Son hombres mayores. Son hijos, tíos, padres y abuelos. Son vecinos. Y son gitanos. Atrás queda la típica imagen del patriarca paseándose con un sombrero y un bastón con flecos. No les hacen falta esos distintivos porque todos los conocen. "Nos hemos criado aquí y aquí seguiremos. En el barrio somos siempre los mismos", dice Tío Kine, uno de los más sabios del lugar. A sus 60 años, lleva 50 viviendo en La Mina y su destino no podía ser otro que integrar el consejo de ancianos gitano. El de toda Catalunya: "Nos llaman de Tarragona, Lleida, incluso de Mallorca. Y les da igual la hora. Puede ser ahora mismo como a las tres de la mañana". Cuando es así, toca moverse. Carretera y manta. "Mediamos en todos los conflictos en los que se nos requiere. También en el de los payos, los negros y los chinos", menciona. "No somos racistas".

Secunda sus palabras el Tío Nico, otra especie de autoridad de este barrio de Sant Adrià de Besòs. Ambos mantienen el equilibrio, o lo intentan, especialmente en su comunidad. Algunos problemas se descontrolan y lo reconocen: "Hay gente mala", aunque insisten en que hay "mucha más buena". ¿Qué sucede cuando la escalada del conflicto se dispara a una dimensión mucho más violenta? Ya lo dicen ellos: "Si hay muertes, los implicados se tienen que ir". El destierro, el castigo a pagar que divide a familias enteras, pero que todos acatan sin rechistar. "Ya saben lo que hay y es lo mejor para ellos. Les advertimos de las malas consecuencias que puede traer que no se vayan porque no hay solo una familia afectada, hay dos o tres", explica Tío Nico a Metrópoli.

La Mina GALA ESPÍN Barcelona

UN TRABAJO 24 HORAS

La responsabilidad se la llevan a casa. Y no están solos: tienen esposas, hijos, nietos y sobrinos: "Mi hija está a punto de dar a luz a mi quinto nieto, un niño, y estoy muy emocionado", comenta Tío Kine. Pero no pasa todo el tiempo que le gustaría con ellos: "Mi mujer me reclama a veces, pero no puedo dejar pasar algunos temas". Es un gran peso sobre sus hombros. De su intervención dependen los resultados de peleas, malentendidos y, de vez en cuando, algún encontronazo. Por eso el teléfono le suena a cada rato. "Cada día hay problemas. Quizá no se habla tanto de ellos, pero vamos de aquí para allí sin descanso".

Una vecina de La Mina en uno de los bares de la plaza Camarón GALA ESPÍN Barcelona

Matrimonios. Separaciones. Infidelidades. Suelen ser, normalmente, los temas a resolver. Aunque también se tratan temas de vivienda o ayudas sociales. "Se intenta que todo sea de la manera más pacífica posible y si algún gitano se separa, los gitanitos se reparten, eso siempre ha sido así". No debería haber dilema, pero a veces la cosa se complica. "Si nos llaman tenemos que ir". No pueden negarse y tampoco hay otra opción. A no ser que intervenga la policía.

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POLICÍA Y JUSTICIA

A pesar de que se saben guías, la mano de los ancianos no lo abarca todo. "Cuando se denuncia a la policía, entonces que actúe la justicia". Son muy contundentes con ello porque su labor es paralela a la de los Mossos d'Esquadra o la Policía Local. Pero va conectada: "Ellos nos preguntan muchas veces antes de meterse porque si podemos resolverlo nosotros, mejor". Eso sí, cuando se les llama, el consejo tiene que intermediar hasta el final.

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RESPETO Y SABIDURÍA

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, pero ambos pasean por La Mina y saludan a sus vecinos y amigos de toda la vida con tranquilidad. En la caminata, los hombres insisten en acudir al Centro Cultural Gitano, un lugar de refugio y aprendizaje para las personas con menos recursos. En ese momento, unas seis mujeres llenan la pequeña salita provista de ordenadores de mesa. Algunas cargan a sus bebés en brazos mientras hacen simulacros del exámen teórico de conducir. Los "tíos" son bienvenidos en cualquier parte y se enorgullecen de este tipo de servicios, que ayudan a los suyos a integrarse en la sociedad.

Rafael Perona hijo junto al Tío Nico en el Centro Cultural Gitano GALA ESPÍN Barcelona

Sin embargo, las canas no hacen al maestro. Lo explica Rafael Perona hijo: "Alguien mayor tiene el respeto de todos por la edad, pero lo que hacen ellos no es para todo el mundo". El joven, que se encarga de una gran cantidad de actividades del Centro tras la muerte de su padre y organiza importantes festivales de flamenco en el barrio, valora la labor y la existencia de estos estandartes: "Son los que tienen siempre el primer impacto de cualquier problema y hay que destacar su faena al margen de las administraciones".

Tío Kine y Tío Nico con Rafael Perona hijo a las puertas del Centro Cultural Gitano GALA ESPÍN Barcelona

GRANDES DESTIERROS

Hace años que no se da por la zona un conflicto de enormes magnitudes. Viene a la mente el exilio del 2016 en el que centenares de personas tuvieron que marcharse lejos del área del Besòs. ¿El detonante? El asesinato de un joven gitano a manos de otro en el Port Olímpic de Barcelona.

¿Hay memoria? "Las cosas van pasando", dice el Tío Nico. El tiempo todo lo cura y los conflictos que hace años condicionaron la vida de decenas de familias hoy han quedado atrás. Aunque siempre hay excepciones: el tiroteo que se produjo en el hospital Can Ruti de Badalona hace unos meses tuvo su origen en una agresión de hace siete años, tal y como pudo saber este medio. Desde aquel episodio, en el que hubo varios heridos de bala, ambas familias convivían en el barrio de Sant Roc en aparente armonía hasta que, por una mala jugada del destino, coincidieron en los pasillos del centro médico. El Tío Kine presenció personalmente el altercado en Can Ruti y también medió con las decenas de agentes de los mossos que acudieron esa noche a la montañosa zona: "Aquello que pasó hace tantos años ya se pagó y quienes tenían que responder ante ello lo hicieron. No debería haber pasado", reconoce el hombre, que agradece que el conflicto no llegase a más. "Les dije a cada uno que cuando tuvieran que regresar, me avisaran". Una garantía, o eso pretende el hombre, para apaciguar los ánimos.

El Tío Kine mientras habla con una vecina de La Mina GALA ESPÍN Barcelona

EL DÍA A DÍA

Los que serán los sucesores cuando estos ancianos no puedan más los siguen de cerca. Suelen ser miembros de la misma familia que conocen a la perfección los entresijos de cada comunidad que en el barrio habita.