Las elecciones municipales de Barcelona son muy importantes. Lo han sido siempre, porque se trata de la capital del Principado (el cap i casal) y, por tanto, quien tiene la Ciudad Condal, tiene Catalunya.

Quizás más que nunca, la votación que está prevista para el 26 de mayo del próximo año puede convertirse en la 'madre de todas las batallas', que fue como Saddam Hussein saludó a la guerra que pensaba ganar a los USA de Bush (padre) y que, a la postre, le acabó costando la ruina a Irak.

¿Podría pasarle lo mismo a Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona? Depende...¿De qué depende?

Dependerá de si la gran fragmentación de candidaturas le acaba favoreciendo en su pretensión de ser reelegida. No hay que olvidar que estas elecciones vienen cargadas con un plus ideológico, inexistente hasta hace relativamente poco, y que va más allá de la tradicional dicotomía derecha-izquierda (añadamos el centro, vale). Ese plus adicional lo marca otra dicotomía, la nacionalista: independentistas frente a constitucionalistas.

Este complejo y dual espectro, que se da también en el Parlament catalán, va a concurrir de manera indefectible en las próximas municipales. Nadie podrá evitarlo, porque el presente nos está dando cada día más lecciones de que la cuestión identitaria ha entrado como un bulldozer en el ámbito electoral. Un ejemplo palmario: las recientes elecciones en Andalucía, como es vox populi.

RÉCORD DE CANDIDATOS

A menos de seis meses de pasar por las urnas -en un domingo en el que también habrá elecciones al Parlamento Europeo-, la cantidad de partidos y personas que han anunciado su pretensión de presentarse como candidatos a la alcaldía de Barcelona se ha multiplicado exponencialmente. Ya no se trata solo de los partidos del arco consistorial. Va mucho más allá.

El panorama se ha ampliado a izquierda y derecha, llenando todas las casillas posibles y reduciendo al mínimo los márgenes entre los que generalmente se mueve el hemiciclo de la política. Hagamos un repaso, a partir de una división en dos grupos: los soberanistas pro-independencia  y los constitucionalistas anti-independencia:

INDEPENDENTISTAS (DE IZQ. A DCHA.)

CUP: antisistema, filo-comunistas. Candidato: por determinar.

ERC: izquierdistas, republicanos. Candidato Ernest Maragall

Barcelona és Capital: plataforma soberanista, ANC. Candidato: el ganador de Primàries Catalunya

PDeCAT: centro-derecha, catalanistas: Candidato: Neus Munté

Barcelona sense Limits: hombre de Puigdemont, Crida. Candidato: Ferran Mascarell

 

CONSTITUCIONALISTAS (DE IZQ. A DCHA.)

Barcelona en Comú: izquierda, antimonárquicos. Candidata: Ada Colau

PSC: centro-izquierda, federalistas. Candidato: Jaume Collboni

Barcelona  Com Tu: transversal, catalanista. Candidato: Daniel Vosseler

Ciutadans: centro-derecha, españolista. Candidato: Manuel Valls (independiente)

PP: derecha, españolista. Candidato: José Bou (independiente)

Vox: ultraderecha, españolista. Candidato: por determinar.

Nosotros: populista, españolista. Candidato: Kurt Jakobi

Esta lista puede parecer cerrada, pero el atractivo de Barcelona está batiendo records en los últimos tiempos, sobre todo por su valor como capitalidad del catalanismo, que no quiere decir del independentismo catalanista.

Lo que ha ocurrido da para un chiste del malogrado Eugenio: ‘Saben aquel que dice que están un francés (Valls) y un alemán (Jakobi), y se presentan a las elecciones de Barcelona…’

Pero es que es la pura verdad. Tanto como que lo que al principio pareció insólito en Manuel Valls (que se presentase como independiente apoyado por un partido, en su caso Cs), se ha repetido en el de José Bou (con el PP) o en el del inclasificable Kurt Jacobi (con Nosotros). O sea: cabezas de lista que no tienen carné de partido.

LA SUERTE ESTARÁ ECHADA

De que Barcelona caiga de un lado (independentismo) u otro (constitucionalismo) dependerá muy mucho el destino de la ciudad, de la autonomía y de toda España. Paradójicamente, hasta este momento Ada Colau, pese a ser muy de izquierdas, ha servido de dique de contención al soberanismo catalán. Como máximo, la sección barcelonesa del Podemos español (Pablo Iglesias y cía) ha concedido el 'derecho a decidir' y un melifluo plan de referéndum para los catalanistas. Pero nada más.

Por el lado ideológico puramente de clase, los Comuns se entienden mucho mejor con la CUP y más allá, ya que su pequeña alianza con el PSC (Collboni llegó a ser concejal) acabó rompiéndose.

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, en un acto público / AB



Si la fragmentación de candidaturas sigue su curso -habrá que ver cuántos llegan al final en solitario, o si pactan antes- todo puede conducir a un nuevo triunfo de Colau, como candidata más votada y obligada a pactar. En 2015 consiguió 11 concejales (con poco más de 175.000 votos), apenas uno más que la entonces CiU (hoy PDeCAT); Ciutadans y ERC tuvieron 5 cada uno, 4 el PSC y 3 tanto el PP como la CUP.

Al final, Colau fue elegida alcaldesa porque no hubo componendas más allá de lo políticamente ideológico. Pero ahora las cosas han cambiado, a raíz de la radicalización del movimiento independentista, que de tanta transversalidad se ha llevado por delante a partidos de uno y otro perfil, CDR mediante. Los resultados de las últimas elecciones autonómicas marcaron el diluvio que nos ha venido encima...

En clave soberanista, el peor escenario para Colau sería un subidón excesivo de ERC, que podría obtener la mayoría si sumase bien con el PDeCAT... y tal vez con la CUP. Pero es que los antisistema se han cansado de la 'flojera' de los partidos tradicionales y está por ver si serían capaces de ceder sus votos a los 'indepes' históricos (ERC) o a los arribistas (PDeCAT) para hacer la pinza a los ‘españolistas’.

PACTOS Y COMPONENDAS

Todo son cábalas, pero, en el caso de que no hubiese una mayoría independentista, también se baraja la posibilidad de un bipartido Comuns-ERC (siempre que sumasen lo suficiente) o de un nuevo tripartito, con la incorporación del PSC. Eso sucedería si ERC continúa con su política más pactista y menos belicosa que la del PDeCAT en el tema independentista, con la posibilidad de posicionarse para el futuro y sobrepasando así a Puigdemont y a todos sus ‘hijos’ putativos.

Manuel Valls, el candidato que vino de Francia / EFE



De cualquier manera, habrá que ver qué da de sí la precampaña -en la que ya estamos inmersos- y, sobre todo, observar quién –y cómo- llega vivo al mes previo, abril, el mes de la pura campaña electoral. Los analistas vaticinan que para entonces algunos habrán arrojado la toalla, o que se habrán integrado en las listas de los más fuertes. En este sentido, los partidos constitucionalistas podrían tener mayor capacidad de pacto para sumar, como ha sucedido recientemente en Andalucía, desplazando así a la marea 'indepe'.

Sea como sea, el 26 de mayo de 2019 Barcelona estará en danza y, con ella, no tan solo el futuro de los barceloneses, sino también el de Catalunya entera. Y eso significa que España aguardará con ojo avizor unos resultados en los que habrá en juego algo más que una ciudad.

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