El casco antiguo de Vallcarca lleva décadas atrapado en una especie de bucle espaciotemporal. Desde que en 1976 se aprobara el Plan General Metropolitano (PGM), la zona que va desde un poco más arriba de la plaza Lesseps hasta el puente de Vallcarca se ha convertido en una mezcla de solares vacíos, edificios expropiados pendientes de derribo y vecinos preocupados por un barrio que se ha deteriorado a marchas forzadas a la espera de definir un modelo urbanístico que responda a las expectativas de todos los residentes y revitalice el maltrecho comercio local.
A principios de marzo el Ayuntamiento de Barcelona concedió una licencia de obra a Núñez i Navarro, el segundo mayor propietario de suelo sin edificar del barrio después del propio consistorio, y Vallcarca amaneció llena de pintadas en contra de la empresa y de la especulación inmobiliaria, aunque el barrio ya estaba cubierto de murales en su contra porque la protesta viene de lejos. A las quejas de algunos movimientos vecinales por la “destrucción del barrio” se une el malestar de otros colectivos por la falta de avances en la transformación de la avenida Vallcarca, que está pendiente desde hace 15 años.
UN BARRIO COMPLEJO
Vallcarca es un barrio complejo y lleno de sensibilidades distintas. Tiene una variedad demográfica que combina residentes de toda la vida, que están mayoritariamente agrupados alrededor de la Associació de Veïns Gràcia Nord, con nuevas familias de corte más libertario que lideran la apuesta por proyectos colectivos a través de la Assamblea de Vallcarca y su asociación de vecinos.
Todos defienden el “espíritu” de conservación del casco antiguo, pero no tienen la misma visión sobre el proyecto estrella de la modificación del PGM, aprobada en 2002: el ensanche y ajardinamiento de la avenida Vallcarca, cuyo último avance notable fue en 2011. Entonces se completó la expropiación y derribo de la finca del mítico hotel de citas conocido como la Casita Blanca, que ahora es un parque desangelado en la intersección de la calle Bolívar con la misma avenida.
Los vecinos de Gràcia Nord tienen como prioridad número uno el proyecto de transformación de la avenida y lo han calificado de “irrenunciable” en continuadas ocasiones. Para esta asociación, se trata de un proyecto clave para oxigenar el barrio y, en ningún caso, aceptarán que se sustituya por viviendas, que es la principal reivindicación de la Asamblea de Vallcarca y otros colectivos.
VIDA DE PUEBLO
La licencia otorgada a Núñez i Navarro afecta a dos solares de la calle Farigola que la Asamblea de Vallcarca reclama para el barrio porque consideran que los planes de la inmobiliaria “rompen con la estética del barrio”. Quieren que el casco antiguo mantenga “la morfología de pueblo que ha tenido siempre, con casas bajas, que la gente se conozca y con comercios de proximidad”, detalla Iru Moner, uno de los miembros de la entidad.
Desde la asamblea consideran que tanto el PGM como el tipo de proyectos que desarrolla la inmobiliaria contribuyen a la “gentrificación, al aumento de los alquileres y a la expulsión de vecinos” y piden que haya una suspensión de licencias en todo el barrio hasta que se consiga un acuerdo entre vecinos, Núñez i Navarro y el Ayuntamiento. Su propuesta es que el consistorio permute los solares, como ha hecho en otras zonas de la ciudad, pero es una opción con poco recorrido por el valor del suelo y la negativa del Ayuntamiento a entrar en la puja.
Desde Núñez i Navarro no han respondido a las preguntas de Metrópoli Abierta, pero en el último número del Independent de Gràcia, el semanario apunta a que la empresa no tiene plazos concretos y que está abierta a retrasar unos meses las obras “si hay una solución rápida”. Por su parte, fuentes municipales han asegurado que la licencia de obras es para “un solar que está fuera del concurso de ideas para la reordenación” de Vallcarca y que, por lo tanto, no se contempla un proceso participativo para definir sus usos.
EL COMERCIO QUIERE SOLUCIONES
Entre los planes urbanísticos inacabados y los debates vecinales, el pequeño comercio de Vallcarca ha visto como el barrio perdía habitantes y como los que se quedaban dejaban de hacer grandes compras. “Entre que hacen las obras y no las hacen, hay un parón en el barrio y lo estamos notando”, lamenta la presidenta de la Associació de Comerciants de Vallcarca, Mari Ángeles Ramos. “La gente está con miedo y hay mucha desinformación, nos preguntan qué pasará con la avenida, si van a hacer algo, y no sabemos qué decir”.
Para ellos lo importante es que la vida vuelva al barrio. “Queremos que haya plazas donde la gente pueda estar tranquila, pasear. Eso es lo que impulsa el comercio de barrio. Un mercado daría mucha vida”. Los comerciantes son conscientes de que el barrio envejece y el encarecimiento de los alquileres, unido a la incertidumbre urbanística, puede dejar a Vallcarca sin ese relevo generacional que tanto necesita.
En parte, esa es la misma idea que defiende la Asamblea de Vallcarca. “Necesitamos espacios públicos donde se pueda mantener la vida de barrio”, añade Moner. Tanto la asamblea como otras entidades satélite defienden un plan popular que incluye la creación de al menos dos plazas: una delante de La Fusteria, junto a la estación de metro, que sería la puerta de entrada a Vallcarca; y otra en un solar de la calle Farigola, de Núñez i Navarro.
CONCURSO DE IDEAS
El conflicto por el futuro del casco antiguo está enquistado desde hace mucho tiempo y por eso el Ayuntamiento lleva años intentando lograr una solución de consenso. Ya en la etapa de Trias se creó una mesa de concertación con distintas entidades del barrio que se sigue reuniendo con una periodicidad mensual y cuenta con el asesoramiento de Arquitectes Sense Fronteres. Aunque es un foro consultivo, ha permitido conocer de primera mano las reivindicaciones vecinales, si bien también ha recibido algunas críticas porque trata el problema por sectores en lugar de buscar una resolución global.
En paralelo, y para atender algunas de las peticiones planteadas en la mesa, en abril de 2016 el Ayuntamiento inició los trámites para realizar una nueva modificación del PGM y conservar un conjunto de fincas situadas en el corazón de Vallcarca, alrededor de las calles de la Argentera y de la Farigola, que ocupan algo más de 3.000 metros cuadrados. El objetivo era evitar nuevos derribos y proteger los edificios típicos del barrio, como Can Carol (que fue adquirida por el consistorio a principios de 2016), pero los movimientos vecinales consideran que no es suficiente. “Si hay una zona de casas y delante construyes un edificio de apartamentos porque está fuera del ámbito de debate, no solucionas nada”, esgrimen desde la asamblea.
El tercer eje de actuación del consistorio fue poner en marcha un concurso internacional de ideas para decidir el futuro de 10.000 metros cuadrados de solares públicos y de dos parcelas privadas, también propiedad de Núñez i Navarro, cuyo resultado debería conocerse este mes, aunque no es vinculante. En su momento, el distrito de Gràcia consideró un hito que una empresa privada aceptara entrar en un concurso de ideas público cuyo objetivo es diseñar “junto a la ciudadanía” el futuro del barrio.
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