Está claro que quien colocó la bici entre el árbol y los pilones de madera que lo mantienen recto no fue el niño que la conducía, sino un adulto. Más que nada porque cuesta pensar que un niño sea capaz de levantarla con sus manos y acomodarla de esa manera. Así que sospechamos que igual fue un adulto, que pensó que lo de 'colgar' la bici de los ciclistas va de esto, de colgar la bici en un árbol...
Como gracia tiene un pase, pero al menos podrían haber tenido la gentileza de volver a bajar la bici, más que nada por el bien de todos: de la persona -o niño- a la que le podría caer encima si la bici se desploma; del propio árbol, que no tiene la culpa de estar ahí, o del suelo, que habría recibido el golpetazo de la bici al caer.
Barcelona es amiga de la bicicleta, pero algunos siguen sin entender qué significa ser un buen ciudadano y tener urbanidad.