Un silencio reverencial, como si se tratara de una misa, de una ceremonia. Los asistentes en el Círculo de Economía querían escuchar al escritor Eduardo Mendoza, querían valorar sus palabras, desde la premisa de que ha sido él, con su obra literaria, el que ha marcado un determinado relato sobre Barcelona. Mendoza no decepcionó. De forma pausada, con una gran claridad conceptual, Mendoza rechazó tópicos, y se distanció de la propia ciudad, pero dejó claro que hubo una urbe creativa y enfocada a la cultura. Sin nostalgia, pero con deseos de que se recupere un cierto espíritu, el autor de La ciudad de los prodigios, lanzó su deseo: "Me gustaría que Barcelona volviera a ser una ciudad creativa, que lo fue, y mucho, dedicada a la cultura, al arte, a la música. Debe volver a serlo. Y que tuviera una Universidad participativa, que no fuera un gueto que ofrece títulos".
Mendoza ahondó en su deseo, al señalar que hubo una ciudad en la que crearon artistas como Dalí, Picasso, o Tàpies, "con un teatro de cierto grosor". Esos artistas, con ese nivel, para el escritor ya no están. Y también pidió que hubiera una "buena orquesta". Lo que reivindicó Mendoza en el Círculo de Economía es que la relación con la ciudad debe ser más intensa, con una visión de futuro, asumiendo el pasado, y teniendo en cuenta que "el balance ha sido positivo, sin ninguna duda":
Con los miembros de la Junta del Círculo en primera fila, con su presidente Jaume Guardiola a la cabeza, y con el candidato del PP a la alcaldía de Barcelona, Daniel Sirera, los asistentes intentaban descifrar las palabras del escritor, siempre muy medido con todas sus expresiones. Lo que Mendoza traslada es que lo que le ha pasado a la urbe de Gaudí, que tiene --como le sucede a la mayoría de ciudades-- un punto casual, nada buscado. En el Eixample, a pocos metros del Cercle d'Economia, delante de La Pedrera, en la calle Provença, vivió Mendoza de pequeño con su familia. Y lo que establece el escritor es que, con los años, y durante la Transición, Barcelona vivió una cierta explosión que combinaba la tradición con la ruptura estética de "unos señoritos y señoritas, cultos, viajados, que querían pasárselo bien".
Eso fue la Gauche Divine, que trajo los vientos de ciudades como Londres, que havía vivido también esa mezcla en los sesenta entre lo moderno, los Beatles y los Rolling Stones junto a la sociedad "casi eduardiana" de los trajes de rayas ingleses. Pero lo que marcó realmente Barcelona, a juicio de Mendoza, fue la época "pre-olímpica", cuando "oleadas de periodistas vinieron a conocer cómo era la ciudad que iba a celebrar los Juegos de 1992, y atrajeron a más periodistas y a muchos visitantes, que quedaron prendados de la luz y el sol de la ciudad". Esa es la clave y la recuperación "del modernismo", a pesar de que había sido denostado por los intelectuales locales y se pedía, incluso, que se derribara el Palau de la Música, "yo incluido".
¿Y EL TRANVÍA?
Mendoza, que ha ofrecido una voz propia sobre Barcelona, que ha hecho vivir la ciudad a través de su obra literaria, entiende que aquella experiencia, el proyecto olímpico, dio sus frutos, con una ciudad abierta al turismo, y donde se puede vivir con cierta calidad de vida. Pero, ¿y en el futuro? Con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, Mendoza no quiso pronunciarse con claridad, al señalar que no tiene la información suficiente. Pero insistió en que la cultura se ha dejado a un lado, que se ha abandonado el espíritu creativo, aunque la creación también ha cambiado, y los centros son más plurales que hace unas décadas, con experiencias distintas. Para el escritor hay focos notables también desde el punto de vista económico, como el sector tecnológico, que atrae a profesionales de todo el mundo. Pero, ¿qué sucede con el teatro, con la música, con la creación más libre? Del mismo modo, ¿qué universidades tiene Barcelona? En ese aspecto, el autor de Una comedia ligera, insistió en que la Universidad "debe participar en la sociedad, tener un papel más activo y no ser un gueto que reparte títulos".
El aspecto más político, en todo caso, no ha tenido una incidencia tan grande como algunos sectores económicos le han dado. Para Mendoza el nacionalismo de Jordi Pujol --aunque él fue muy crítico-- o el independentismo de los últimos años, no ha paralizado la ciudad. "Los que vienen a Barcelona se pasan por el forro el nacionalismo", aseguró, aunque el escritor añadió que también hay muchos que "se hacen independentistas en dos días". Con ello, lo que sugirió Mendoza, siempre dúctil en sus palabras, es que todo es muy frívolo, y que quien llega a la ciudad lo hace para trabajar y vivir con deseos de gozar de todas las virtudes que ofrece la ciudad del Modernismo.
En un diálogo con el ensayista y miembro de la Junta del Círculo de Economía, Jordi Amat, Mendoza no se olvidó de un último deseo, que, de hecho, puede ser uno de los centros de la campaña electoral. "Lo que pido, además de más cultura y de una buena orquesta para la ciudad, es que si se hace el tranvía no pase al lado de mi casa".
Algunos de los presentes, como el propio Daniel Sirera, tomaron nota.