conocimiento de que estuviera tan lleno como se ha criticado”. En este sentido, han apuntado que hubo seguridad y policía durante toda la noche tanto en el lugar de los conciertos como en los alrededores, pero que en ningún momento hubo “nada extremado”.
Por contra, varios testimonios han asegurado a Metrópoli Abierta que algunas personas tuvieron ataques de ansiedad, agobios por exceso de gente y ahogos por ser más bajos que el resto de individuos. Otros asistentes tuvieron que ser subidos a los hombros de otra persona para poder respirar. y otros compararon el espacio con campos de fútbol llenos de “animales” donde unos iban empujando a otros sin ton ni son.
“SIN CONSTANCIA”
Avalanchas de personas y gritos fueron la guinda del pastel para los asistentes, que ansiosos deseaban poder salir de la vía barcelonesa para poder andar tranquilamente y, al mismo tiempo, ser socorridos por otras personas. Ante estas críticas, el Ayuntamiento ha replicado que “no tenían constancia de lo ocurrido” y que “en ningún momento han sido informados de ataques de ansiedad” ni de otras problemáticas.
Además, durante los conciertos se podía ver a adolescentes y a menores de edad bebiendo alcohol sin ningún tipo de control y, al mismo tiempo, levantando botellas y latas durante las actuaciones con toda la gente a su alrededor. Desde Jägermeister hasta vodka del más barato, los asistentes a las actuaciones consumían bebidas en plena calle y más tarde tiraban los envoltorios y las botellas en el suelo, sin preocuparse por la seguridad.
Al finalizar los conciertos, las avalanchas fueron cada vez más grandes y, al llegar hasta las diferentes bocas del metro, los usuarios colapsaron las múltiples entradas que hay en la plaza de Espanya. De esta forma, los individuos bajaban hasta el interior del suburbano como podían y éste, ante el exceso de gente que se concentraba en los andenes, se paró por una avería, dejando de esta manera a muchos usuarios tirados en la estación.