Entre los barrios que conforman los municipios del Área Metropolitana de Barcelona, especialmente aquellos que pertenecen a la comarca del Baix Llobregat, hay algunos que han cobrado especial importancia por su relevancia histórica en la lucha obreras que se ocasionaron en los años 60 y 70. El municipio de Cornellà de Llobregat dispone del barrio que fue el más destacado en el marco de estos movimientos de trabajadores que tuvieron 15 años de alta intensidad: Sant Ildefons.
Con una construcción basada en bloques de hasta 17 plantas realizada, precisamente, en la década de 1960 gracias al inestimable esfuerzo de una población mayoritariamente emigrante de Andalucía, Extremadura y Galicia, el barrio fue superando las complicaciones surgidas a través de su desarrollo. Las problemáticas en materia de movilidad, infraestructuras, comercio... todas obtuvieron respuesta fruto de un tejido vecinal combativo al que solo le quedó una cuestión que erradicar, ya que sufrió un incremento progresivo convertido en un lastre atemporal. Ese problema ha sido y continúa siendo la inseguridad.
INICIOS DIFÍCILES
Los primeros movimientos llevados a cabo por los residentes fueron simultáneos a la edificación de Sant Ildefons. Algunos de sus protagonistas fueron Basilio Ortega, Antonio Alveá y Benito Redondo, actuales presidente, vicepresidente y tesorero respectivamente de la asociación de vecinos. Hasta 1965, estos emigrantes, procedentes de pueblos de las provincias de Sevilla y Badajoz, se vieron obligados a reunirse de manera "clandestina", como ellos mismos explican, debido a la prohibición del derecho de reunión impuesta en la dictadura.
Llegada la mitad de la década, la situación contó con una leve "mejora" gracias a que se hicieron con una biblioteca abandonada. "Tiramos la puerta al suelo y metimos al Club de Fútbol Satélite con nosotros para que no nos echaran. Estuvimos varios años juntos", explican en un local que continúa vigente a día de hoy.
INDUSTRIA
Grandes compañías multinacionales instaladas en Cornellà facilitaron el empleo en el barrio. La más importante fue la alemana Siemens, ya asentada en el municipio en 1918, y que empleó a buena parte del vecindario junto a otras como Pirelli, la nacional Mecalux y las compañías Braun y Corberó, instaladas en Esplugues de Llobregat, pero con trabajadores de las localidades colindantes.
Tal y como argumentan los máximos responsables de la asociación de vecinos de Sant Ildefons, éste era "un barrio dormitorio" en el que "las fábricas ayudaron mucho" y dotaron a los residentes de la "ilusión de tener el piso y un 600".
Actualmente, y pese a que algunas de estas empresas continúan en pie en el mismo lugar, lamentan que buena parte de "la industria" haya "desaparecido" y con ella centenares de empleos.
LUCHA OBRERA
Los elevados niveles de industrialización de la extensión metropolitana barcelonesa trajeron consigo la mayor lucha obrera de Cataluña. El Baix Llobregat, visto como una periferia a la que se infravaloraba, lideró las protestas de manera absoluta mediante multitudinarias concentraciones, muchas de ellas surgidas en el barrio y en la ciudad de Cornellà.
Desde la asociación recuerdan la capacidad de respuesta que tuvo aquel movimiento. "Despedían a una persona en Castelldefels y salía todo el mundo a la calle. Hoy, todo eso, está arrasado", lamentan.
DROGA E INSEGURIDAD
Las décadas de los 70 y los 80 fueron especialmente complicadas para Sant Ildefons. "La delincuencia empezó con la droga. Lo pasamos muy mal", recuerdan. Los vecinos tuvieron que lidiar con toxicómanos diariamente, que lejos de tener ningún tipo de pudor se exhibían en las calles. "Querían que les vieran".
El barrio contaba con zonas muy conflictivas, en las que también se producían robos por parte de estos individuos, especialmente en el interior de los coches. La calle de las Camèlies, la plaza de Europa y la puerta del Mercado fueron algunos de los lugares más castigados por la delincuencia.
