La calle Verdi se ha convertido en “Be-Verdi Hills” –como rezaba un graffiti ya borrado–, Astúries es ahora el Carnaby Street de Gràcia y las tiendas de moda parecen celebrar cada semana su Fashion Week particular. La Vila de Gràcia ha emprendido una carrera de vértigo por modernizar sus comercios. Hay que dejar paso, dicen, a los negocios cool y rendir pleitesía a los turistas indies (y adinerados).
“Los comerciantes hemos cambiado el chip. Se han acabado aquellos negocios que pasaban de padres a hijos y hemos tenido que actualizarnos para sobrevivir. Nuestros clientes ya no son solo los vecinos del barrio de toda la vida, sino los que vienen de otros distritos y los turistas”, explica Albert Polo, de la Asociación Verdi Comerç.
Un simple paseo basta para ver que los comercios de Gràcia han sufrido una auténtica revolución. Ya no hay sitio -en las calles más transitadas- para los colmados, las ferreterías o las fruterías. Ahora se imponen las tiendas de diseño, los comercios ecológicos, los centros de yoga y los muebles vintage.
En calles como Astúries, Ramón Cajal o Travessera de Gràcia sorprende la rápida rotación de los comercios. Muchos de ellos abren y en poco más de dos años desaparecen. La razón, explican los comerciantes, son los precios desorbitados del alquiler, donde el metro cuadrado se sitúa por encima de los 13 euros al mes y los locales rara vez bajan de los 1.000 euros mensuales. “Cuesta mucho mantener un negocio tradicional y varios compañeros han tenido que dejar el barrio. Los alquileres son excesivos en relación a lo que facturamos”, explica Laura Soriano, vocal de la Asociación de Comerciantes de Travessera de Gràcia Centro.
Para resistir a esta dictadura de lo cool, las pastelerías elaboran ahora cup cakes en vez de magdalenas y las tiendas de comida se han reconvertido en comercios “verdes”. Las peluquerías para hombres son ahora barberías para hipsters (véase la Calle de la Perla esquina con Guilleries) y las bodegas de toda la vida compiten con las nuevas tiendas de vinos "modernos", donde el marketing prevalece por encima de todo. “Ahora, por ejemplo, se han puesto de moda las vermuterías, y bienvenidas sean. Veremos lo que duran, ya que somos esclavos de las tendencias”, apunta Albert Polo.
COMERCIOS EMBLEMÁTICOS
La gentrificación, y los cambios en los hábitos de consumo, se han llevado por delante decenas de comercios emblemáticos en el barrio, como la mítica Llibreria Roquer de Jardinets (sustituida ahora por una tienda de artículos de lujo), la pastelería La Colmena de Gran de Gràcia (que busca todavía un nuevo inquilino) o la popular Bodega El Sol (reconvertida en diciembre en un hotel); por poner solo algunos ejemplos.
Desde el Distrito de Gràcia se ha elaborado un plan para no perder “la personalidad” del barrio, en el que se pone especial énfasis en la promoción de los negocios tradicionales. “Hemos impulsado tres rutas para dar visibilidad a los comercios emblemáticos y financiado la creación de la Federació Gràcia Comerç, que será una gran herramienta para hacer frente a los nuevos desafíos comerciales”, señalan fuentes del distrito a Metrópoli Abierta.
Unas medidas que van en el buen camino, pero que los comerciantes califican de insuficientes. "Las iniciativas impulsadas desde el Ayuntamiento son ineficaces, ya que no aseguran la continuidad de los comercios tradicionales", afirma Josep Cruanyes, abogado de la Asociación de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona. Es necesario, según Cruanyes, que se declare la actividad en estos comercios como un bien cultural protegido para evitar su desaparición; tal y como han hecho ciudades como Roma o París.