El fichaje de Immaculada Mayol como directora de Ecología del Área Metropolitana de Barcelona, que ha desvelado Jordi Subirana en este diario, devuelve un viejo glamur a Barcelona. Cuando fue concejala, supuestamente eco-socialista, del Ayuntamiento gritó: “Yo también soy okupa”. Vestía en Gonzalo Comella, usaba bolsos caros y era abucheada en los barrios obreros y por una Colau disfrazada de abeja justiciera. El aparejado de Mayol era el conseller de Interior Joan Saura, quien cimentó el desprestigio de los Mossos d’Esquadra y creía en el zen como táctica policial. Ambos eran en la izquierda muy pija lo más parecido al matrimonio Ceaucescu con barretina. La señora defendía a los okupas a bordo de coche oficial, y su señor mandaba molerlos a porrazos. Lo único que aportaron fue demostrar que los antidisturbios catalanes podían llegar en sólo veinte minutos a la Costa Brava el día que unos bromistas simularon ocupar el jardín de la parejita.

Otro momento estelar fue cuando una huelga colapsó el aeropuerto de Barcelona, pero la pareja partió igualmente de vacaciones por la puerta de los vips. Destapada su deserción, el capitán araña telefoneó a un diario para rectificar que él no vestía bermudas, como se publicó, sino unos piratas, que entonces no eran lo mismo para un piernas peludo. Además de oscurecer la ciudad e inventarse luces que funcionaban a pedales, Mayol reintrodujo halcones para exterminar unas palomas mallorquinas que lo ensuciaban todo. Pero como volaban bajas, los halcones atacaban las jaulas de jilgueros y periquitos en balcones y terrazas. Una empresa amiga cobraba 30.000 euros mensuales por el fracaso. Y como de abatir gratis a las palomas se ocuparon las gaviotas, Mayol se pulió medió millón de euros en un estudio sobre las cotorras.

Cuando a la vista su volátil gestión no fue reelegida, llamó ingratos a los barceloneses. Resentida, pero sin dejar su piso, volvió a su isla natal e ingresó en una empresa de aguas vinculada a los eco-socialistas. Era cuando en la consejería de Medi Ambient de la Generalitat mandaba un camarada y caradura que malgastó millones en buques cisterna llenos de agua contaminada durante una sequía. Como nadie les pidió cuentas de sus tropelías y de sus puertas giratorias, Mayol ha vuelto. Y lo hace acusada de presunto delito ambiental, malversación de fondos públicos y vertidos de aguas fecales en el mar desde una depuradora mallorquina que gestiona alcantarillas y cuya gerente fue ella.

¿Cómo llegó al frente de aguas fecales y cloacas una dama vestida de Gonzalo Comella? ¿Por qué Colau la enchufa en un cargo más alto y más pagado? Visto su talento, lo único que puede aportar la mallorquina es algo de un glamur perdido en Barcelona cuando se junte con su camarada y concejala Janet Sanz, aficionada a ropas de marcas caras y al calzado exclusivo. Quizás ambas, junto a Laura Borràs y Elsa Artadi, envíen al contenedor de reciclaje la estética de Colau, Lucía Martín y la de una política cupija que escribe contra la depilación femenina.