A Antonio César, un exempleado del metro, nunca le suscitó ningún respeto trabajar sin mascarilla en el suburbano de Barcelona. Señala a Metrópoli Abierta que no se puede tener miedo a una realidad que se desconoce por completo, que “el desconocimiento te da valor”. El pasado marzo fue diagnosticado de cáncer de pulmón, por lo que ahora no puede evitar decir que le habría gustado que Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) hubiese reconocido antes los peligros del amianto, ya que “tenía constancia de ello desde hace muchos años”. También cree que “si el amianto hubiese afectado a algún pez gordo de la empresa, nos habrían dado medidas de protección para trabajar”.
El caso de César podría marcar un precedente en la crisis del amianto en Barcelona. Jaume Cortés, abogado del Col·lectiu Ronda, ha celebrado este miércoles en una rueda de prensa que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) ha reconocido por primera vez que un exempleado del metro contrajo una enfermedad mientras trabajaba. Se trata del caso de César, que formó parte de la plantilla entre el 1975 y el 2011.
32 AÑOS EN LOS TÚNELES DEL METRO
César, de 73 años, estuvo tres años y medio instalando las traviesas de los carriles, otros tres años en el mantenimiento del “carril conductor” y unos 25 años en montaje de líneas nuevas. O, lo que es lo mismo, trabajó durante 32 años –casi media vida– en los túneles del metro expuesto al "amianto, polvo y a todo tipo de suciedad".
A pesar de que el pasado 16 de marzo fue diagnosticado de cáncer de pulmón, hoy aún tiene humor para recordar que lo mejor de ese empleo eran “los compañeros”, un grupo de cinco “que nos llevábamos muy bien”. Y estuviese dónde estuviese, siempre intentaba dar lo mejor de sí mismo.
“Los malos rollos del trabajo no me los llevaba a casa, ni al contrario. Ni mi mujer debía sufrir por mi trabajo, ni mis compañeros por mis historias personales”, recuerda César al hablar de una época de su vida en la que asegura que trabajó “sin mascarilla ni ningún tipo de protección”. Es por eso que este miércoles ha asistido a la rueda de prensa celebrada en la sede del Col·lectiu Ronda para que "la empresa se ponga las pilas y proporcione a los trabajadores las protecciones que yo no tuve en su momento".
LA ENFERMEDAD
La vida de César ha dado un vuelco desde que enfermó de cáncer. Actualmente no puede disfrutar de los largos paseos que hacía siempre por la playa o jugar con sus nietos porque se cansa "enseguida". A pesar de ello, asegura que lo lleva “muy bien”. “Pienso que he tenido mala suerte y que es algo que está dentro de mí. La de allí fuera –señala a su mujer– lo lleva peor. Pero nunca me ve serio”, detalla César, que lleva desde abril en tratamiento.
En total se ha sometido a cuatro sesiones de quimioterapia y otras cuatro de inmunoterapia, que es “menos agresiva y no mata tantas defensas”. Estas palabras se deben a que durante la quimio tuvieron que hacerle transfusiones de sangre para contrarrestar la bajada de hierro y, además, le dejaba “hecho polvo”. Un estado de cansancio similar al que siente con sus nietos, pero con ellos todo vale porque, como asegura, “ellos son los que más me animan”.
ENFERMAR POR AZAR
Con todas las evidencias que existen sobre los peligros del amianto y todas las personas que han enfermado a causa de este, César cree que el panorama irá a mejor porque cada vez más empresas reconocerán sus efectos dañinos. Aunque le resulta imposible dejar de sentir que “todo esto se podría haber evitado si la empresa hubiese puesto a servicio de los trabajadores los medios adecuados”.
Contraer una enfermedad o no tras estar expuesto al amianto es cuestión de azar. “Uno de mis compañeros estaba siempre conmigo, hacíamos los mismos trabajos, y a él no le encontraron nada”, apunta César, que a pesar de decir ahora que le “ha tocado”, nunca antes se lo había planteado. “Cuando empecé a sentir las primeras molestias no lo asocié al amianto. Cuando empezaron a salir casos, tampoco lo pensé. Me decía a mí mismo no me va a tomar a mí, pero me ha tocado”, sentencia.