Las fiestas de Gràcia, en la diana. A menos de una semana para el comienzo de la fiesta mayor de la Vila de Gràcia, el ruido por las preparaciones del evento ha levantado críticas de turistas y expats llegados a Barcelona tras la pandemia.
El barrio de Gràcia tiene la particularidad de contar con calles muy estrechas, en las que durante las celebraciones se forman aglomeraciones. El ruido de la música y las conversaciones retumban desde el siglo XIX, cuando los primeros colectivos obreros de la Vila engalanaban las calles y bailaban entre las plazas.
El barrio, en constante reorganización demográfica desde hace décadas, ha vivido un proceso de elitización y modernización que ha derivado en un incremento del coste de vida y los alquileres. Ahora, vecinos muy arraigados en la cultura barrial conviven junto a nómadas digitales, pisos turísticos y recién llegados del centro de Europa o Argentina. "No vamos a poder dormir" o "las calles quedarán hechas un asco", son sólo algunos de los testimonios anónimos que han escuchado las distintas asociaciones y vecinos del barrio estos últimos días.
DECENAS DE DENUNCIAS POR RUIDO
"Hay mucha gente que acaba de llegar que no entiende la cultura mediterránea, y les choca nuestra manera de celebrar. Tienen la sensación de que por estar pagando un alquiler alto, la calle es suya", señala el historiador y fotógrafo Josep Maria Contel a Metrópoli. Por su parte, la presidenta de la Fundació Festa Major de Gràcia, Lina López, ha apuntado que "a los nuevos vecinos les cuesta mucho entender los movimientos sociales de la calle".
"La obsesión por medir los decibelios ha llegado a un punto casi enfermizo. En unas fiestas de barrio, en las que reivindicas una tradición histórica, no puedes ser tan intolerante", añade Contel, quien señala que la Guardia Urbana recibe cada día decenas de denuncias por ruido en el barrio de Gràcia, "incluso por el llanto de los bebés".
Desde la comisión de fiestas de la calle Progrés concluyen que "las quejas han llegado de gente que acaba de llegar, pero también de residentes locales. El problema no es ningún segmento poblacional, sino las políticas turísticas que expulsan de Gràcia a los vecinos".
FALTA DE RELEVO GENERACIONAL
Otra de las problemáticas que ponen en jaque la fiesta mayor de Gràcia es la falta de relevo generacional en sus organizadores. En muchas de las calles que se están decorando faltan personas para poner a punto las celebraciones. "Se dice que faltan jóvenes, pero paseas por la calle y está lleno: lo que falta es compromiso con la cultura local", destaca un vecino del barrio a Metrópoli.
Otros vecinos señalan que la fiesta ya no es lo que era, ya que ahora "ha perdido su esencia y se ha convertido en un circuito turístico". "¿Qué relieve generacional puede haber con el precio de la vivienda que hay en Gràcia?", concluyen.
Pese a todo, entre el 15 y el 21 de agosto la Vila de Gràcia volverá a acoger su fiesta mayor, aquella que describió Mercè Rodoreda en La Plaça del Diamant hace ya 60 años. “Bailad, Bailad… Y hacía calor. Las criaturas tiraban cohetes por las esquinas (...) Y yo veía las caras llenas de sudor y los chicos se pasaban los pañuelos por la cara. Los músicos tocaban contentos. Todo parecía un gran decorado. Y entonces, el paso doble”.