Los grupos ultras se diluían en el fútbol moderno antes de la crisis del coronavirus. Los estadios del siglo XXI eran mucho más confortables y seguros que los del siglo XX, y los Boixos Nois (FCBarcelona) iniciaron un rápido y prolongado declive a finales de 2003, cuando fueron vetados por la directiva que presidía Joan Laporta. Una década y media después, los Boixos atacaron de nuevo. Ausentes de las gradas del Camp Nou, exhibieron todo su odio y violencia en algunos desplazamientos del equipo azulgrana al grito de “aquí están, estos son los famosos Boixos Nois”. Desde finales de 2018 tienen en estado de alerta a los Mossos d'Esquadra, que temen un rebrote de sus actitudes más vehementes tras su último mensaje en las redes sociales: "La temporada no ha terminado, nos vemos en las calles".
Los Boixos Nois nacen en 1981, el año de la dimisión de Adolfo Suárez. Antonio Tejero intenta un golpe de estado durante la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, España vive la crisis de la colza y unos delincuentes comunes secuestran a Quini. En tiempos de grandes incertidumbres y un fútbol menos global y mercantilista, aparecen los primeras peñas ultras en las gradas.
IZQUIERDA RADICAL
El Barça, con muchas turbulencias y un arraigado sentimiento victimista, vive a la sombra del Real Madrid. El Camp Nou se convierte en el escenario de muchas reivindicaciones catalanistas y decenas de jóvenes crean una peña no oficial. En sus inicios, jóvenes de la izquierda radical independentista (simpatizantes del PSAN y el MDT) conviven en el gol sur con fanáticos del Barça, heavys, punkis y otras tribus urbanas.
Un año después, y coincidiendo con la celebración del Mundial’82 en España, los Boixos reciben un curso acelerado. Italia y Brasil juegan la segunda fase en Barcelona. Otros se desplazan a Madrid para seguir a los hinchas ingleses y alemanes. “Del Mundial salieron muchas ideas y la constatación de que la animación europea era muy diferente a la suramericana”, explica Dani, nombre ficticio de un miembro histórico del grupo. “La afición inglesa era descontrol total, los italianos tenían una gran organización y los americanos contaban con una estructura casi militarizada”, añade la misma fuente. El fútbol inglés fue la gran influencia de los Boixos Nois. No obstante, en las semifinales de la Recopa de 1982, el Barça se enfrentó al Tottenham y sus aficionados no tuvieron ningún reparo en cantar “Las Malvinas son argentinas”.
EL GRAN AÑO DE LOS BOIXOS
El gol sur del ampliado Camp Nou (pasó de 90.000 a 120.000 localidades) se llena, partido tras partido, de jóvenes con bufandas, gorras y banderas inmensas. El grupo no tiene un liderazgo claro, aunque Manel Homar asume su representatividad. En la zona de general, la más barata, se ven pocas estelades, pero muchos independentistas radicales se juntan en el estadio del Barça. En la temporada 84-85, el Barça gana la Liga (la primera desde 1974) y los Boixos viven su gran año. La peña tiene un millar de afiliados y en su carnet se ofrece un descuento para "el puticlub de Sarrià”. Sarrià era el campo del RCD Espanyol, entonces Español.
La temporada, en el Camp Nou, finaliza con un Barça-Athletic y con las primeras tensiones entre los Boixos cuando uno de sus líderes quema una ikurriña. Eran años de rivalidad deportiva con el equipo bilbaíno, pero también de hermandad con Euskadi por parte de muchos radicales, que reciben a las fuerzas del orden con insultos y lanzamientos de objetos. Altos cargos policiales piden explicaciones al club por la presencia masiva de independentistas de la izquierda extraparlamentaria que lanzan proclamas a favor de Terra Lliure.
MANUEL SANTOS
La directiva que preside Josep Lluís Núñez niega cualquier vinculación con los jóvenes radicales. Políticamente, el máximo dirigente y el vicepresidente, Joan Gaspart, estaban en las antípodas. El Barça elabora un plan de seguridad para evitar la radicalización de sus aficionados y se encomienda a Manuel Santos, un antiguo agente de la Policía Nacional, como intermediario entre los Boixos y la directiva. Él es el responsable de poner orden en el gol sur y de evitar incidentes con peñas rivales. Otra figura clave es Antonio Iglesias, persona estrechamente vinculada a Núñez.
El Barça activa nuevas medidas de seguridad y frena el libre acceso al gol sur. Paralelamente, Santos gestiona la venta de entradas que le facilita el club. La medida, para controlar a los jóvenes del estadio, acabará convirtiéndose en un negocio que salpicará, años después, al mismo Santos y a algunos cabecillas del grupo.
