Experiencia de terror en una residencia canina de Vilassar de Dalt según unos clientes insatisfechos. Ansiedad, estrés y rozaduras y heridas en el cuello por estar días atados sin salir a pasear. Es el estado en el que Sandra y Cristóbal denuncian que se encontraron a Rumba y Lolo tras dejarlos unos días en la residencia Kynoikos.
La pareja, residente en Barcelona, nunca imaginó que sus vacaciones terminarían de esta manera. Tal y como ellos mismos explican a Metrópoli, a pesar de que otros veranos se han llevado consigo a los perros, este año no les quedó otro remedio que buscar un hotel para Rumba y Lolo. Una decisión que todavía lamentan.
Una segunda opción
El año pasado, Sandra y Cristóbal viajaron al norte de España. Lo hicieron acompañados de Rumba y Lolo: "Nos los llevamos siempre a todas partes", insiste Sandra, que todavía tiene el susto en el cuerpo por lo sucedido durante sus vacaciones. Sin embargo, lo planeado para esta ocasión era distinto: "Íbamos a coger una furgoneta, conducir bastantes horas y subir en ferry. Ya teníamos los billetes comprados para ellos, pero mucha gente nos advirtió de que los perros no lo pasarían bien".
Y es que Rumba padece de piel atópica y Lolo, su fiel compañero, ya no es un cachorro: tiene nueve años. "Nos dijeron que se podían morir en ese trayecto, a 40 grados en una furgoneta". Lo que hizo que la pareja se decantara en buscar una residencia donde dejar a sus mascotas por 20 días. Finalmente, Kynoikos fue la seleccionada en el último momento porque la que habían reservado en primera instancia les dejó "tirados" a cinco horas de marcharse.
Pocas fotos y vídeos cortos
Las sensaciones no fueron malas cuando acercaron a los perros hasta esta residencia ubicada en Vilassar de Dalt: "Nos enseñaron las instalaciones. Cada uno tenía una jaula, pero les dijimos que preferíamos que estuviesen juntos en la misma parcela y no hubo problema". Así, les dejaron sus juguetes y su medicación y se marcharon, no sin antes observar ciertos comportamientos "raros": "Solo conocimos a una mujer de unos 50 años y a su madre, muy mayor. Nos querían cobrar a la vuelta, pero insistí en pagarles por adelantado. Tampoco quisieron quedarse las cartillas veterinarias por si pasaba algo, decían que ellos tenían un veterinario propio", recuerda Sandra.
La dueña, como es natural, quiso saber del estado de sus animales a diario. "El primer día me mandaron cuatro fotos y un vídeo de apenas un segundo. Me dijeron que Rumba estaba algo desconfiada y que Lolo les estaba costando algo de trabajo porque le tenía manía a los hombres". Aún así, Sandra, consciente de la dificultad transitoria, se mostró dispuesta a colaborar en lo que pudiese. Sin embargo, con el pasar de los días, el material gráfico se volvió cada vez más escaso. "Incluso me dijeron que tuviese paciencia porque tenían más trabajo aparte de hacerles fotos a Rumba y Lolo", lamenta la propietaria.
Rozaduras y marcas
Tras un mes de agosto lleno de incertidumbre, el día 26 Sandra y Cristóbal volvieron a por sus peludos. "Nada más bajar del coche, le vi la cara a Lolo y casi me da algo", rememora ella. Pudo leer, dice, en los ojos del perro que algo no iba bien. Además, su compañera Rumba se mostró ansiosa por salir de allí.
Tras pagar 800 euros y subir los perros, muy alterados, al coche, vieron las supuestas lesiones: Rumba tenía el cuello prácticamente desollado, señal de llevar atada muchos días por la correa. Además, ambos tenían los ojos llenos de legañas.
"Nadie los ha maltratado"
Ante el testimonio de la pareja, desde la residencia Kynoikos niegan tajantemente todas las acusaciones. Desmienten que los perros hayan sufrido maltrato durante los 20 días que permanecieron en sus instalaciones y aseguran sentirse perseguidos.
La propietaria del negocio, Irene, apunta a Metrópoli que Rumba era una perra reactiva y que precisamente por esa condición no pudo atarla en ningún momento. Sobre las marcas que el animal presentaba en el cuello, la mujer las atribuye a la piel atópica que padece y al roce que el mismo collar que traía puesto le hizo. "Si estaban sucios es porque están en medio de la montaña. Es como cuando un niño se va de colonias y juegan".
Irene lamenta la mala imagen que el testimonio le ha proporcionado a la residencia canina e insiste en que en Kynoikos aman a los animales: "Que quieran hundir un negocio abierto desde hace 35 años está afectando a mi salud".
Difusión
Costearse un abogado para denunciar a la residencia es "demasiado caro" para la pareja en estos momentos, por lo que quieren difundir su lamentable experiencia por las redes sociales.
La única explicación que el personal de las instalaciones les ofreció, dicen, fue que los animales "no se dejaban coger". "Soy consciente que mis perros ladran, pero no muerden. Si es que ven a un niño y se esconden", defiende Sandra.