PROBLEMA VIGENTE
Si bien es cierto que la inseguridad en el barrio nunca llegó a desaparecer, durante los últimos años ésta se ha incrementado a niveles que recuerdan a aquella Ciudad Satélite azotada por la droga. "Ha cambiado el tipo de delincuencia. Ahora vas por el barrio y cualquiera te asalta a punta de navaja", señalan desde la asociación, haciendo referencia a un nuevo deterioro de Sant Ildefons.
Esta opinión coincide con la de otros vecinos y comerciantes de la zona. "El barrio está fatal. Ha cambiado a peor", señala Carlos, quien pasea a su perro por la avenida de Sant Ildefons. "Se está volviendo a los niveles de delincuencia de los años 70 y 80". Además, añade que se están produciendo muchas ocupaciones. "Raro es el bloque en el que no hay ocupas", señala.
Carmen, encargada de la Floristería Yagüe, localizada ante el mercado del barrio, también comparte opinión. "Estamos en el barrio desde hace 33 años. Hay mucha más inseguridad", afirma. "Vas por la calle con miedo, especialmente en la zona del metro, donde cada dos por tres ves peleas a partir de las siete de la tarde. Antes no tenía ese miedo y llevo toda mi vida viviendo aquí", argumenta.
EL MERCADO, ÚLTIMO BASTIÓN
El pequeño comercio tampoco pasa por su mejor momento en Sant Ildefons. El cierre de establecimientos familiares se ha convertido en una auténtica pandemia, con un centro comercial en el que la mayoría de sus locales se encuentran en alquiler o venta y unas tiendas a pie de calle que muestran al público la totalidad de sus persianas.
La excepción que confirma la regla es su mercado. Popularmente conocido a nivel metropolitano y con clientes procedentes de buena parte de los municipios de la comarca, goza de un prestigio que se manifiesta de manera desigual en función de los productos que ofrezca el comercio.
Mientras que las carnicerías y las pescaderías son todo un éxito, otros establecimientos como las panaderías no disfrutan de los mismos resultados. Buen ejemplo de ello es el horno Panet, regentado por Maite, quien está al frente del negocio desde hace cuatro años. La propietaria lamenta que, pese a la clientela de determinadas paradas, el mercado "está cayendo" debido a la falta de "gente joven" que "opta por comprar en el supermercado". Por ello, vería con buenos ojos que la instalación se publicitara más y se reformara, ya que "está muy viejo". Diferente es el punto de vista de José, quien en sus "40 años" como residente en el barrio ha visto una joya en este equipamiento, que "está a reventar los últimos días de la semana y con productos de muy buena calidad".
ICONOS
Como barrio histórico que es, Sant Ildefons cuenta con determinados iconos sin los cuales no se explicaría la trayectoria del barrio. Entre los que ya han dejado de cumplir su función se encuentran cines como el Avenida o, especialmente, el Pisa. Este último, perteneciente al barrio de La Gavarra, pero popularmente conocido como "el cine de San Ildefonso" hasta 2012, tuvo un cierre polémico para una posterior reconversión en viviendas que actualmente están en construcción. La indignación por perder las últimas salas de la ciudad a pie de calle llegó a desembocar en una manifestación a inicios de 2013 en contra del cierre, pero que finalmente no tuvo mayor recorrido que la protesta.
Otra de las ubicaciones clave del barrio es el bar La Española. Este establecimiento de restauración es identificado como "el bar de los Estopa", ya que sus padres lo regentaron hasta que sus hijos alcanzaron la fama, en 2003. El testigo lo ha recogido Mari Carmen, amiga de la familia, quien explica que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los fans del dúo. "Esto es como si fuera el centro de todos los estoperos. Es un símbolo para ellos", explica.
Además del nuevo público, la encargada asegura que los clientes de toda la vida "siguen viniendo", y que incluso los padres de los hermanos Muñoz, grupo nacido en el barrio, visitan el bar "de vez en cuando".
LUCHADOR PERO INSEGURO
Sant Ildefons mantiene de forma atemporal su carácter de barrio obrero y receptor de inmigración. Con una población entorno a los 25.000 habitantes, encara el futuro con el objetivo de seguir alzando la voz en sus reivindicaciones, pero con el reto de frenar la inseguridad. Porque los años de Ciudad Satélite ya han pasado y no tienen por qué volver.