EL FENÓMENO SKINHEAD
“El perfil del gol sur cambió radicalmente. La policía infiltró a confidentes de confianza, pero todo se descontroló con el fenómeno skinhead. La estética mod, mucho más sofisticada y cara, fue sustituida por los cabezas rapadas. En el Camp Nou empezaron a verse banderas con cruces célticas y esvásticas. Entre los Boixos había nazis independentistas y nazis españolistas”, explica Dani. “Convivían independentistas como Lluís Sureda, que tenía una tienda de discos en la calle Tallers, y skins con una ideología más difusa como Zipi y Zape”, añade la misma fuente. Cementiri, Malgosa, Carabruta, Lioso, Marc y Charli fueron otros cabecillas de los Boixos en la primera década del grupo.
“El fútbol es un reflejo de la sociedad y la gran espiral de violencia se produce a finales de los 80 y principios de los 90. Hoy, el fenómeno va a la baja”, sostiene Carles Viñas, autor del libro El mundo ultra. Los radicales del fútbol español. En el gol sur se produce un relevo generacional y jóvenes como Ricardo Mateo y Antonio Torn, alias Antoñito, asumen galones. Forman parte de los Casuals, la sección más radical y violenta de los Boixos, especialmente temida por los Brigadas Blanquiazules, los ultras del Espanyol.
MUERTE EN SARRIÀ
La violencia sube de tono durante los fines de semana. En los campos de fútbol y en las calles de Barcelona. Las peleas con armas blancas se multiplican y el 13 de enero de 1991 se produce un suceso que dispara todas las alertas: radicales del Barça atacan a dos hinchas del Espanyol (ese día se había enfrentado al Sporting) en las inmediaciones de Sarrià. Fréderic François Rouquier, un ciudadano francés de 20 años, fallece tras recibir una puñalada y José María Arboleas, de 16, resulta herido.
La policía detuvo a cinco personas: José Antonio Romero Ors, alias JARO, Jorge Esteve Sánchez, Lluís C.L., Francisco José Calaf Martínez y David V.A. Cuatro de los cinco boixos admitieron su participación en el juicio. “Fuimos a darles dos puñaladas”, asumieron. En el juicio, supuestamente, uno de los implicados aceptó que le había clavado el machete a Rouquier “hasta el mango”.
VENGANZA CONTRA LAS BRIGADAS
La Audiencia Nacional condenó a los autores de la agresión a 76 años de cárcel. Les acusaba por “homicidio y lesiones”. El Tribunal Supremo elevó la pena inicial a 140 años, calificando de “primitiva y casi como animal” la actitud de los Boixos. No obstante, siete años después, en 1998, cuatro de los cinco seguidores radicales disfrutaban del tercer grado penitenciario. La excepción fue JARO, autor material del crimen. Alguna bandera del Barça con sus iniciales bordadas pudieron verse años después en los derbis contra el gran rival ciudadano.
“La muerte de Rouquier no fue casual, sino premeditada. Fue una respuesta a la puñalada que el 1 de diciembre de 1990 recibió Sergi Segarra, alias Draculín, por parte de las Brigadas Blanquiazules”, aseguran fuentes policiales. El autor de la agresión fue Francisco Javier Abadal, condenado a 18 años de cárcel por la Audiencia de Barcelona, y el máximo responsable del grupo ultra blanquiazul era Fernando San Mamés, popularmente conocido como Fredy.
ROBOS EN LOS DESPLAZAMIENTOS
El fútbol barcelonés ya tenía su primer muerto por violencia ultra. La policía intensifica la vigilancia a los ultras, pero los Boixos y las Brigadas mantienen su actividad. En los desplazamientos, los ultras son temidos por sus robos en áreas de servicio con los que pagan sus viajes. Intimidan a otras personas y arrasan los establecimientos. En el Camp Nou, paralelamente, mantienen algunas discusiones subidas de tono con otras peñas, como Almogàvers y Sang Culé, que rechazan la violencia. Las tensiones estallan en 1997, cuando, sorprendentemente, el Barça guarda un minuto de silencio por Sergi Soto, un boix noi y socio del club que abrazaba el nacionalsocialismo y había fallecido unos días antes.
Algunos aficionados del Barça expresan su rechazo al minuto de silencio con pitos y algún grito. Molestos, algunos boixos abandonan su localidad (entonces, en el gol norte), cruzan todo el estadio, suben hasta la tercera grada del gol sur y agreden a simpatizantes de Sang Culé. “Tuvieron total impunidad para golpear a muchos socios”, denuncia uno de los agredidos que prefiere mantenerse en el anonimato.
