Publicada
Actualizada

Cada vez son más los jóvenes que deciden dejar su ciudad para probar suerte fuera de España. En busca de independencia, mejores salarios o simplemente una nueva experiencia vital, muchos miran hacia destinos lejanos donde empezar de cero.

Es el caso de Zaka, un ingeniero de 26 años del barrio de Llefià, en Badalona, que pasó varios meses en Australia trabajando, viajando y replanteándose su futuro.

Un sueño pendiente: vivir fuera

No pude irme de Erasmus, y siempre tuve esa espinita de vivir fuera un tiempo”, explica Zaka en conversación con Metrópoli.

Tras comparar opciones, Australia le pareció el destino ideal: “Por lo que contaba la gente, por el estilo de vida… no es tanto vivir para trabajar, sino trabajar un poco para vivir. Además, está cerca de países que quería visitar y tiene muy buenas vibes”, cuenta entre risas.

Imagen de Zaka junto a sus amigos en una playa de Australia CEDIDA

Esa mentalidad abierta y relajada de los australianos fue lo que terminó de convencerle. Sin embargo, el salto no fue fácil.

El golpe de realidad

Llegar allí fue durísimo”, recuerda. “Yo tenía una vida estable aquí: trabajo, casa, todo bien. Y de repente dejas todo eso, llegas al otro lado del mundo, y ves que el dinero baja, que duermes con más gente en un hostal, que estás solo.”

La distancia también pesaba: “Con el cambio horario, cuando tú necesitas hablar con tu familia, ellos están durmiendo. Te sientes muy lejos, y ese apoyo que aquí das por hecho, allí no está”, admite.

Imagen de un atardecer en Australia CEDIDA

Aun así, el idioma no fue un problema. “Se me da bien el inglés, y además hay muchos españoles por allí, así que por eso no me costó tanto”, añade.

Burocracia, adaptación y primeros pasos

Los primeros días en Australia estuvieron marcados por el caos. “Tienes que hacer mil cosas: abrir una cuenta bancaria, conseguir número de la seguridad social, buscar piso, conocer gente… todo eso mientras trabajas o intentas encontrar trabajo. Es estresante y solitario al principio”, relata.

Imagen de un mapa de Australia en archivo Pixabay

Poco a poco, sin embargo, fue encontrando su lugar. Primero como repartidor de Uber Eats y después en la construcción: “Son trabajos duros, los que los locales no quieren hacer, pero se gana muy bien. En Uber Eats podías sacar hasta 300 dólares al día, y en la obra llegué a ganar casi 400 dólares, trabajando de siete de la mañana a tres de la tarde, sin turnos partidos ni historias”.

Libertad y esfuerzo

Su rutina se fue equilibrando con el tiempo. “Al principio solo hacía Uber Eats, y con eso me mantenía: comida, alquiler y poco más. Luego, cuando quise ahorrar para viajar por el sudeste asiático, empecé también en la obra. Era duro, pero te daba margen para vivir y disfrutar”.

Lo que más valora de su experiencia es la flexibilidad: “Allí puedes decidir cuándo trabajar. Si no quieres ir un día, lo avisas y no pasa nada. Y lo mismo al revés: el jefe puede decirte que no hace falta que vengas. Es un sistema más libre, te da margen para organizarte la vida”.

Una vida más tranquila

Australia le enseñó otro ritmo vital. “Me sorprendió el concepto de slow life. La gente vive más tranquila, hacen mucho deporte, se levantan al amanecer para surfear o entrenar. Su vida gira en torno a la naturaleza y al bienestar. Aquí en España nos gustaría tener esos hábitos, pero allí es lo normal”, cuenta.

Zaka con sus amigos en una ruta en Australia CEDIDA

Sin embargo, esa calma tiene una cara más fría: “Son muy simpáticos, pero sus interacciones no van más allá de lo superficial. Te preguntan cómo estás, sonríen, pero es difícil crear lazos profundos. Son más cerrados, más para ellos”, confiesa.

Un país caro, pero equilibrado

Si algo le chocó al principio fueron los precios. “El nivel de vida es más alto. Un Monster que aquí cuesta 1,60 allí vale 4,5 dólares. Comer fuera es carísimo: algo que aquí te cuesta unos 15 euros, allí puede llegar a 45 dólares. Pero claro, se compensa con lo que ganas”, explica.

Esa compensación económica, sumada a la calidad de vida, hace que aún hoy se plantee volver. “Allí tienes libertad, sueldos dignos y un entorno que invita a vivir mejor. Pero también estás lejos de todo lo tuyo. Es una balanza complicada”, reflexiona.

Entre el aquí y el allá

De vuelta en Badalona, Zaka reconoce que su experiencia en Australia le cambió la forma de ver la vida. “Allí aprendí que se puede vivir más despacio, disfrutar de las cosas pequeñas y no estar tan obsesionado con el trabajo. Pero también entendí lo que echo de menos de aquí: la cercanía de la gente, las conversaciones de verdad".

Ahora, mientras decide si volver o quedarse, tiene claro que lo vivido valió la pena. “Irte fuera, te enseña mucho. Es duro, pero te cambia. Aprendes a valorar lo que tienes y lo que te falta. No sé si volveré, pero sí sé que no me arrepiento de haber ido".

Noticias relacionadas