Entre las cuatro cuerdas de un ring, dos jóvenes boxeadores miden sus fuerzas en un amistoso sparring. Protegen sus cabezas y demás partes de sus cuerpos mientras se lanzan jabs, directos y algún que otro crochet. El resto de chicos y chicas presentes en el gimnasio los observa, pero no dejan de lado sus entrenos. El entrenador, Juanma Serrato, les arroja consejos que ellos escuchan de fondo entre golpe y golpe, pero los mira con orgullo. Para él, cada alumno es como su hijo y el Gym Boxing Saus, ubicado en Cornellà de Llobregat, es como su casa.
Desde jóvenes promesas hasta adultos que buscan entrenar y mantenerse en forma sin entrar en el mundo de la competición. Este "modesto gimnasio de barrio", como lo define su propietario Juanma, se ha erigido como una vía de escape para decenas de personas. También una alternativa a una mala vida: "Cuanto más tiempo pasen aquí los chavales, menos estarán en la calle".
Un sueño: ser campeón del mundo
Kelvin aterrizó en el Gym Boxing Saus de Cornellà hará un año. Lo cuenta a Metrópoli tras su sesión de sparring. Este joven ecuatoriano de 27 años formó su vida en Badalona, pero llegó un punto en el que quiso darle un giro. En ese momento, Serrato se cruzó en su camino. Lo conoció en uno de esos trabajos que desempeñaba para sacar adelante a sus hijos y le pidió ayuda: "Fui padre joven y necesitaba cambiar de aires y un sitio donde crecer". Aceptó la ayuda del entrenador y hoy es boxeador amateur.
Su próxima pelea, de hecho, la tiene el 2 de junio. Y no le falta preparación: Kelvin se levanta cada día de la cama a las 04:00 horas para salir a correr. A las 07:30 entra a trabajar su jornada laboral de ocho horas (a veces más) tras la que descansa una hora y, de ahí, coge el metro para ir a entrenar a Cornellà hasta las 20:00 horas. Un ritmo brutal que no lo vuelve pequeño. Más bien al contrario: "Esta es mi pasión. Mi sueño no es solo ser campeón de España o de Europa. Es ser campeón del mundo y lo conseguiré aunque me cuesta una nariz o una mandíbula rota".
Una joven promesa
Como dice Juanma, que lleva ocho años siendo el propietario del gimnasio tras pasar por el lugar como un alumno más, "si Kelvin, que trabaja y tiene responsabilidades, puede, un chaval de 16 años no tiene excusa". Serrato es un hombre disciplinado y es eso lo que inculca en sus chicos. "Ahora mismo puedo decir que tengo una de las mejores camadas de niños. Son una pasada". Y entre esos cachorros está Mounir.
Mounir es un adolescente de 16 años que vive en el barrio de Sant Ildefons y cursa bachillerato. Es una de las promesas del Saus y es consciente del peso que lleva sobre sus hombros. Antes de empezar su sesión de entreno explica a este medio que, como cualquier niño, quiso probar suerte en el fútbol, pero su madre no podía llevarlo a los sitios. Ahora ya lleva tres años boxeando y cree que se merece que lo definan como una promesa del deporte: "Entreno mucho cada día y me lo trabajo".
Estudios y boxeo
Eso sí, Mounir quiere seguir estudiando, aunque en ocasiones le cueste compaginarlo con el deporte: "A veces tengo que acabar el entreno 30 minutos antes e irme a estudiar a casa. O si tengo una pelea, tengo que venir más a entrenar y dejar los estudios un poco aparte, pero todo se puede". En el Saus también aprende algo nuevo cada día e insiste en afirmar que es donde más amigos ha hecho.
Juanma también está encima de sus alumnos para eso: "Que no nos encasillen como garrulos", dice. Es, por lo tanto, un trabajo también pedagógico el que desarrolla: "A veces nos hacen más caso a nosotros que a sus padres. Por eso si hace falta que les demos la charla, se la damos". Los intenta llevar, asegura el director deportivo, por el "buen camino". Alejarlos de las calles.
Fortaleza física y mental
Serrato comenzó a boxear con 14 años y ahora, a sus 49, echa la vista atrás y se da cuenta de cómo ha cambiado el sector con el tiempo. "Los perfiles de la gente que viene a un gimnasio de boxeo ya no son los de antes, que era estrictamente el boxeador que quería competir. Ahora nos vienen los típicos chavales, por ejemplo, nerviosos, con algo de agresividad que aquí canalizan", enumera Juanma. "O la víctima de bullying que viene con cero autoestima". También chicas: "Niñas monas con sus uñas largas que boxean o el que quiere entrenar simplemente".
¿Para dar el salto a los combates y veladas? Tienen que pasar el filtro de Serrato: "Yo decido quién sí y quién no. Tienen que ser chicos que ya se han pegado mucho aquí y que estén preparados a nivel físico y mental porque ahí arriba te puedes llevar un desengaño y tienes que saber afrontarlo", explica el propietario del gimnasio. "Además de los entrenos, hay más trabajo detrás. Tema comida, recortes de peso... Me tienen que hacer caso en todo porque para ser competidor se necesita disciplina".
Sacrificio y constancia
La figura del entrenador es fundamental: "Para mí, mi entrenador fue mi referencia. Y esto es lo que quiero transmitirles a ellos", explica Juanma, que tampoco lo ha tenido fácil los últimos meses. El entrenador se sincera ante las cámaras y cuenta que en mayo del año pasado atravesó uno de los peores momentos de su vida a nivel personal. El hombre entró en quirófano por una operación de cadera que lo tuvo tomando antibióticos seis meses y llevando muletas ocho. "Cogí bacterias y lo que debía ser una cosita de nada terminaron siendo ocho horas de intervención y tres operaciones más desde entonces".
El deportista cree firmemente que lo que le hizo seguir adelante fue la "mentalidad del boxeo": "Nunca me he caído. Me llevaba hostias, las recibía y me dolían, pero seguía". Ahora, Serrato ya se encuentra en su peso y está comenzando de nuevo a entrenar. "Con esto no me haré rico, pero me levanto cada día feliz por ir a trabajar", bromea.
Un "gimnasio de barrio total"
Los hay que se pasan todo el día en el Gym Boxing Saus, especialmente en verano. "Es que los tengo que echar", se ríe Juanma. "Vienen por la mañana, se van a las 14:00 horas y vuelven a las 17:00 hasta la noche". Un ambiente familiar: "Somos modestos, pero estamos ahí arriba. Y que nunca perdamos la esencia de barrio", desea Serrato, que solo tiene un objetivo claro: seguir sacando chavales y verlos crecer.