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En una esquina bulliciosa cerca de plaza España, hay un lugar que parece ir al margen del tiempo. Cuando la mayoría de cocinas bajan la persiana, aquí se enciende el apetito.

Simultáneo no cierra. Nunca. Es uno de esos raros espacios en los que el desayuno puede coincidir con la cena y una lasaña recién horneada puede convertirse en el mejor final —o inicio— de una noche larga.

En una ciudad tan marcada por los horarios, comer a cualquier hora es casi una fantasía. Pero Simultáneo ha hecho de esa idea su identidad.

Uno de los platos del restaurante Simultáneo Simultáneo

Abre las 24 horas del día, los siete días de la semana, y se ha transformado en un refugio para quienes viven, trabajan o disfrutan a contrarreloj.

Un punto de encuentro entre mundos

El local no tiene pretensiones de alta cocina. Su encanto está en la normalidad bien hecha: platos reconocibles, abundantes y reconfortantes. Nada de menús kilométricos ni experimentos imposibles.

Lo que sí hay es una carta sólida, pensada para alimentar tanto al que acaba de salir de una guardia médica como al que vuelve de una fiesta a las cinco de la mañana.

En el salón se mezclan perfiles que raramente coinciden en otros lugares. Taxistas, enfermeras, estudiantes y turistas desvelados comparten espacio con naturalidad.

Unos apuran un café con leche antes del amanecer, otros brindan con cerveza justo después de medianoche. El resultado es un pequeño retrato urbano en movimiento, una instantánea de la Barcelona que nunca duerme.

Comer sin mirar el reloj

La propuesta gastronómica se divide en dos caminos. El primero es el del brunch eterno, con opciones como tortillas, huevos rotos y benedictinos, pensadas para quienes desayunan cuando otros cenan.

El segundo, el de los que buscan algo más sustancioso: hamburguesas, pizzas o la popular lasaña de la casa, una receta sencilla que ha conquistado a sus habituales.

Restaurante Simultáneo Simultáneo

La idea no es revolucionar la cocina catalana ni inventar el próximo plato viral. Es algo mucho más básico: ofrecer comida honesta y constante, disponible a cualquier hora. Y eso, en una ciudad que todavía se resiste a los horarios extendidos, se ha convertido casi en un acto de resistencia gastronómica.

Un experimento que funciona

El horario ininterrumpido de Simultáneo lo ha convertido en una especie de laboratorio social. Dentro conviven quienes salen de una guardia nocturna con quienes apenas empiezan la jornada.

A veces se escucha más inglés que catalán; otras, un grupo de jóvenes locales comparte mesa con una familia extranjera que busca algo abierto después de un vuelo tardío.

El ambiente es cambiante pero amable. La decoración no intenta deslumbrar, y quizás ahí radica parte de su éxito: en la sencillez bien ejecutada. El servicio no parece alterarse nunca, sin importar si son las tres de la tarde o las cuatro de la madrugada.

El fenómeno digital del “siempre abierto”

Las redes sociales han hecho su parte. Turistas sorprendidos por encontrar un restaurante operativo a deshoras comparten vídeos que acumulan miles de reproducciones.

En algunos se compara la experiencia con la de un diner americano, aunque la atmósfera de Simultáneo tiene un aire más mediterráneo: menos neones y más conversación pausada.

Plato del restaurante Simultáneo Simultáneo

En plataformas como TikTok o Instagram abundan los comentarios de curiosos que quieren probar “el sitio que no cierra nunca”. Para muchos barceloneses, se ha convertido en una parada simbólica, un lugar donde el tiempo parece más flexible y las comidas, más libres.

Reflejo de una ciudad que cambia

Más allá de la anécdota de poder cenar o desayunar a horas intempestivas, el éxito de Simultáneo refleja una transformación en los ritmos de la ciudad.

Barcelona, que durante años mantuvo un modelo más rígido en los horarios de restauración, empieza a adaptarse a los hábitos de una población diversa: trabajadores nocturnos, creativos, estudiantes internacionales o quienes simplemente viven sin mirar el reloj.

Simultáneo no es solo un restaurante; es una respuesta práctica a un modo de vida contemporáneo, donde las fronteras entre el día y la noche se difuminan. Comer se convierte así en un acto espontáneo, sin etiquetas ni horarios, como si el reloj se quedara en la puerta.

Quienes quieran probarlo pueden hacerlo en pleno corazón de plaza España, número 6, donde el restaurante mantiene su cocina abierta las 24 horas, todos los días de la semana.

El precio medio ronda los 30 euros por persona, y las reservas pueden realizarse en el teléfono 934 26 26 00. Una propuesta sencilla, directa y —como su nombre indica— simultánea con cualquier momento del día o de la noche.