“Nos hemos sentido engañados”. Con dolor, indignación e impotencia, tanto Francisco Pérez como sus compañeros intentan rehacer su vida. No es fácil cuando han derribado el colegio en el que has trabajado como profesor durante más de treinta años.
Francisco impartía clases en el Sant Ferran, una escuela concertada de Castelldefels que el 20 de junio cerró sus puertas para siempre. Desde entonces, este maestro, uno de los más veteranos del centro, busca de nuevo trabajo –y justicia–.
Una tarea para nada sencilla, “y menos con mi edad”, expresa en conversación con Metrópoli. A las puertas de su jubilación, este profesor ha tenido que apuntarse a listas. “Confío en encontrar trabajo en dos años”, señala en tono optimista.
En búsqueda de trabajo
Es la única solución que le propusieron desde el Departament d’Educació cuando se anunció el cierre del Sant Ferran: entrar en la bolsa. “En vez de ayudarnos, nos dan la espalda”, lamenta Francisco, que además explica que como la ley no lo ampara, “pierde” la antigüedad y los méritos que había acumulado todos estos años. “Es indignante”, denuncia.
Imagen de archivo del Colegio Sant Ferran de Castelldefels
Aunque a Francisco le han ido saliendo ofertas, se trata de sustituciones temporales, “y de cara a la jubilación no interesa”. Mientras tanto, está estudiando. “Me estoy sacando el C2 de catalán”, afirma.
El inconveniente con el que se ha encontrado este maestro y otros excompañeros de su quinta es que, con la actualización del sistema educativo, es necesario tener un título para cada especialidad, requisito que no cumple, ya que cuando él empezó a ejercer como profesor, “las cosas se hacían de otra forma”.
“A pesar de contar con más de 30 años de experiencia, desde Educació me dicen que no sirve, que necesito el título”, matiza, y añade “empiezo de cero a las puertas de la jubilación”. Por ahora, solo seis profesores han encontrado empleo.
Acuerdo con una promotora
A esta situación cabe sumarle que ni Francisco ni sus compañeros han cobrado la indemnización que les corresponde. La empresa ha ejecutado un expediente de regulación de empleo (ERE), alegando a causas organizativas tras la pérdida de alumnos.
“Nos sentimos engañados, porque este nunca ha sido el motivo real del cierre del colegio”, denuncia Francisco, que, sin embargo, señala a un interés económico. Se pudo entrever la intención de los propietarios del terreno cuando la Generalitat propuso reanudar la concertación y rechazaron dicha oferta. “Han disfrazado la verdad”, sentencia.
Semanas después, y tal como avanzó este diario en exclusiva, la titularidad del centro vendió la parcela, de 2.500 metros cuadrados, a una promotora privada para la construcción de vivienda de alto standing. “En ningún momento tuvieron en cuenta a las más de 300 familias y 40 profesores”, lamenta Francisco.
Terrenos donde se encontraba el Colegio Sant Ferran en Castelldefels
En todo este proceso, Francisco denuncia la falta de apoyo por parte de la administración. Con ello no solo hace referencia a la “poca sensibilidad” del Departament d’Educació, sino a que el Ayuntamiento de Castelldefels “podría haber tardado un poco más en otorgar el permiso de obra a la nueva promotora”.
A la espera de juicio
Varios profesores han demandado a la titularidad del centro, tres conocidas familias del municipio, así como a la promotora que ha adquirido los terrenos. Al principio, tan solo eran una quincena, pero en las últimas semanas se han sumado más compañeros.
“Queremos llegar al final del asunto”, precisan. Por el momento, están pendientes de notificación de una fecha para el juicio.
Mantener la normalidad
Desde el día en que recibieron la noticia del cierre del colegio, el 9 de enero, hasta fin de curso, el profesorado mantuvo la normalidad para que los alumnos sufrieran lo menos posible. “Vino una psicóloga a darnos unas sesiones de terapia para poner en práctica con los niños”, señala Francisco.
En estos momentos de dolor, su mayor apoyo han sido las familias. “Cuando me encuentro con mis alumnos por la calle vienen corriendo a abrazarme”, detalla. Al ser tan solo una línea, eran –en palabras de Francisco– como una gran familia.
