Una imagen cada vez más habitual en la ciudad es la de las persianas bajadas de aquellos quioscos en los que se vendìan periódicos y revistas. Pero aquí hay alguien que ha logrado aprovechar un espacio, que había quedado inutilizado, para mantener vivo el espíritu de la lectura. Ya no hay prensa, el destino natural del quiosco, pero sí libros.