La comunidad rusa no está muy satisfecha con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por el boicot activo del Ayuntamiento de Barcelona a que el Hermitage pudiese tener una sede permanente en la capital catalana. Su malestar queda de manifiesto en una conversación que el responsable de la Oficina del expresidente Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, mantuvo con un amigo suyo, el empresario Alexander Dimitrenko, que es su contacto para abrir puertas en Moscú. La conversación fue obtenida por la Guardia Civil tras el examen del móvil del político, detenido el pasado 28 de octubre en el marco de la Operación Voloh, que dirige el titular del juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre.

Del examen de uno de sus móviles, se extrajo una interesante conversación, surgida después de que Jordi Martí, el recientemente nombrado responsable de Cultura y teniente de alcalde en sustitución de Joan Subirats, criticase a la periodista soberanista Pilar Rahola. Ésta se había quejado el 29 de junio de que el Hermitage ya no se instalaría en Barcelona. “Gracias, Ada Colau, otro gran proyecto que se quedará en Madrid por obra y gracia tuya. ¡De traca!”.

Recreación del futuro Hermitage en el Port de Barcelona / MUSEO HERMITAGE



CONTRARRESTAR LAS CRÍTICAS

A esa crítica, Jordi Martí contestó enseguida para contrarrestar las críticas a su jefa de filas. “¡Gran proyecto! ¿Sabes cuántas franquicias del Hermitage han cerrado en poco tiempo por razones económicas? ¿Sabes que es la peor ubicación para un centro de gran afluencia? ¿Conoces la opinión de los directores de las grandes instituciones culturales catalanas? Un poquito de rigor…”, destacaba el munícipe.

Josep Lluís Alay, que por ser el responsable de la oficina de Puigdemont es alto cargo de la Generalitat, remitió a su amigo ruso la contestación de Martí. No hay que olvidar que JxCat se mostró desde el principio favorable a la ubicación de un museo del Hermitage en la capital catalana, ya que es probablemente la marca museística más potente del mundo. En este sentido, los soberanistas utilizaron todas las herramientas a su alcance para hacerlo posible, incluyendo no sólo el aparato del grupo municipal y la interposición de preguntas e interpelaciones a la alcaldesa, sino la presión del Puerto de Barcelona, presidida en esos momentos por Mercè Conesa, exalto cargo de Convergència y expresidenta de la Diputación de Barcelona.

DOS SEDES CERRADAS

Habríamos de contestar a esto –señala Alay al empresario ruso a propósito de la postura de Jordi Martí–. ¿Sabes cuántas franquicias del Hermitage han tenido que cerrar o si es verdad? ¿Tienes algún dato?”. Le adjuntaba un enlace al tuit que había hecho la mano derecha de Colau en el Ayuntamiento.

Apenas una hora más arde, Dimitrenko le proporcionaba a Alay munición para arremeter contra Colau y su cerrazón a acoger una sede de uno de los museos más importantes del mundo. “Parece que la Colau los tiene a todos bajo un paraguas de ignorancia”, le comentaba a Alay en su primer mensaje. Luego, le especificaba que las franquicias que la institución tiene dispersas por el mundo se denominan Foreing Dependencies. Y a continuación le detallaba que habían cerrado “Las Vegas y Londres”.



Ada Colau, con Jordi Martí y Joan Subirats en un acto / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

MUSEO CON COLECCIÓN PROPIA

Minutos más tarde, Dimitrenko volvía a suministrar al político catalán más munición. “Después hubo un intento de robarle al Hermitage parte de su colección y la afluencia de la gente tampoco fue la mejor y el Hermitage retiró todas sus galerías prestadas en el extranjero”. A esa decisión contribuyó la caída en picado de las visitas a los museos debido a la crisis sanitaria causada por la pandemia del covid.

Pero Dimitrenko deja en evidencia a Colau y los comunes con una afirmación que desmonta la tesis a la que apelaba Jordi Martí: la operación de Barcelona no era una franquicia, sino la creación de todo un museo con cara y ojos, es decir, con entidad institucional. “Por tanto, en Barcelona, no hablamos de eso [de franquicias]. Hablamos de un museo con colección propia. Y, por tanto, un poco diferente todo”. En otras palabras, las obras que se instalarían en la capital catalana no estarían bajo el control de San Petersburgo, sino que serían fondos propios y artísticos del Hermitage barcelonés. O, para poner los puntos sobre las íes, no serían franquicias prestadas por el Hermitage a una sede en el extranjero, sino propiedad de la entidad barcelonesa. Una de las principales justificaciones de los comunes se deshace en el aire como una voluta con esa simple explicación del empresario ruso.

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