Un mundo underground se esconde en Sant Adrià de Besòs. Aunque, como bien dice Fausto Ramírez, se oculta "para aquel que no se detiene a mirar". Junto a las vías del tren, en el barrio de Sant Joan Baptista, una antigua fábrica textil se ha vuelto desde hace unos años un punto de encuentro para artistas. Para dibujantes, diseñadores, cantantes e incluso skaters. Vecinos de Sant Adrià que en los 90 eran unos incomprendidos y que ahora se han buscado un hueco en el mundo.
Fausto recibe a Metrópoli en este espacio multiusos, el Arcoworking. Multiusos porque en las diferentes plantas del edificio se respira una atmósfera diferente, pero con el elemento artístico en común. Un repaso por la historia de la cultura urbana de Sant Adrià que el hombre, fundador y también propietario de una marca de ropa con mucho estilo propio, pretende reactivar.
Un albergue para familias necesitadas
La apariencia exterior del edificio, en la avenida d'Eduard Maristany, no deja entrever el universo interior del espacio. Con plantas que asoman sus flores y hojas en las tuberías de la estructura y varios pisos de altura, Arcoworking rezuma historia. La primera planta es ahora un hostel que hace unos meses estaba abierto al público y anunciado incluso en las principales páginas web de oferta de alojamiento turístico. Ahora, sin embargo, está dedicado exclusivamente a familias tuteladas por los Servicios Sociales de Barcelona. "Por las tardes se convierte en chiquipark", dice Fausto, un conocido activista de la ciudad que ha liderado diferentes proyectos realizados en Sant Adrià. "Y también se hacen bailes de salón los viernes".
Enormes cuadros decoran las paredes y Ramírez conoce la historia de cada uno de ellos. Porque quienes los dibujaron y pintaron son jóvenes que han crecido en "el barrio" y han dado el salto fuera de él: "Eran niños a los que se les regañaba si dibujaban en clase y ahora son líderes en el sector donde trabajan", asegura Fausto.
Coworking y skatepark
El espacio funcionó como fábrica textil desde el 1994 hasta el 2010, año en el que la cultura urbana del hip hop, relata Fausto, "pegó un frenazo". Pero ha vuelto: "Vivimos un cambio de ciclo donde la cultura de los 90 vuelve a estar presente, tanto en el espacio musical como en la expresión artística".
Lo que empezó siendo una transgresión ha terminado siendo una institución y este gran espacio en Sant Adrià se convirtió poco a poco en un lugar de diseño y muestras que explota una nueva generación. El skatepark que tiene en su planta subterránea lo demuestra: metros y metros cuadrados de rampas con todo el material necesario para hacer uso de él.
Un proyecto que empezó por su hijo
Fausto recuerda perfectamente el momento en el que se dio cuenta que debía, por el bien de su relación con su hijo, empaparse de esta nueva corriente que emergió en los 90. Un antes y un después que marcaría el principio de su marca de ropa: North Point.
Fue en uno de esos años, cuando su hijo todavía era un adolescente, que se aventuró a llevarlo a él y a unos cuantos amigos en furgoneta hasta Holanda. Allí se celebraba una exhibición de skate a la que acudían miles de personas de toda Europa. "En los lavabos de una gasolinera donde paramos a repostar se tintaron el pelo y cada uno salió con un color distinto". Un gesto que en aquella época podría considerarse transgresor, pero que Fausto vio como una puerta abierta hacia su actual negocio.
North Point
De esta manera empezó creando ropa para su hijo y sus amigos: "Buscaban ropa ancha en la que pudiesen ponerse protecciones por debajo para patinar. Tejidos duros, coloridos", detalla el hombre. Así, poco a poco, su estilo fue adquiriendo cada vez más seguidores: "Me decían que la gente que en aquellos años salía a Razzmatazz llevaban mi ropa". Parecía una tendencia de moda emergente y temporal, pero ya existía: en Estados Unidos era un concepto global.
El fundador de North Point acogió este éxito y abrió cuatro tiendas físicas, aunque ahora la que sobrevive se ubica en las Galeries Maldà. El proceso de creación, eso sí, continúa gestándose en el Arcoworking de Sant Adrià.
Un "cambio de ciclo"
Todas las modas vuelven y esta no es una excepción. Fausto lo explica rodeado de pantalones, sudaderas y camisetas en construcción: "Hay un cambio de ciclo y la cultura de los 90 vuelve a estar presente". Tanto en la música como en la expresión artística, dice. "Vuelve a haber gente que baila en la calle y vuelven los grafiteros, aunque cuentan con poco espacio para ello".
El hombre espera que el hub audiovisual proyectado en las Tres Chimeneas suponga también un espacio para el diseño y la creación. Por el momento, se conforma con ver crecer a artistas locales como Las Ninyas del Corro o El Pez.