Mientras la pandemia ha impactado en la vida y la economía de los barceloneses, hay sectores de la población que aprovecharon para hacer su agosto. Entre esos sectores se encuentran algunos colectivos y bandas que se dedican a okupar viviendas abandonadas, haciendo de la usurpación de bienes uno de los mayores y lucrativos negocios en la capital catalana. La alcaldesa, Ada Colau, mira hacia otro lado mientras crece la desconfianza de la ciudadanía y las mafias desarrollan un auténtico tráfico de viviendas.
“En realidad, la okupación tradicional ha disminuido, pero es cierto que ha crecido mucho el tema de las mafias profesionales que ofrecen pisos con un contrato de alquiler falso”, explica a Metrópoli Abierta una fuente de la Administración. En los Mossos d’Esquadra también existe esa percepción. “Estas mafias ofrecen incluso pinchar ellos la luz, pero en ese caso el alquiler sube. De hecho, suelen cobrar entre 2.500 y 3.000 euros por proporcionar un piso. Y hay dos modalidades: o lo cobran de una vez o cobran un pequeño alquiler al mes, que puede variar de 200 a 300 euros. A ellos les va bien y a los inquilinos también, porque todos saben a lo que juegan”, explica una fuente de la Policía Autonómica.
EL NEGOCIO SUBIÓ EL 600%
La empresa Desokupa, que suele intentar los desalojos de pisos de particulares, admitió que el negocio le subió este año un 600%. Los otros grandes beneficiados por el tema son las empresas de alarmas. “Es lógico. Si suena una alarma, eso significa que alguien se ha introducido ilegalmente en la vivienda y puede ser acusado de allanamiento”, explica una de las fuentes.
Otra fuente apunta a que los principales colectivos que se dedican a lucrarse con los pisos okupados ilegalmente son bandas de españoles y de dominicanos, aunque también hay grupos de delincuentes del Este de Europa, de África o de algunos países sudamericanos.
“Hay que distinguir los tipos de okupación -subraya un agente que ha trabajado en el tema-. Los okupas tradicionales no van a por los pisos de gente. Suelen escoger edificios abandonados, que pertenecen a la Administración o a grandes empresas y allí establecen su sede social, abren un bar ilegal e incluso funcionan a veces como centros de día, ofreciendo servicios sociales a gente del barrio. El verdadero problema viene por otra parte: las mafias profesionales que asaltan pisos para utilizarlos o bien como narcoviviendas o bien para alquilarlos a terceros”.
‘OKUPACIÓN’ A LA CARTA
Para más inri, en esos grupos se han encuadrado incluso individuos que tienen otro trabajo, pero que encontraron en esta actividad una lucrativa fuente adicional de ingresos. Además, señala otro agente, “éstos van a por un piso, revientan las puertas, cambian enseguida la cerradura y procuran llevar muebles, comida e incluso fotos para aparentar que llevan tiempo viviendo allí. Estas mafias están perfectamente organizadas, tanto que ya tienen incluso listas de espera y van a tiro fijo, es decir, que cuando asaltan un piso ya saben a quién se lo van a alquilar”. En otras palabras, lo que ha florecido en Barcelona es una suerte de okupación a la carta que jamás se había dado hasta ahora.
Las molestias a los vecinos suelen ser variopintas: desde ruidos hasta aumento de la delincuencia, de la suciedad y un aumento considerable de la inseguridad ciudadana. “Hay gente discreta, pero hay otros muy violentos que se enfrentan a los vecinos. Uno de los últimos episodios fue el de dos hermanos okupas que recibieron a la Policía con una granada, aunque no tenía explosivo. Y uno de ellos contaba con 27 antecedentes penales por robos con violencia. Es sólo una muestra de la gente que pulula por los pisos okupados”, explica otro policía.
Relata esta fuente que hay familias okupando viviendas que son “completamente normales, pero la ciudadanía está ya muy cansada y eso tiene un peligro. Los Mossos hemos tenido que proteger a los okupas de los vecinos en varias ocasiones, porque ya estaban hartos del incremento de robos, suciedad y amenazas”.
UN RAYO DE LUZ
El pronunciamiento de la Fiscalía esta semana puede ayudar a clarificar el panorama y acabar con los abusos de estas mafias. Porque ya no sólo se trata de la segunda residencia. Ha habido un caso, por ejemplo, de un ciudadano que se ausentó dos meses porque fue a visitar a un hermano y, al volver, tenía su piso okupado. “Las fuerzas de seguridad poco podemos hacer, porque nos hemos pillado los dedos varias veces. Normalmente, cuando nos llaman hay dos versiones. Los de adentro dicen que viven allí y el supuesto propietario puede no tener a mano los documentos que acrediten que aquélla es su vivienda y, además, tiene una llave que no abre la puerta. ¿A quién creer? La Policía, si no lo ve claro, no puede actuar. Pero ahora, con las nuevas directrices, si el propietario acredita la propiedad, Fiscalía autorizará inmediatamente actuar para el desalojo”.
De hecho, ya existe un protocolo policial, que establece que si se invade una vivienda privada (aunque sea una segunda residencia) es un delito de allanamiento y si es un inmueble sin uso, deshabitado y sin inquilinos se trata de usurpación. Si la usurpación se ha producido con violencia, se obliga a desalojar, pero si ha sido sin violencia y llevan un tiempo, no se les puede desalojar porque prima la inviolabilidad del domicilio.
