La residencia de ancianos Mossèn Vidal i Aunós tiene problemas estructurales que dificultan a diario el trabajo de sus empleados. Antonio –nombre ficticio–, que ha preferido no compartir su nombre por temor a sufrir represalias, asegura a Metrópoli Abierta que las goteras del edificio llegaron incluso al cuarto de baño de las habitaciones de dos residentes. Si en una jornada normal Antonio ya tiene una cantidad de trabajo notable, durante la semana y media que hubo goteras en esos lavabos “iba desbordado”.
“Cada media hora teníamos que tirar el agua que se acumulaba en el barreño. De lo contrario, nos habríamos encontrado a las ancianas nadando”, dice Antonio al compartir uno de los muchos desperfectos que los empleados denuncian ante sus superiores sin obtener respuesta.
“Siempre responden lo mismo: ‘no hay presupuesto para mantenimiento’”, asegura sobre una actitud que no hace más que poner en riesgo el bienestar de las personas que pasan por estas instalaciones. “La estructura y la salud de los trabajadores están en peligro. Pueden desde coger infecciones hasta sufrir ansiedad. Me preocupa su seguridad y la de los residentes”, añade a este diario un delegado del sindicato de la CGT, que también ha optado por hablar bajo anonimato.
UN CONFLICTO ENQUISTADO
No es la primera vez que la gestión de esta residencia aviva quejas. En junio de 2017, algunos ancianos y sus familiares protestaron a las puertas de la Generalitat de Cataluña por la situación que vivían entonces 494 personas mayores en las residencias públicas Mossèn Vidal i Aunós; la Bon Pastor; la de Alchemika; la Bertran i Oriola y El Molí. Las familias, agrupadas en una Coordinadora, denunciaron la dejadez de las instalaciones así como la falta de personal para cuidar a personas que requieren de una atención constante.
En Mossèn Vidal i Aunós, situado en el distrito de Sants-Montjuïc, se empezó a notar la precariedad cuando, en abril de 2016, la Unión Temporal de Empresas (UTE) ganó el concurso por una oferta muy por debajo del valor de licitación establecido por la Generalitat, explicaron entonces los familiares a Metrópoli Abierta.
Antonio señala que ahora que la residencia sigue siendo gestionada por UTE y, actualmente también por el Grupo Eulen, “la falta de mantenimiento” es una carencia enquistada entre sus paredes. “A nivel de infraestructuras, el centro está deteriorado. El mantenimiento es totalmente pésimo. A veces me digo: ‘Imagínate que se esto se viene abajo”, sostiene. Este diario se ha puesto en contacto con Mossèn Vidal i Aunós sin que respondiera a sus requerimientos.
DESPERFECTOS
Los trabajadores de la residencia conviven con una larga batería que desperfectos. Antonio cuenta que los mandos de algunas duchas están “reventados y no funcionan”, algunos grifos tampoco sacan gota de agua y hay baños que no cuentan con la parte del techo que cubre las cañerías. “Dicen que para arreglar las duchas hay que cambiar todo el sistema de agua del centro y que eso es mucho”, indica y al mismo tiempo detalla que también hay goteras y humedades. “Cuando llueve mucho la residencia es un río. Cae agua de una planta a otra y debemos poner barreños para evitar que se inunden las instalaciones”.
Por otra parte, los trabajadores no tienen baño propio desde hace unos dos años. Antonio asegura que utilizan los mismos lavabos que los todos usuarios. “Limpiamos los váteres con jabón antes de sentarnos. Pero eso no sirve de nada”, lamenta Antonio y, acto seguido, el delegado de la CGT añade: “Esto supone un riesgo de infecciones tremendo”.
MÁS DESPERFECTOS
Por si los desperfectos estructurales del edificio no complicasen ya el día a día de los trabajadores y sus usuarios, Antonio también apunta que las barandillas de algunas camas articuladas han pasado tiempo rotas. Para evitar que ningún anciano terminara en el suelo, han llegado a colocar mesas u otros objetos a su alrededor. Aunque admite que “alguno” ha caído a causa de esta deficiencia. Una infame muestra de los riesgos que también pueden llegar a correr los usuarios.
“Han tardado mucho en repararlas. Hemos llegado a esperar hasta tres meses en algunos casos”, subraya el empleado, que también alerta de que hay carros de curas cuyas ruedas están oxidadas y que hay grietas en las paredes de algunas habitaciones y baños. Reconoce que sus pequeñas dimensiones no pueden provocar que nadie se haga daño por el momento, pero “es peligroso porque con el tiempo pueden agrandarse".
Otra prueba de la falta de mantenimiento de esta residencia es que en verano del 2018 se quedó más de 12 horas sin luz. El aire condicionado se estropeó, por lo que pasaron la noche alumbrándose con lámparas inalámbricas y móviles. Esa situación hizo que a los trabajadores y los pacientes no les quedara otra que “pasar mucho calor”.
ORGANIZACIÓN
La organización también es una problemática que complica el funcionamiento óptimo del centro. Antonio no solo denuncia que nadie les ha dado ningún curso de prevención para evacuar a los residentes en caso de, por ejemplo, incendio, también que los roles de los empelados no están siempre definidos de forma apropiada.
El delegado sindical de la CGT señala que, “de normal”, las enfermeras deben visitar a los residentes al comienzo de su turno para ver cómo están. Pero Antonio asegura que, en el mejor de los casos, solo acuden si los auxiliares les llaman. Y cuando algunas de estas no pueden ir a trabajar, sus superiores “no traen a ningún sustituto. Su faena la hacen los auxiliares”.
Las dificultades con las que conviven a diario los empleados de la residencia provoca que, a veces, estallen conflictos entre los compañeros. “Todo el mundo va agobiado y culpándose los unos a los otros cuando algo sale mal. El mal estado de las instalaciones crea un mal ambiente y, además, ralentiza el trabajo”, agrega con una expresión que denota el cansancio que implica tener a la precariedad como constante.