Es lunes. Pasan pocos minutos de las ocho de la mañana. Un fuerte ruido de un crucero corta el silencio en el Port de Barcelona. Llega un Costa Smeralda, un crucero que alberga más de 5.000 pasajeros. El barco empezó su ruta por el Mediterráneo en Palermo (Italia) y ha visitado Civitavecchia (Italia), Savona (Italia) y Marsella (Francia). Ahora es el turno de la capital catalana.

En los balcones de las habitaciones, varios turistas curiosos observan las maniobras de amarre del barco, que tardan unos 30 minutos en realizarse. No es hasta pasadas las 09:00 horas que los pasajeros bajan del crucero. En la salida, los taxistas esperan con ansia la oleada de cruceristas que está a punto de atravesar la puerta. En sólo unos minutos, el puerto se ha “despertado” y la sensación es caótica. Alemanes, franceses y, sobre todo italianos, pisan tierra firme, ilusionados por visitar Barcelona. La mayoría salen agobiados, a paso lento, con la certeza de no saber a donde van.

El crucero Costa Smeralda en el Port de Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Una trabajadora de Costa Smeralda grita incansablemente shuttle bus, un autobús de enlace que llevará a los cruceristas hasta la ciudad y los soltará en Las Ramblas para que allí inicien su ruta “Gaudinista”. Otros prefieren acordar un precio con un taxista para que les haga un tour. Los más exclusivos escogen un chófer particular, que les espera cartel en mano con su nombre a la salida.

UNA CIUDAD ATRACTIVA PARA LOS TURISTAS

La cantidad de maletas que lleva cada crucerista permite distinguir todos los tipos de visitantes. La gran mayoría sólo lleva una pequeña mochila para pasar el día. Sólo tienen unas seis horas para visitar la ciudad. Los más optimistas creen que es tiempo suficiente; otros no, como Ana, una turista alemana. Le acompaña su marido. No tienen planeado ninguna excursión. Ana explica que no es la primera vez que visita Barcelona. Sin embargo, ya se anticipa a los hechos y asegura que no tendrá suficientes horas para pasear por la ciudad: "Hay muchas cosas interesantes por ver, y sentir cómo vive la gente aquí lleva más de unas horas".

Dos chófers esperando a sus turistas en el Port GALA ESPÍN Barcelona

Nicolas es otro de los pasajeros a bordo del Costa Smeralda. Vive en París y señala que siempre ha querido viajar hasta la capital catalana. "He venido inspirado por su arquitectura, porque es muy bonita", explica a este digital. Como Ana, Nicolas no tiene reservado ningún tour, por lo que explorará la ciudad por su cuenta. Lo que más le interesa es la Sagrada Família y el Park Güell.

LA RUTA DE LOS CRUCERISTAS

La primera parada de los cruceristas es la Rambla. El paseo pasa ineludiblemente por esta emblemática vía y sus calles adyacentes, obligadas a absorber todo el flujo turístico. Tras pasear por Ciutat Vella y encontrarse por sorpresa con la Catedral, el segundo núcleo más frecuentado por los viajeros es el paseo de Gràcia, donde los turistas más adinerados hacen cola para comprar en las lujosas tiendas que habitan en esta calle.

Una trabajadora conduciendo a los turistas al bus GALA ESPÍN Barcelona

Después de deambular por el centro de Barcelona, la tercera parada es, como no puede ser de otra manera, la Sagrada Família. La basílica de Antoni Gaudí es el principal atractivo turístico de la ciudad, y acoge casi cuatro millones de visitantes cada año. Aunque seis horas dan para poco, hay algunos viajeros que deciden que su ruta por la ciudad también debe incluir el Park Güell o lo que queda del Camp Nou.

SEIS HORAS DESPUÉS

La misma imagen se repite a primera hora de la tarde. Son las 16:00 horas. Los turistas, apresurados, se dirigen al crucero para embarcar. Idiomas y acentos se mezclan en un murmullo. Hay de todo: familias, parejas y grupo de escolares. A los turistas que han llegado por la mañana se suman aquellos dispuestos a empezar su crucero, como Javier, que viene desde Madrid para emprender su viaje.

Pocos turistas se paran a hablar, están agobiados y tienen miedo de perder el barco. Otro crucerista asiático comenta que le han robado la acreditación para entrar al barco. “No sé qué vamos a hacer”, lamenta.

El panorama es bastante esperpéntico. Los turistas cargan con infinitas bolsas de su shopping in Barcelona. Entre los más jóvenes predominan las bolsas de la tienda del Barça. Los mayores prefieren los turrones de Turrons Vicens. Se imponen también los pantalones cortos y manga corta e incluso hay alguno que lleva chanclas.

Una turista con todo el kit del FC Barcelona GALA ESPÍN

Al ver todas las bolsas de tiendas da la impresión de que les ha dado tiempo para visitar la ciudad. Pero no es así. Algunos han “pasado” de los edificios modernistas de Gaudí y han decidido perder sus seis horas en la capital catalana comprando en centros comerciales. Un grupo de jóvenes franceses, con actitud burlona, aseguran a Metrópoli que no han visitado ningun edificio emblemático. Preguntado por la Sagrada Família, Sasha, uno de ellos, responde: ¡No! Soy francés, no tengo familia en Barcelona".

Alfredo es de Aviñón y ha decidido aprovechar sus horas en los centros comerciales. "He paseado por la Rambla y comprado en El Corte Inglés". A la vez, lamenta que no ha tenido tiempo suficiente para visitar Barcelona. "Sólo he estado cuatro horas". 

Varios cruceristas asiáticos en el Port de Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Barcelona no se puede visitar en un sólo día. Es la conclusión a la que llegan la mayoría de cruceristas. Entonces, ¿por qué eligen viajar en crucero? “Tienes de todo. He viajado otras veces en crucero y la comida es muy buena", responde Sophie, turista parisina. Alfredo también comparte la misma visión que Sophie: "Es más bonito y visitas más lugares".

PRÓXIMA PARADA, MALLORCA

El Costa Smeralda ha llegado a Barcelona poco después de las 08:00 horas y los últimos turistas embarcan alrededor de las 18:00 horas. Mientras los cruceristas compraban y visitaban la ciudad, el crucero ha estado amarrado en el Port unas 10 horas. Ahora vuelve a encender motores. Poco a poco se aleja de la ciudad. ¿Próximo destino? Mallorca.

TURISMO DE CRUCEROS

Este tipo de visitas relámpago aumentan cada vez más. En 2023, los cruceristas que están sólo unas horas en la ciudad crecieron casi un 20% más que en 2019. Este crecimiento choca contra el objetivo del Port y del Ayuntamiento, que quieren que ganen peso los cruceros de puerto base --que zarpan o atracan en el puerto--. De hecho, una de las apuestas del nuevo gobierno de Jaume Collboni era una mayor presión fiscal: incrementar la tasa turística a los cruceristas con una estancia menor a las 12 horas hasta los cuatro euros. Sin embargo, el proyecto no prosperó al no aprobarse las ordenanzas fiscales por falta de apoyos de los partidos de la oposición.

Barcelona está cada vez más cerca de un colapso de cruceros. El año pasado registró el récord histórico de cruceristas en la ciudad, con casi cuatro millones. Las previsiones no son para nada esperanzadoras y apuntan a una nueva oleada de cruceros para este 2024.