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Buscar piso en Barcelona se ha convertido en una fuente de estrés y desesperación. Así lo refleja el último Barómetro Municipal, donde la vivienda desbancó a la seguridad como la mayor preocupación para los barceloneses este 2025.

Una joven pareja de argentinos que decidió venir a Barcelona el año después de que estallara el covid explica a Metrópoli las dificultades que se encontraron.

Según relata Valeska, las vieron "de todos los colores" antes de asentarse en Sant Joan Despí, el que se ha convertido su hogar después de haber sufrido "lo peor" de la capital catalana.

Pasaron por "cuatro mudanzas, subidas de alquiler descontroladas, allanamientos de morada y decenas de rechazos" por parte de los propietarios, pese a ser muy solventes económicamente.

Una habitación por 1.000 euros

Los primeros meses fueron los más duros, explica la afectada a este digital. Recién llegados a Europa y sin un conocimiento orientativo de los precios de la vivienda, se instalaron en un piso del centro histórico de Barcelona.

Pagaban cerca de 1.000 euros entre los dos por una habitación en el Gòtic que habían alquilado telemáticamente desde Argentina. “Al llegar, nos dimos cuenta de que era carísimo y nos pusimos a buscar, pero descubrimos que es muy difícil”, lamenta la joven.

Calle del Gòtic de Barcelona Ayuntamiento de Barcelona

Pese a tener trabajos solventes, propietarios e inmobiliarias exigían a la pareja como requisitos tener contrato laboral indefinido, presentar las últimas nóminas, la vida laboral, la declaración de la renta y hasta una notificación de cuantos años de antigüedad acumulaban en la ciudad.

“Fue imposible, no sabíamos por qué nos rechazaban. Nuestros sueldos eran altos”, clama con indignación Valeska.

Un alquiler sin contrato

Lo único que encontraron fue, a través de un conocido, un apartamento en alquiler de 1.200 euros en Les Corts. No obstante, no había ningún contrato de por medio y el propietario les subió el precio al cabo del año hasta los 1.600 euros.

Afortunadamente, se trasladaron a un piso “pequeño y viejo”, pero que les gustó, por 850 euros cerca de la calle República Argentina, en el barrio de Vallcarca.

Imagen de archivo de un parque en Vallcarca Ayuntamiento de Barcelona

La pareja parecía, por fin, haber encontrado su lugar en Barcelona. Tenían un contrato con la propiedad de larga duración y el precio era asequible.

Entraron a robar

Durante los últimos dos años, vivieron con toda la comodidad y estabilidad que habían aspirado cuando se mudaron a la capital catalana.

Sin embargo, la sensación de seguridad terminó cuando unos ladrones entraron en la casa. “Nos fuimos un fin de semana de agosto y al volver nos encontramos las luces encendidas, los cristales rotos y todo revuelto. Nos robaron dinero en efectivo”, afirma.

Tras poner la denuncia, los agentes policiales les explicaron que no podían “hacer nada” y que los ladrones también habían entrado en otras viviendas del barrio.

Un agente de los Mossos d'Esquadra David Zorrakino - Europa Press

Crecimiento de la inseguridad

Estos últimos años, Vallcarca se ha convertido en una zona conflictiva, coincidiendo con la proliferación de asentamientos irregulares y okupas.

Además, es un barrio de Barcelona con contrastes, pues la zona de El Putxet, que se encuentra justo al lado, es una de las más caras de la ciudad.

Todo ello, ha atraído a delincuentes en la zona alta y la percepción de inseguridad ha aumentado.

Buscar piso, una odisea

“En septiembre, empezamos la odisea de buscar piso otra vez. Pensábamos que sería más fácil porque los dos ganábamos un buen sueldo y ya teníamos tres años de antigüedad, pero fue incluso más difícil que las otras veces”, recuerda Valeska.

En el último trimestre de 2024, Barcelona ya se encontraba sumida en la crisis de vivienda que todavía perdura en la ciudad. La falta de oferta no compensa la altísima demanda y la competición por encontrar un piso en condiciones es “una locura”, describe la argentina.

Secuelas físicas

“Nos provocó estrés y secuelas físicas. Veíamos como 10 pisos a la semana y cumplíamos todos los requisitos, pero nos rechazaban todos”, explica.

La joven cuenta que siempre aparecía alguien con más solvencia o con referencias. La pareja llegó incluso a pensar que la razón por la que no les escogían a ellos para el piso es porque eran extranjeros.

Una mujer pasa por delante de una inmobiliaria en Barcelona David Zorrakino - EP

Estábamos desesperados”, cuenta Valeska. Aunque pagaban la reserva del piso y preparaban cartas de presentación para los propietarios o las inmobiliarias, siempre obtenían un “no”.

“Además, por suerte, los dos teletrabajamos porque los horarios de visitas eran en horas lectivas y siempre muy inmediato”, critica.

Les recomiendan Sant Joan Despí

Así estuvieron dos meses, hasta que un compañero del trabajo les recomendó que buscaran piso por Sant Joan Despí, y ahí se han quedado.

“Por casi 1.600 euros tenemos un piso de 100 metros cuadrados nuevo, con piscina, terraza, parking y trastero”, celebra la joven.

Además, viven en una zona bien conectada con metro y tranvía. Según la argentina, todo son ventajas. “Voy a Barcelona cuando quiero”, asegura.

La joven destaca que la zona a la que se han mudado tiene menos ruido, es muy tranquila y tiene mucha menos gente que Barcelona.

A pesar de los malos recuerdos de encontrar una vivienda en Barcelona, Valeska asegura que no descartan volver a la gran ciudad, “aunque no ahora”. “De momento, estamos muy cómodos”, afirma.

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