Vania Arana (57 años), portavoz de Las Kellys de Barcelona, siente en cada rincón de su cuerpo las secuelas de la "explotación laboral" que ha acumulado durante 30 años limpiando habitaciones de hotel, y que todavía padece. Los tirones cervicales, el dolor en los hombros y en las piernas le dejan ver las enfermedades crónicas con las que deberá convivir toda su vida: la fibromialgia, la epicondilitis o el síndrome del túnel carpiano. Una realidad que se ha vuelto una vieja conocida entre los miles de camareras de pisos, y que la sindicalista decidió enfrentar al unirse a la asociación -también sindicato- en noviembre de 2016.
"Al principio no me veía capaz de plantarle cara al maltrato que estaba sufriendo", confiesa Vania Arana a Metrópoli. "Empecé a trabajar por necesidad. En 1992 quise huir de Perú, mi país natal, debido al conflicto bélico de la época y era el único empleo al que tuve acceso, ya que no me homologaron mi título de profesora de secundaria", relata. Desde que comenzó en su primer hotel, ha pasado por más de 10 empresas de trabajo temporal que no tardaron en aprovecharse de su vulnerabilidad y la de muchas otras trabajadoras, para su propio beneficio.
Sin descanso y 30 habitaciones diarias
Sin descanso y 30 habitaciones diarias de lunes a domingo (con dos libranzas entre semana). Estas eran las condiciones "si querías mantener el trabajo", señala la sindicalista. Como era "imposible" de hacer esa cantidad en una jornada de ocho horas, se veía obligada a hacer horas extras, que luego no estaban retribuidas, y a prescindir de su descanso. "No podía ni comer, ni parar cinco minutos", lamenta.
Esta sobrecarga laboral la llevó a enfermarse y a renunciar a su vida personal. "Me mataban psicológica y físicamente, acabé yendo en muletas", relata, al mismo tiempo que recuerda con pesar la falta de tiempo que podía dedicar a su familia. "Mi hijo dejó de hablar, notaba mi ausencia", asegura.
Fue un psicólogo quien le explicó lo que le ocurría a su pequeño y en ese momento no tuvo dudas: dejó el trabajo e invirtió tiempo en él. Sin embargo, hasta que tomó la decisión no tuvo más remedio que ser pluriempleada. "No solo eran los descansos, eran las inhumanas condiciones salariales y no tuve otra alternativa que pasarme también las noches trabajando", recalca.
La fuerza de Las Kellys
Lo que inicialmente parecía un caso aislado se transformó en un movimiento significativo cuando miles de personas en la misma situación que Vania compartieron sus historias en las redes sociales. Así surgió la asociación de Las Kellys, que en 2018 comienza a ser un sindicato en Catalunya, momento en que se unió Vania.
"Éramos muchas y eso nos empoderó", destaca. "Sentí que era una persona importante, que no estaba sola, sino que contaba con un gran apoyo en un momento en el que había perdido mi valor como persona y trabajadora, dominada por el miedo a perder mi empleo. Sentí que estaban luchando por mí y aprendí a defenderme". Ahí es cuando "me planté, y pensé, a mí no me maltratáis más", explica.
A juicio contra la cadena hotelera
El primer logro llega cuando, tras ganar un juicio de una de sus compañeras, la incorporan a la plantilla de la prestigiosa cadena hotelera para la que trabaja. Sin embargo, antes de llegar a este acuerdo, Vania, junto a sus compañeras, dedican sus días a trabajar como anteriormente lo habían hecho: "Como esclavas". Las 30 habitaciones debían estar hechas si no tenían que lidiar con el miedo que suponía quedarse sin trabajo.
Pastillas, dolores, cansancio. Las secuelas eran cada vez más irreversibles. Sin embargo, fueron los detonantes de acabar con una situación que las estaba atormentando. "Acabamos llevando a juicio a la cadena hotelera, era insostenible, pensé que si no me cuidaba yo ni me respetaba yo, nadie lo iba a hacer por mí". ¿Y a qué coste? Se preguntaba Vania. “Si algún día me pasa algo quien lo repercute, soy yo y mi familia”, explica a este digital.
Tras el juicio, llegaron a un acuerdo y se les reconoció la antigüedad y la jornada de ocho horas comenzó a cumplirse. “Empezamos a salir a nuestras horas, pero había discusiones si no se acaban las habitaciones, el miedo siempre está latente”. A día de hoy, la lucha continúa, los dolores persisten, pues la situación se ha sostenido durante demasiado tiempo, y ahora la agravante es otro más: la masificación turística.
“La masificación turística nos mata”
En verano la explotación laboral se agrava con la llegada el turismo de masas. "Trabajamos mucho más, debemos hacer entre 20 y 30 habitaciones, y el turista que viene nos trae más precariedad", afirma con resignación. Mientras el de negocio no ensucia y es respetuoso, el de ocio "cada vez más degradante". "Comen en la habitación y se limpian con las sábanas, ensucian la moqueta, las cortinas, llenan todo de basura, lo dejan todo por en medio y lleno de arena", describe.
"Esto nos está matando", denuncia. "No es posible acabar estas habitaciones en solo 23 minutos", añade con preocupación. La realidad que enfrentan en esta cadena hotelera no es una excepción; se extrapola a otros hoteles de Barcelona. "En cadenas como Novotel, se exige terminar 25 habitaciones en apenas seis horas", señala. La sindicalista subraya que muchas de estas trabajadoras ni siquiera están en plantilla.
Externalizadas y con otro convenio
La petición de la portavoz es clara: “no a la externalización del servicio”. "Los hoteles deben tener en nómina a las trabajadoras, en plantilla, y pagarles lo que les corresponde", protesta. "No puede ser que cobremos menos de lo que nos marca el convenio, que en la mayoría de casos no es el que nos corresponde", denuncia.
“Nos catalogan como auxiliares de limpieza, pero en realidad somos camareras de piso, una función muy distinta que se utiliza para manipular nuestras condiciones laborales”, expone. "No vamos a consentir que nos recorten nuestro salario y tampoco que nos priven de nuestros derechos de ir al cuarto de baño e ir a beber un vaso de agua", advierte.
CCOO y UGT: ¿Los grandes ausentes?
Las reivindicaciones del colectivo son rotundas: trabajo digno, descansos, un nuevo convenio ajustado, y mejoras salariales. Pero para ello, la intervención de CCOO y UGT, dos de los sindicatos más representativos en España, se vuelve crucial. Sin embargo, a juicio de Vania, no han negociado ni defendido sus derechos como deberían de haberlo hecho. "Desde sus sillones no han movido ni un hilo", critica.
"No tenemos acceso a la conciliación familiar, desconocemos la hora en la que terminamos nuestras jornadas, no tenemos derecho a descansos para comer ni siquiera a beber agua durante el trabajo", protesta la trabajadora, a la vez que menciona los recortes salariales que sufren. "Exigimos el reconocimiento de nuestra categoría y que se refleje adecuadamente en nuestro convenio"."No pararemos hasta conseguirlo", concluye con condolencia, a la vez que con determinación.