El pasado 17 de mayo se produjo un grave accidente en la línea de Ferrocarrils de la Generalitat a la altura de Sant Boi de Llobregat. El descarrilamiento de un tren de mercancías de la misma empresa precipitó al convoy sobre otro de pasajeros con el resultado de un maquinista muerto y unos 80 heridos de diversa consideración. Corresponde a los tribunales, asesorados por los peritos correspondientes, establecer las causas que provocaron el percance y conviene siempre cierta prudencia al respecto. Pero lo que llama la atención de este suceso es el tratamiento informativo que le dio TV3: no se dijo en ningún momento el nombre de la compañía ferroviaria titular de la línea y de los trenes y, mucho menos, que dependiera de la Generalitat de Cataluña. No acaban ahí las sorpresas. En estos casos acostumbra a producirse un aluvión de autoridades que buscan, primero la fotografía, y luego quizás pretendan informarse directamente en el lugar de los hechos y, tal vez, consolar a las víctimas y sus familiares. En esta ocasión, sin embargo, las autoridades optaron por quedarse en casa o dedicarse a otros menesteres probablemente más urgentes. Sólo acudió Jordi Puigneró, responsable directo de la gestión de la línea. Pere Aragonès andaba celebrando que lleva un año en el cargo.
Compárese con el tratamiento dado a otros accidentes ferroviarios. El más reciente, que también se saldó con un maquinista fallecido, fue el de Castellgalí, ocurrido el 8 de febrero de 2019. La reacción del Gobierno catalán fue muy diferente. Acudió el entonces presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, y con él o por separado varios consejeros del Govern. Y se hizo un amplio despliegue.
Lo mismo ocurrió en el accidente del 20 de noviembre de 2018 en Vacarisses: de nuevo Torra y varios consejeros. Un montón de autoridades catalanas, resaltando la importancia del problema.
En justa correspondencia, TV3 y el 3/24 dieron una cobertura mucho más amplia a los sucesos. Se diría que lo importante era la presencia de cargos públicos y no el siniestro. Además, si en el accidente de Sant Boi sólo se dijo que era una empresa de ferrocarriles, sin especificar cuál, en el de Castellgalí, la palabra Rodalies, asociada a la empresa gestora, figuraba en el titular y el nombre de Renfe estaba en la primera línea. En el caso de Vacarisses, justo es reconocerlo, Renfe no aparecía hasta la línea tercera.
Se diría que para los redactores de TV3 las víctimas de Renfe son mucho más importantes que las de Ferrocarrils de la Generalitat. Y que lo mismo ocurre en las valoraciones del gobierno catalán. Porque no es cosa de pensar que, en realidad, se trata de resaltar los fallos de una empresa gestionada por el Gobierno central, como parte de la guerra tibia que TV3 tiene declarada a todo lo que suene a español.
En este caso, puede ocurrir que los redactores y presentadores de TV-3 actuasen de modo espontáneo, bien por incompetencia o porque comulgan con el fanatismo de no pocos independentistas o por agradecimiento a tener un trabajo bastante bien pagado. También podría ser que fuesen tan escasamente profesionales porque hubieran recibido consignas de sus mandos directos en la empresa o directamente de los miembros del Ejecutivo.
Que el Govern dispone de TV3 y Catalunya Ràdio como si fueran propiedad privada es una obviedad indiscutible. Valga una anécdota: en un viaje relacionado con el tratamiento del agua, poco antes de la rueda de prensa, un consejero se dirigió a la redactora de Catalunya Ràdio que cubría la información y le indicó lo que debía preguntarle. No se lo pidió en privado, sino desvergonzadamente delante de varios compañeros de profesión, la mayoría de los cuales ni siquiera se sorprendió de la zafiedad del gesto. Ni que decir tiene que la redactora hizo la pregunta que se le había pedido que hiciera.
Ahora el accidente de Sant Boi pone de relieve (y las redes, donde todo queda registrado lo memorizan) la manipulación constante de los medios públicos a favor del Govern. En esta ocasión, con motivo del accidente ferroviario. Es posible que también TVE haga lo propio, de ahí que el PSOE haya colocado a su frente a José Manuel Pérez Tornero, hombre de espalda flexible y domesticada, pero el mal de muchos, como dice el refrán, sólo es consuelo de tontos. Además, hoy se trataba de hablar de TV3 y de sus silencios. De cómo sus informativos echan siempre una mano al fanatismo nacionalero. De cómo no se puede uno fiar ya de ella ni en las previsiones del tiempo.