Tres días por semana, Emerida Isuf, de etnia gitana y nacida en Albania, imparte clases de inglés a varias chicas de entre 15 y 18 años del barrio de Gràcia. Les enseña conceptos básicos, suficientes para adquirir un nivel adecuado y poder optar en el futuro a plazas laborales competitivas. Isuf lo hace de forma voluntaria, y trabaja también en la concienciación de las familias de la Gràcia gitana sobre la necesidad de evitar el absentismo y abandono escolar de muchas de las adolescentes con un único objetivo: empoderar a las mujeres del barrio para evitar que la gentrificación y el aumento de los alquileres expulse a una comunidad centenaria de Barcelona del barrio.

“Llegué hace poco más de seis meses a la ciudad porque me casé con Ricard Valentí, presidente de la Associació de Joves Gitanos de Barcelona, y me siento parte de la familia gitana de Gràcia”, explica. Y añade: “Sabemos que el mundo es más competitivo y más difícil para las niñas gitanas por no tener una formación adecuada, por lo que combinamos la formación con clases de inglés, puesto que somos conscientes que en una ciudad turística como Barcelona es básico tener conocimientos”.

El turismo como arma de doble filo: crea oportunidades laborales a la misma velocidad que multiplica con la gentrificación el precio de los alquileres. “En los últimos 15 años se han marchado unas 30 familias del barrio, pero es lo que hay”, se resigna Ricardo Valentí, el Patriarca de la Gràcia gitana. Él es uno de los impulsores del tejido asociativo del barrio y el impulsor de la primera penya barcelonista gitana en los años 70. 

Clase de inglés para alumnas gitanas.



Gràcia alberga una de las comunidades gitanas más grandes de Barcelona. Con la Plaça del Raspall como punto de encuentro de la comunidad, diluida por el imparable crecimiento urbanístico y el turismo. “Se trata de las primeras chicas con las que impulsamos este proyecto, ellas deben romper el hielo y servir como modelo para las otras”, expresa Isuf.

Además de la educación de las chicas, la asociación se dedica a la sensibilización de las familias con este tema. “Estamos trabajando con las mujeres gitanas para hacerles comprender la importancia que tiene la educación para sus hijas, porque hoy deben trabajar tanto los padres como las madres”, sentencia Isuf. “A este ritmo dentro de diez años no va a quedar nada, muchos se marchan fuera porque cuando finalizan los contratos de alquiler no encuentran pisos asequibles porque el precio se ha multiplicado”, agrega por su parte Francisco Batista, que también ha colaborado durante muchos años en la Asociación de Gitanos.

“La familia Valentí lleva en el barrio más de 200 años, el abuelo de mi abuelo ya vivía aquí”, recuerda Ricard Valentí, conocido en el barrio como Ricardet, nieto de Ricardo Valentí. De la Plaça del Raspall que él conoció en la infancia durante los años 90 apenas queda el nombre. “Todo ha cambiado muchísimo, la época dorada de la rumba tenía unas fiestas gitanas increíbles, pero acabaron en los 80 con la llegada del culto”, añade. Él conoce las anécdotas que le han contado sus familiares, de cuando conocían aquella parte de Barcelona como la “pequeña Triana” y el calor de la rumba retumbaba a todas horas en la plaza.

Imagen de los entrevistados / DB



La comunidad gitana, de la que la mayoría de sus miembros “viven de alquiler”, según expresa Ricardo Valentí, busca, con el empoderamiento de sus mujeres, la superviviencia en una de las zonas de más relumbrón de la Barcelona turística. Pero siempre sin renunciar a sus creencias y tradiciones. “Además de inglés les enseño romaní, la lengua del pueblo gitano, porque queremos fortalecer la identitad gitana y la lengua es uno de los rasgos mas importantes”, razona Isuf.

El empoderamiento de la mujer en esta comunidad es la esperanza para poder mantener unida la Gràcia gitana y evitar que la gentrificación se la lleve por delante.

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