José Rodríguez i Fernández (1976) es diputado de Esquerra Republicana en el Parlament de Cataluña. Nacido en Barcelona y criado en el barrio del Carmel, se adhirió al independentismo en 2012, impulsando la plataforma Súmate. Un año antes terminaba su etapa en el PSC, partido en el que militó 15 años. Con los socialistas fue consejero de Distrito en Horta-Guinardó (Seguridad y Movilidad) durante los gobiernos de Joan Clos y Jordi Hereu. Para el número 23 de la lista republicana (independiente), el candidato socialista Salvador Illa es un "personaje gris" y con convicciones política "poco sólidas". Descarta, por completo, cualquier pacto con su antiguo partido. "No hace políticas de izquierdas", señala.

¿Qué impacto tendrán las elecciones catalanas en Barcelona?

Es importante saber quién gana en la ciudad. Desde el independentismo no lograremos un proyecto que cambie el país sin su capital. Barcelona siempre ha sido una ciudad progresista, pero si se escorase hacia el PSC sería una mala noticia porque el PSC no hace políticas de izquierdas.

¿Le preocupa que el efecto Illa reste fuerza al conjunto del independentismo?

En las encuestas no hay transferencia de voto de Esquerra hacia el PSC o de JxCAT y CUP hacia el PSC. Sí hay una pequeña transferencia de votos del PSC a ERC. El efecto Illa lo notarán Ciudadanos y PP, pero el efecto Illa es un bluf. Ha tenido mucho impacto en televisión; es una cara conocida y ha gestionado una parte de la crisis, pero gran parte de las cosas que debería haber hecho no las ha hecho tan bien. Lo conozco de mi etapa socialista y no es precisamente uno de los personajes más brillantes. Lucena (elegido por Illa para ser su conseller de Economía) es otro personaje gris y muy de derechas. Al PSC su candidatura le puede dar moral, pero es un factor muy vacuo a la hora de quitar votos al sector independentista.

¿Ve posible un tripartito de izquierdas? (ERC, PSC y comunes). Ada Colau ha insistido en esa línea.

Es imposible por el proyecto del PSOE o del PSC con respecto a la Generalitat. En su concepto de país parecen de izquierdas, pero son de derechas y bastante incompatibles con ERC. No hay nada que podamos construir con ellos. Deberíamos coincidir, al menos, en algo, en el proyecto social o nacional.

En el Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall (jefe de la oposición) está muy ausente. ¿Por qué?

A diferencia de otros partidos, ERC tiene un equipo muy amplio. Eva Baró lleva temas de vivienda, Jordi Coronas entiende mucho sobre seguridad. Lo conocí cuando él era mi oposición y era el que más me hacía temblar. La estrategia de ERC en el Ayuntamiento, con una oposición crítica pero constructiva y facilitando presupuestos en un año tan complicado, es positiva. Se basa en diferencias de programa y acciones concretas. Las críticas contra el Ayuntamiento por el urbanismo táctico estaban basadas en la defensa a ultranza del coche como hicieron JxCAT y el PP. Creemos que estas medidas de urbanismo táctico son insuficientes, temporales y muy tibias. En este debate somos más fieles que el socio de gobierno (el PSC). En propuestas de movilidad, Janet Sanz (BComú) y Rosa Alarcón (PSC) se llevan a matar.

¿El urbanismo táctico de Colau es insuficiente?

Barcelona ha sido líder entre las ciudades del sur de Europa a la hora de fomentar una ciudad sostenible y más humana. Ensanchar aceras, cambiar sentidos, etc. La superilla no es un invento de Colau. Ya se aplicó en Gràcia; y en el Guinardó se pacificó la circulación externa. El problema es que desde entonces se han paralizado. Primero porque Trias (alcalde por CiU entre 2011 y 2015) no creía en ellas y, luego, Colau también las ha paralizado. Frenó de golpe su aplicación porque no supo asumir la oposición ciudadana. No supo gestionar esa tensión. Cuando el PSC se incorporó a su gobierno lo hizo con la tradición de L'Hospitalet de Núria Marín, en lugar de hacerlo con la de Pasqual Maragall.

Rodríguez, este lunes, con el barrio de Vilapicina de fondo / GUILLEM ANDRÉS



¿La okupación es un problema en Barcelona?

Existe una okupación de personas sin recursos que okupan pisos de bancos, como es el caso de Ciutat Meridiana, mi barrio, y la okupación delincuencial, como ocurre en los narcopisos. La primera es un síntoma de que hay muchas viviendas vacías y personas sin acceso a una casa. Es un problema social, no económico. En el caso de los narcopisos, son un problema de seguridad para los vecinos. En 2019 hubo 14.000 casos de okupaciones de pisos sin uso en España y 200 allanamientos de morada (okupación de una primera residencia). Este problema de allanamiento es inexistente. En Barcelona no es un problema porque hay mucho control social.

¿Que es lo que más desaprueba del actual Ayuntamiento?

A quién desapruebo más es a la regidora Rosa Alarcón. La conozco y la aprecio personalmente, pero en movilidad sigue con las concepciones de los años 90. Su concepto de movilidad es terrible. Sigue pensando que las soluciones pasan por el coche. Sigue creyendo que en el conflicto entre coches y peatones hay que buscar un equilibro que los equipare y no es cierto. Está equivocada. Esa concepción en los 90 era un avance porque partíamos de que todo el espacio estaba dedicado a los coches. Ahora ha quedado 30 años atrasada.

Hemos visto estos meses cargas policiales de los Mossos d'Esquadra en algunos desahucios en Barcelona. ¿Cómo lo ve? 

