El Ayuntamiento de Barcelona saca pecho por uno de los éxitos logrados en esta legislatura: rebajar sustancialmente la deuda de la Generalitat con el consistorio. Cuando la alcaldesa Ada Colau llegó al sillón de primera munícipe, encontró una deuda de 140 millones de euros. El convergente Xavier Trias ya dejó ese agujero en 106 millones (Artur Mas, en aquel momento presidente de la Generalitat sólo reconocía 55 millones), pero los impagados en los primeros meses de Colau como alcaldesa fueron en aumento e hicieron saltar todas las alarmas.

Al año siguiente, la deuda ya se había rebajado a 90 millones (85 millones según algunas fuentes). Y ahora está en unos 38 millones. Pero ésa es una percepción irreal: el Govern debe otros 46 millones de euros a las arcas municipales en concepto de las ayudas a las guarderías. ¡Y eso sólo por un concepto!. La deuda real, pues, ronda los 84 millones de euros.

Según la oposición, a esa cantidad deben añadirse inversiones varias y ayudas por otros conceptos, en materia de salud, educación o acción social. En el área de Cultura, los responsables de la administración autonómica ya anunciaron un recorte del 15%, por lo que los gastos del consistorio tendrán que incrementarse. “Es cierto que la deuda pura y dura se ha reducido sustancialmente, pero los grandes temas de ciudad están pendientes. Y Colau nunca ejerció su liderazgo de alcaldesa para reclamarlos a la Generalitat y zanjar definitivamente la cuestión”, critican desde los otros grupos municipales.

FRÁGIL EQUILIBRIO DE PODER

La actitud del equipo de gobierno de Barcelona en Comú (BeC) hacia el Gobierno autonómica ha sido muy blanda para la oposición. “Le da mucho miedo que se rompa el frágil equilibrio de poderes que hay en el consistorio con los sectores soberanistas”, critican concejales de la oposición en declaraciones a Metrópoli Abierta. Según estas fuentes, la alcaldesa ha tenido siempre una actitud “muy pasiva” ante el Govern y la achacan a diferentes motivos.

Por un lado, cuando BeC rompió con el PSC, se quedó con una minoría preocupante. Desde entonces, el equipo de gobierno ha intentado gobernar con pactos puntuales, pero no pudo sacar adelante ninguno de sus proyectos, porque fue incapaz de llegar a acuerdos amplios. En los últimos meses, hubo un acercamiento a los dos partidos soberanistas mayoritarios, PDeCAT y ERC, que incluso se pusieron a su disposición para asegurarle su apoyo hasta el final de la legislatura, a cambio, claro está, de algunas contraprestaciones. Entre esas contraprestaciones a las que habían llegado estaba el hacer algunos favores al soberanismo (aceptar algunas de sus iniciativas, facilitar la celebración del referéndum del 1 d octubre…) a cambio de una cierta tranquilidad.

LA AMBIGÜEDAD IDEOLÓGICA

Pero algunas fuentes subrayan también la propia ambigüedad ideológica de Colau. “Con el tema de la independencia siempre ha dado una de cal y otra de arena, aunque la imagen pública ha estado siempre al lado de los independentistas, como lo demuestran las fotografías en todos sus actos. Lo cierto es que a veces predicaba una cosa pero luego hacía la contraria. Esa ambigüedad no es sólo de ella, sino de toda la nueva izquierda en general. Hasta las elecciones de diciembre, en que se evidenció el castigo del votante y perdieron casi la mitad de los escaños. ¿No fue muy dura con la Generalitat por cuestiones de afinidades ideológicas? Puede haber algo de eso, pero de lo que no hay ninguna duda es de que nunca ejerció una presión dura y convincente hacia el Govern”, explica una fuente de la oposición.

Posiblemente sean esas dos circunstancias las que hayan cincelado un perfil bajo de crítica desde las filas de los comunes hacia los soberanistas, aunque desde algunos círculos opositores se apunta un detalle que no deja de tener su importancia: “Durante toda esta legislatura, siempre prefirió no criticar a la Generalitat y sí, en cambio, a Madrid. De hecho, se alió con el soberanismo para cargar siempre contra Madrid, porque eso le salía gratis. De ahí que no le metiese nunca el dedo en el ojo a Puigdemont, que la dejaba tranquila sin mover al grupo municipal de Convergència en el Ayuntamiento”, afirman otras fuentes..

Lo cierto, no obstante, es que la oposición ha vuelto a poner en evidencia a la alcaldesa, al forzar un pleno extraordinario para discutir los asuntos pendientes que la Generalitat tiene con el Ayuntamiento de Barcelona. Era un tema que Colau no quería ni tocar. Pero no ha tenido más remedio que apechugar y transigir. No le han dado opción.

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