Desde hace un par de años, algunos hombres se han instalado en solares vacíos del barrio del Coll, perteneciente al distrito de Gràcia, frontera con Horta. No hay niños. No hay mujeres. Estos varones de mediana edad acumulan chatarra en las chabolas donde también viven.
Los vecinos del barrio son conscientes de la situación, pero a nadie le molesta que estén ahí porque no dañan el barrio, sino que son personas cordiales que ceden el paso, saludan y compran en los comercios. Aproximadamente una vez al mes cargan una furgoneta con la chatarra acumulada y se la llevan a los comerciantes.
Ellos no son un caso aislado. Centenares de inmigrantes malviven vendiendo la chatarra que recolectan en Barcelona a precios irrisorios. Incluso en la parte alta de la ciudad, junto a la plaza de la Bonanova, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, una familia en situación de emergencia social malvive en un solar abandonado.