Lo de cambiar el nombre de las calles puede estar muy bien si se discute donde hay que discutirlo -en el caso de una ciudad, toca en el pleno de un consistorio. También habrá que alegrarse -o no- por un cambio decidido y aprobado oficialmente, aunque luego la alcaldesa se equivoque de siglo y confunda un marino con un facha. Pero lo que habría que evitar es tapar la placa de una calle -en este caso, de una plaza- con un cartel que propugna la nueva denominación. Lo de menos es lo que se pide, que hasta puede aceptarse, pero mientras no se consiga la reivindicación, sería bueno no desinformar al ciudadano que busca una direccción y no quiere perderse.