Un vertedero urbano en Santa Coloma: aguas fecales y basura amontonada en el Raval
Varios edificios okupados y la dejadez del Ayuntamiento hacen de Sant Ernest y Pau Clarís un escenario grotesco
1 junio, 2022 00:00Noticias relacionadas
Aguas fecales que forman riachuelos en plena calle, enganches de luz y edificios a punto de derrumbarse. Este es el día a día del vecindario del distrito 5 de Santa Coloma de Gramenet, concretamente de los residentes del barrio del Raval. Las calles de Sant Ernest y Pau Clarís se han convertido en una especie de cloaca urbana caracterizadas por un hedor que, con la llegada del verano, se intensifica cada vez más.
"Las aguas residuales provienen de un edificio de la Avinguda Sanatori", explica Ariel, un vecino de Pau Clarís, a Metrópoli. "Ha debido de haber una fuga y eso sale. El olor es insoportable", denuncia el hombre, que teme que el desperfecto atraiga plagas de bichos o ratas.
"NO ES RESPONSABILIDAD DE VÍA PÚBLICA"
"Somos conocedores", aseguraba el primer teniente de alcaldesa, Esteve Serrano, en la sesión plenaria de este lunes, 30 de mayo. A las peticiones del portavoz de Ciudadanos, Dimas Gragera, sobre la problemática mencionada el gobierno municipal respondía: "La zona la han visitado las regidoras del distrito y también diversos técnicos y técnicas. Incluso hemos entrado en la propiedad, pero no es un tema fácil", sentenciaba Serrano.
Gragera calificaba el panorama de "desolador" e instaba para su inmediata solución. "Los edificios son ruinosos y viven personas. No es solo un problema de okupación sino de emergencia habitacional grave". A estos requerimientos, los socialistas de Núria Parlon se justificaban: "Se ha contactado con Aigües de Barcelona, que han hecho unas catas y han determinado que esto es un tema que compete a la comunidad y no es responsabilidad de vía pública".
OKUPAS
"El número cinco está okupado, el siete también. El seis tiene una chapa a modo de valla porque no vive nadie", explica el indignado Ariel. "El edificio tiene más de 70 años y nunca se ha reformado", comenta Paco, otro residente del número cuatro de Pau Clarís, mientras muestra a este medio el interior de la finca vecina. A través de las ventanas del rellano se pueden ver las vigas apuntaladas del edificio okupado, con claros síntomas de riesgo de derrumbe. Una imagen deplorable que adornan, además, unas bombonas de butano y todo tipo de desperdicios.
Paco asegura que la primera carta que redactó dirigida al Ayuntamiento de Santa Coloma en la que informaba de la precariedad del bloque fue en enero. "Ahora dicen que lo saben desde hace un mes", desconfía el grupo de vecinos.
BARBACOAS E INSALUBRIDAD
El número 10 de Sant Ernest es el foco de todos los problemas. Sin puerta de acceso, el interior, apenas iluminado, de la escalera conduce a través de varios pisos a una azotea en desastrosas condiciones. Techos de uralita --altamente cancerígenos--, muebles viejos, basura, sillas volcadas, cables e incluso una barbacoa decoran la estampa. En la parrilla todavía hay restos de cebollas y huesos de carne. "Parece que ayer hicieron una fiesta", señala Ariel.
La impresionante panorámica desde las que se alcanza a ver el mar o monumentos como la Sagrada Família de Barcelona quedan opacadas por lo inmediato de las vistas. Ariel explica que para acceder a la azotea de su edificio, salta de una terraza a otra: "A veces vengo a limpiarla".
El vecino también cuenta sus proyectos para la comunidad: "Quiero instalar un ascensor, pero hasta que no reformen los edificios no lo haré porque se puede caer todo". Multitud de ancianos residen en el bloque de Ariel. También personas con movilidad reducida que se ven obligadas a subir plantas con muletas y muchas dificultades. A ello se añade la pendiente natural sobre la que están construídos los edificios, que dificulta cualquier modificación en su estructura.
ANTIGUA UBICACIÓN DE UN PALOMAR
Los graffitis del rellano del edificio enteramente okupado revelan otro episodio sucedido durante la pandemia. Un señor criaba decenas de palomas ilegalmente en el mismo terrado, ocasionando numerosas molestias al vecindario. Los Mossos recuperaron en 2020 27 palomas que se empleaban en competiciones deportivas y que habían sido robadas en varios municipios del área metropolitana de Barcelona.
Las aves se encontraban en jaulas de uso deportivo, custodiadas por personas ajenas al edificio, a quienes se denunció por no respetar el confinamiento. Los Mossos supieron después, tras varias indagaciones, que las palomas habían sido robadas meses atrás en diferentes municipios del área metropolitana, entre ellas Cornellà del Llobregat, Sant Just Desvern, Sant Joan Despí, Esplugues de Llobregat y Montcada i Reixac.
Para esas competiciones, a las aves se les pintan con colores vistosos para ser identificados fácilmente, tal como se puede ver en la fotografía que han publicado los Mossos d'Esquadra, y algunos ejemplares se pueden llegar a vender por 20.000 euros.