La vuelta del calor a Barcelona trae consigo, de nuevo, oleadas de turistas en busca de conocer los rincones de la ciudad. A medida que el tiempo mejora, hordas de jóvenes procedentes de todo el mundo, ávidos de fiesta y botellón, vuelven a dirigirse a uno de los lugares en los que la actividad turística low cost crea una verdadera tensión con los vecinos: las antiguas baterías antiaéreas del Turó de la Rovira, también conocidas como los búnkeres del Carmel.
Los vecinos del barrio llevan años luchando contra la gentrificación y los efectos nocivos de este "turismo de borrachera". Día a día, cientos y miles de jóvenes encaran las escaleras para subir a los miradores donde, hace solo un año, se llegaban a practicar raves ilegales con equipos de sonido profesionales que imposibilitaban el descanso de los habitantes del barrio y dejaban el monte sucio y degradado.
Ahora, un rápido vistazo en redes sociales revela comentarios en los que se sigue recomendando la zona. De hecho, los vecinos denuncian a Metrópoli que, a pesar de todas las medidas que el consistorio tomó para atajar el problema, todavía se viven, día a día, incursiones de jóvenes deseosos de buenas vistas, fiesta y alcohol.
Botellones
"Con el buen tiempo los turistas atacan de nuevo y colapsan los autobuses del barrio", explica una vecina a este digital. Aunque, gracias al vallado que instaló el consistorio, ahora los miradores se cierran a las 19:00 horas, "la gente salta la valla y cada tarde vuelve el ruido, la música y la suciedad", relata otra.
La Asociación de Vecinos del Carmel, además, añade que todavía no es "temporada alta", que llegará cuando el buen tiempo se asiente en la ciudad. "Durante las últimas semanas ha llovido y hecho frío, por lo que han sido más tranquilas pero, a medida que vuelva el sol, los búnkeres se volverán a llenar". Para la entidad, resulta evidente que los miradores son un atractivo local y es difícil frenar el turismo, pero "el verdadero problema son los botellones".
Critican, asimismo, que las medidas aprobadas e implantadas por el consistorio "funcionaron, pero hasta cierto punto". Ante la problemática vecinal, que alcanzó su apogeo en la primavera del 2023, el ayuntamiento levantó un vallado, colocó vigilancia de efectivos de la Guardia Urbana y se reguló el tráfico en calles como Gran Vista o Mühlberg.
A medida que han pasado los meses, cada vez es más común que grupos de jóvenes salten el vallado cuando llega la hora de cierre. Según relatan los vecinos, los agentes, mucho menos presentes que hace un año, no están sancionando a quienes beben en la zona. Y así, la suciedad vuelve cada mañana a la colina barcelonesa, que amanece con restos de los botellones nocturnos.
Se prevé que cada vez más visitantes acudan a este rincón barcelonés. Para evitar que se produzcan escenas como las de hace un año, con miles de jóvenes bebiendo y ensuciando toda la montaña, el consistorio explica que está preparando un dispositivo que "se pondrá en marcha de cara al verano".
Colapso de la movilidad
Para llegar, además del uso indiscriminado de taxis y VTC que colapsan las carreteras de la montaña, se utilizan los autobuses, que van atestados de turistas. Una de las reclamaciones históricas del Carmel es, de hecho, un autobús que los vecinos puedan utilizar.
"Ahora que se ha quitado de Google el autobús de la línea 116, lo que ha ocurrido es que los turistas llenan los de la línea 86, que también pasa por el barrio", critica la asociación, por lo que no solo no se ha descongestionado la zona, sino que se ha extendido esa congestión.
Peligro en la montaña
Por otra parte, reflexiona la asociación, existe un "miedo" a que los turistas se dispersen por la montaña, en zonas no urbanizadas. En plena sequía, un desecho de cristal o una colilla mal apagada puede ser la causa de un incendio devastador para la montaña y para los vecinos.
Ese temor se complementa con actitudes "irrespetuosas" por parte de los turistas, quienes "se ríen de nosotros cuando les increpamos por beber y actúan con total impunidad. Es muy frustrante", lamentan.
Más vigilancia
"Necesitamos medidas más drásticas. Hay que picar piedra. El Ayuntamiento ha de colocar más agentes e impedir que se celebren botellones. Y, con el tiempo, irán viniendo menos", valoran.
No obstante, que las medidas del ejecutivo local "lleguen siempre mal y tarde" puede obedecer a "intereses que desconocemos", sospechan. El Carmel es un barrio "periférico", que "absorbe turismo de baja calidad" y lo aleja del "centro de la ciudad", sondean.
Hace escasos días, TMB retiró de la web de Bus Turístic la promoción de las baterías antiaéreas del Turó de la Rovira. Pero el interés se mantiene vivo gracias a cientos de vídeos y recomendaciones que circulan por redes sociales como TikTok, llegando a millones de visitantes de todo el mundo, y que todavía venden los búnkeres como punto de reunión, de fiesta y no como el lugar tranquilo, familiar e incluso romántico que hace años que dejó de ser. En definitiva, puede que la situación, gracias a la lucha vecinal y las medidas municipales, no se encuentre en un punto crítico como en la primavera de 2023, pero el problema está lejos de resolverse.