LA COMPLICIDAD DE GASPART
Bajo el mandato de Joan Gaspart (2000-2003), que calificaba a los Boixos de “buenos chicos” y presumía de ser su socio número 1, los ultras del Barça protagonizaron nuevos incidentes con aficionados que protestaban contra la gestión del entonces presidente azulgrana. En la tribuna principal del Camp Nou se registraron varios altercados y algunos cámaras de televisión y periodistas fueron agredidos.
La convivencia entre los Boixos y la directiva del Barça terminó con el ascenso de Joan Laporta a la presidencia, en 2003. El grupo ultra se sintió engañado por el abogado barcelonés cuando cortó todos sus privilegios después de que pidieran el voto para él. En la campaña electoral, los Boixos se posicionaron contra Lluís Bassat, de origen judío. Meses después hicieron varias pintadas amenazantes contra Laporta en su domicilio particular. También intentaron agredir al presidente del Barça.
INTENTO DE AGRESIÓN A LAPORTA
Antoñito estuvo relacionado con el encargo fallido de propinar una paliza a Laporta por 300.000 euros. También fue acusado de ayudar a introducir grandes cantidades de cocaína a través del Port de Barcelona. Y, más recientemente, fue detenido en la batalla campal contra jóvenes de Los Carmelos de Gavà después de que resultara herida una persona de esta familia.
Ricardo Mateo, líder de los Casuals, fue condenado por extorsionar a dueños de locales de ocio, traficar con drogas, dar palizas por encargo y robar a narcotraficantes, en un juicio que comenzó en 2012. Mateo abrió cuentas en el mismo banco de Andorra donde la familia de Jordi Pujol guardaba su dinero.
CÁMARAS EN LOS ALREDEDORES DEL CAMPO
Después de muchos años de perfil muy bajo, los Boixos regresaron con acciones muy violentas. “Han perdido fuerza en el campo, pero la han ganado en la calle”, asegura una fuente de los Mossos. “Han reclutado gente joven nueva, son muy violentos. Quieren hacer mucho ruido, sobre todo en los desplazamientos, para que se hable de ellos”, añade la misma fuente. En los últimos meses, en los alrededores del Camp Nou (cerca de bares de Collblanc y Badal, sobre todo), se han colocado muchas cámaras de seguridad para intentar identificar a los violentos, según explica la policía catalana a este medio.
Los Boixos han protagonizado varias peleas desde el 3 noviembre de 2018. La primera fue en Vallecas, donde un centenar de ultras del Barça se enfrentaron con los Bukaneros, peña radical del Rayo, de extrema izquierda. El enfrentamiento terminó con tres personas heridas y dos boixos detenidos.
LYON Y SEVILLA
Otro desplazamiento movido y violento fue el de Lyon. El 19 de febrero, en los octavos de final de la Champions, los radicales del Barça provocaron incidentes en la ciudad, se enfrentaron con hinchas del Olympique y encendieron bengalas en el campo.
El Barça y los Boixos cerraron la pasada temporada en Sevilla, con motivo de la final de la Copa del Rey contra el Valencia. En la víspera, los ultras barcelonistas atacaron a seguidores del Sevilla.
’LOS ‘CACHORROS
En la actual temporada, el sector más españolista de los Boixos se enfrentó con radicales independentistas de Tsunami Democràtic el mismo día que el Barça se enfrentó al Real Madrid (18 de diciembre en la Liga). Después profirieron cánticos nazis en el Barça B-Espanyol B en el estadi Johan Cruyff, en la Ciutat Esportiva Joan Gamper, y se enfrentaron con los ultras del Valencia en las inmediaciones de Mestalla.
La nueva guardia de los Boixos destapa toda su violencia bajo el paraguas de Cachorros, la última facción del grupo ultra. “Son jóvenes, mucho de ellos procedentes de los deportes de contacto, que buscan pelea. Se citan con peñas de otros clubes, unos 30-40 por bando. Pelean con sus propias normas: nada de armas ni se toca a quienes han caído al suelo”, explica una fuente conocedora de estas quedadas. Imitan las peleas organizadas que se hicieron famosas en algunos bosques de Rusia y Ucrania, donde el fenómeno ultra pegó con mucha fuerza al desmoronarse el antiguo bloque comunista. En España, los Boixos siguen su estela. Hoy son el grupo ultra más violento y los Mossos temen un regreso violento.