El alcalde y los habitantes de una turística isla francesa d'Oléron de apenas 30 kilometros de largo, se oponen a la construcción de un restaurante de la multinacional. Una batalla por la defensa de la alimentación orgánica y el desarrollo sostenible que ya dura más de cuatro años y que no solo quiere lanzar un ardúo mensaje al magnate de las hamburguesas. También a cualquier otra multinacional que se planté aterrizar en la pequeña isla.
La isla es la segunda isla más grande de Francia. Su población varía entre 22,000 pobladores en invierno a más de 300,000 en verano y se niegan a convertirse en un destino turístico de "consumo masivo". Tal y como afirmaron los residentes de la isla para el periódico, The Guardian: "Oléron es un lugar hermoso, es importante protegerlo", y añade que: "no necesitamos a McDonald's en un lugar pionero en la alimentación orgánica local, el desarrollo sostenible, el desperdicio cero: formas de vida alternativas que no se basan en el consumo masivo".
UN TRIBUNAL DICE LO CONTRARIO
A pesar de que el mismo alcalde se ha opuesto a la idea de tener un establecimiento como este, el pasado otoño un tribunal en la ciudad de Poitiers dictaminó que la ciudad no podía detener a McDonald's. Si lo hacía enfrentaría multas cercanas a los 300 euros por día.
"Esto no es guerra, es solo sentido común", dijo el alcalde Gendre al periódico The Guardian, "McDonald's representa la manera de hacer las cosas ayer: es la extracción de carbón de los alimentos, totalmente desactualizada".
En todo Francia, la compañía de comida rápida vende más de 2 millones de raciones al día. No es la primera vez que la empresa tiene una relación conflictiva con los franceses. En 1990 el granjero frances José Bové lideró un movimiento similar contra la empresa.