De todos modos, los okupas, ya sean tradicionales o integrantes de las mafias, cuentan con manuales que les explican paso a paso cómo deben comportarse y cuáles son los métodos más fiables para okupar una vivienda. Algunos de estos manuales, a los que ha tenido acceso Metrópoli Abierta, detallan incluso cómo pinchar el agua o la luz. “Los inquilinos de una vivienda asaltada están muy organizados. Saben qué decir a la policía y han sido asesorados por las bandas o se lo han estudiado en los manuales”, señala un agente experto en estos colectivos.
LAS PRIMERAS MEDIDAS
Uno de estos libretos, de 26 páginas, es el Manual para la Okupación, que explica cómo elegir los edificios, cómo ir al registro de la propiedad (“el coste es de algo más de 4 euros y es posible que te den copia simple el mismo día o te hagan volver tres días después”, subrayan), qué decir en el mismo, cómo acceder a los edificios y cómo evitar que puedan pillar in fraganti al okupa en “el momento más peligroso”, que es el del asalto a la vivienda. En ese caso, han de disponer de ojeadores para alertar de la presencia de coches policiales y, si hace falta, “bloquear el tráfico durante unos minutos para cubrir al grupo de entrada”.
Luego, es importante cambiar la cerradura para “tener una llave propia. Como precaución, deberíamos apuntalar la entrada una vez hayamos entrado por si los Mossos se ponen brutos (…) Es muy importante que no abráis la puerta a la policía ni a la propiedad bajo ningún concepto (…) Unas cadenas y candados para cerrar por dentro en los primeros momentos o días son una buena opción (…) Es importante que todo el material sensible, es decir, sospechoso de haber sido utilizado para okupar (escalera, palanca, cizalla, taladro, etc.) desaparezca lo antes posible para evitar que lo encuentre la policía (…) Una propuesta de lo que debería llevar una mochila para entrar sería: destornilladores, martillo, cortafríos, comida, agua, ropa de abrigo si es necesaria, saco de dormir, tampones o compresas, móvil cargado y DNI. Además, es conveniente tener, ya sea dentro o en los alrededores, un taladro autónomo con las baterías cargadas, cadena con candado, unos puntales, palanca, cizalla y escalera”.
ATENTOS A LA VIDEOVIGILANCIA
El manual advierte que los métodos para entrar más comunes son la puerta o la ventana, pero también se ha de valorar el tejado o la azotea. Y resalta: “La violencia en la entrada, es decir, romper cualquier cosa para entrar, está tipificada por ley, de modo que, si es imprescindible hacerlo, tener cuidado de que no os vean”. Así, si se ha de entrar por una ventana, aconseja pegar un forro adhesivo de libros o un adhesivo del tamaño del cristal, que se utilizan para los coches, para que no haga ruido al romperse y caer.
Advierte también que “en los últimos años, la videovigilancia se ha extendido por muchas zonas de nuestras ciudades, por lo que deberíamos tenerla en cuenta al trazar nuestro plan. Sobre todo, para que no se pueda reconocer de manera evidente a las personas que van a actuar”.
INUTILIZAR LA CERRADURA
Nada más entrar, lo primero debe ser inutilizar la cerradura para “evitar la sorpresa de encontraros al propietario abriendo con su propia llave o que lo haga la policía”. Si hay alguna intervención policial, los okupas no deben dar su DNI original, sino una fotocopia compulsada por el banco. “Seguramente os dirán que la fotocopia no es un documento válido. No les hagáis caso, sí que lo es. Al entregarles la fotocopia compulsada, podéis entregarles también una fotocopia de Advertencia Legal, la cual anexamos al final del Manual”, dice el documento.
De todos modos, avisa de que para el momento de tensión al encontrarse frente al propietario, es aconsejable “recurrir a vuestras redes de apoyo para convocar a cuanta más gente mejor. De esta manera, la policía se cortará un pelo a la hora de actuar (…) Es más que conveniente designar a algún compi para que medie con los malos, les explique de qué se trata, les tranquilice y les recuerde la necesidad de una orden judicial para entrar (…) Lo mejor es que les digáis que lleváis varios días en la casa -o semanas, si fuera creíble-, ya que la policía puede pedir al juez de guardia un desalojo exprés. Vosotros solo estáis de paso y las personas que viven ahí no están en este momento. Incluso podéis valorar decir que le pagáis un alquiler a alguien que creíais que era el propietario”.
CÓMO PINCHAR EL AGUA Y LA LUZ
Advierte también el manual de que habrá un cierto acoso policial. Y explica luego cómo pinchar el agua incluso desde la calle: “Recomendamos que se haga de noche y con una extremada vigilancia (…) hay que evitar por todos los medios que cojan in fraganti a las compas que están pinchando, pues es un delito penal penado con hasta 6 años de cárcel y no abonable con pena de multa ni con trabajos a la comunidad”.
El manual explica a continuación cómo pinchar la luz eléctrica, en caso de que no haya, o cómo realizar determinadas obras. El documento incorpora finalmente un anexo con las causas legales que se derivan de una okupación y otro con un documento que llaman Advertencia Legal para entregar a la policía en el que indican que ése es el domicilio de los okupas y que la ley prevé la inviolabilidad del domicilio. Advierten en el mismo de que si alguien entra sin orden judicial, le denunciarán por allanamiento de morada o por violación de domicilio. Y acaba con una nota: “Es importante colocar este papel en la puerta de entrada de forma que lo pueda leer la policía”.