Hacía años que Santi González, miembro de una asamblea de autoorganización vecinal del Raval, Acció Riera Baixa, tenía constancia de que en la esquina de la calle Riera Baixa con la de calle Hospital se vendían objetos presuntamente robados, como móviles, relojes o cadenas. Pero cuando, el verano pasado, los vecinos y los comerciantes de la zona se percataron de que esa actividad delictiva empezaba a estar en auge, su rutina se atestó de problemas.
“Podía haber unos 40 tíos en la esquina, estallaban peleas entre ellos, se podían producir unos 10 hurtos al día y hasta había vecinas que antes de bajar a la calle miraban por la ventana a ver cómo estaba la cosa”, recuerda a Metrópoli Abierta González al hablar del momento en el que unos 60 vecinos y comerciantes unieron sus fuerzas y se reunieron en una asamblea para afrontar la problemática. Lo que no esperaban entonces es que la mejor solución para combatir esa lacra terminaría siendo montar un mercadillo que, actualmente, llena la calle Riera Baixa de ropa vintage, vinilos y comidas populares.
PASAR A LA ACCIÓN
El primer paso que se decidió dar en la asamblea fue desmantelar la actividad de una peluquería, uno de los establecimientos que actuaba como punto de venta. Según dice González sentado al lado de su tienda de ropa, tendieron una trampa a su dueño enviando a un chico ("un topo") que le alertaría de la medida (falsa) que pensaban tomar los vecinos: citar a los medios de comunicación ante su comercio para informarles de que allí se comerzializaba con productos robados. Esa misma noche "lo recogió todo" y cerró el establecimiento.
Habían acabado con la peluquería, los vendedores eran menos fuertes, pero la venta de aquellos objetos no cesaba. Como señala González, eso llevó a Acció Riera Baixa a decidir que la mejor medida para combatir esa lacra sería "recuperar el espacio público". Sacar las tiendas a la calle, ofertar ropa vintage y vinilos y hacer una comida popular en la “esquina conflictiva" que invitara a todo el que quisiera a respirar una fraternidad que no siempre se ve en las calles de Barcelona. Todo ello con el objetivo de que cada vez sean más los vecinos que concurren este punto del centro de la ciudad y menos los delincuentes. “Estamos aquí cada sábado. El que viene haremos fideuá”, explica González.
Las mujeres del barrio eran las que se sentían más intimidadas ante los “40 tíos” que se habían instalado en el tramo donde se cruzan la calle Hospital y Riera Baixa. Eso provocó que, el noviembre pasado, Acció Riera Baixa hiciera otro acto en el que ellas explicaron cómo se habían sentido durante todo ese tiempo. La parte más empoderadora del evento llegó cuando, “unas treinta mujeres fueron andando hacia la esquina y pintaron en la pared ‘Machistas, fuera de nuestro barrio’. Alguno soltó algún comentario, pero la mayoría se quedó flipando”, indica González con media sonrisa.
LA REPERCUSIÓN
Ahora que hace más de un año que empezaron el mercadillo y las comidas populares, González reconoce que “este verano ha sido mejor que el pasado”. No solo porque los vecinos han “recuperado los espacios públicos”, también porque hay una “mayor presencia policial” en la zona, del mismo modo que hay trabajadores sociales que se dedican, desde principios de verano, a hablar con los vendedores de productos robados.
Está claro que los vecinos están, poco a poco, consiguiendo su objetivo: combatir la delincuencia. Pero el problema aún está lejos de ser erradicado. “Todavía hay algunos vendedores”, apunta González y acto seguido añade: “mira, ese bajito de allí es uno de ellos”. Una imagen que recuerda por qué los miembros de Acció Riera Baixa cuentan con un grupo de WhatsApp, conformado por unas 60 personas, a través del cual se alertan de sucesos que presencian en la calle o se piden ayuda los unos a los otros. Por el momento, el mayor amparo lo han encontrado en ellos mismos, en el movimiento vecinal.