Hicimos un decreto que ha suspendido el Tribunal Constitucional. Obligaba a un gran propietario a ofrecer un alquiler social a personas vulnerables. Eso ha beneficiado a 4.000 familias. Durante la pandemia hemos intentado prohibir los desahucios de grandes propietarios. Algunos jueces lo han aplicado y otros porque creen que prevalecen el derecho administrativo por encima del derecho a la vivienda. Sobre el papel de los Mossos hay que definir el modelo de orden público. Es verdad que obedecen a jueces, pero también en el Parlament tenemos capacidad de definir, como mínimo, cómo es la situación. Perdimos una votación donde proponíamos que los antidisturbios no intervinieran en desahucios. Para una persona vulnerable, o un niño, el impacto emocional de esa imagen es muy grave. Muchas veces no es necesaria su actuación y dificultan el trabajo de mediación de la policía. 

Usted ha dicho que el PSC ha dado un giro a la derecha. ¿Illa es un candidato de derechas?

Salvador Illa es un personaje gris. Su capacidad plástica de adaptación ideológica es la que más convenga en cada momento. Es una persona con convicciones poco sólidas. En cambio, ha hecho una propuesta de vicepresidente económico que es Mauricio Lucena, conocido por estar a favor de las reformas laborales, desregular mercados laborales y tiene una visión bastante neoliberal de la economía. Políticos del PSOE como Miguel Sebastián, que no son precisamente del ala izquierda del partido, lo consideran muy de derechas. Su gestión como presidente de AENA ha sido la misma que se hacía con el PP.

¿Cómo valora su gestión al frente de la pandemia?

Illa tenía tres trabajos. El primero era dar el marco legal para que las Comunidades Autónomas (CCAA) tuvieran capacidad de establecer estados de alarma contundentes si fuera necesario. Se lo pidieron muchas CCAA, también del PSOE, y no dio margen en endurecer el cierre en un momento, a inicios de enero, que quizás era posible frenar la actual situación. En segundo lugar, debía garantizar las vacunas. Es un problema europeo pero tiene una responsabilidad secundaria y no ha garantizado su subministro. En tercer lugar, tenía que endeudarse para garantizar ayudas. Lo han hecho todos los estados de Europa: Alemania, Francia, Italia y Reino Unido. Los ERTE se están pagando mal y con retraso. Hay gente que se ha registrado en la nueva ola de ERTE y que no ha cobrado ni un duro.

¿Es una buena estrategia la actual fragmentación del independentismo?

El independentismo representa a una parte amplia de la sociedad. Hay personas de derechas, socialdemócratas, anticapitalistas, etc. Y es bueno que el PDecAT, con el que no coincido en muchas cuestiones, se defina como de derechas y haga propuestas desde la derecha. Es imposible alcanzar una mayoría suficiente solo representando a la izquierda. Lo que más me preocupa es la indefinición de JxCAT que no quiere jugar a ser de izquierdas ni de derechas. No tiene ni programa. Es bueno que se clarifiquen.

José Rodríguez, número 23 en la lista de ERC en las elecciones del 14-F / G.A



¿Qué errores ha cometido la Generalitat durante la pandemia? 

Cerrar las escuelas durante la primera oleada. Es lo que más daño ha causado. Las entidades que trabajan con la infancia explican que la desconexión que han tenido los jóvenes es muy alta. Hay mucha disonancia con quien tiene recursos en casa y las personas de barrios de clase trabajadora sin recursos. La brecha y la desigualdad son muy altas. Si hubiéramos sido un Estado con la capacidad de endeudarnos, la Generalitat hubiera hecho cosas diferentes. Cierres parciales y más cortos. Eso significaría financiarnos, como Alemania. Cualquier gobierno de cualquier color político hubiera tenido problemas parecidos con las residencias. Es cierto que debemos invertir en servicios sociales.

Usted se sumó al proyecto independentista en 2013.

Fue en 2012. Me sentí muy defraudado en 2010 por la sentencia del Estatut y la reacción del PSOE. El acuerdo de Granada para definir la España federal puso un techo muy bajo y una reacción que no entendía la sociedad. El PSOE no supo reaccionar. Me alejé del proyecto federalista, pero uno no se vuelve independentista de golpe. Primero te rechazan y luego te enamoras de otra propuesta. En 2012 el proyecto me acabó de seducir. Había una mayoría social con mucha energía.

¿Ha cambiado su perspectiva?

El estado emocional del independentismo ha ido cambiando. Cuando era un movimiento de resistencia parecía muy cerrado en si mismo. Apareció la ANC, un independentismo muy abierto e inclusivo que intentaba entender a la parte de la sociedad catalana que no era independentista. Ahora, después del golpe de la represión después del 1 de octubre, una parte del independentismo ha reaccionado a la defensiva refugiándose en el independentismo esencialista. La mayor parte del movimiento quiere entender al conjunto de la sociedad como Junqueras o Tardà, a diferencia de otros políticos como Borràs o Torra.

¿El procés, tal y como lo conocemos, ha terminado?

No. Durante, al menos 10 años más habrá personas que cumplirán penas de prisión y otras personas que no podrán volver al país. Aun hay un 40% largo de gente que quiere la independencia y la buscarán por las vías democráticas que se abran. Los procesos políticos van cambiando de ritmos.

¿Teme una baja participación el 14 de febrero?

Por sesgo, sí. La gente que tiene miedo es la que menos irá a votar. También aquellos con menos información sobre el cambio de colegios electorales.

Noticias relacionadas