La CUP de Barcelona hará a comienzos del mes de julio una asamblea para decidir su estrategia en la capital de Cataluña tras haber perdido su representación institucional en el Ayuntamiento en las últimas elecciones municipales. Fuentes del partido independentista señalan a Metrópoli que “lo que debemos ver es porqué la CUP subió en toda Cataluña pero se hundió especialmente en el área metropolitana de Barcelona”. A partir de la reflexión, se aprobará una hoja de ruta para los próximos años, que, en todo caso, pasará por “movilizar la calle, porque la fuerza de la CUP está en la calle”.

Que la alcaldesa Ada Colau no lo tendrá muy fácil es evidente. El independentismo ha de marcar perfil. En el consistorio lo hará Ernest Maragall, en parte para justificar el apoyo recibido como lista más votada. Maragall no puede quedarse atrás y aplicará una estrategia claramente ofensiva. Ya lo dejó entrever en su primer discurso oficial, pero también es la única opción que le queda.

Sin embargo, hay otra izquierda, que se ha quedado fuera del consistorio, que es la que más y mejor mueve la calle. Es la izquierda independentista de la CUP, que no está dispuesta a que se le escapen votos hacia sus rivales de ERC porque les ven como el voto útil. Un escrito de los CDR de este miércoles 19 de junio rechaza los pactos “que se han hecho en todo el Principado con partidos que en su momento han sido defensores del 155, especialmente con el PSC”. Y añade: “Un comentario aparte merece el pacto infame de Barcelona, en el que los pretendidos soberanistas equidistantes han acabado sacándose la careta y poniendo de manifiesto su servilismo con el Estado del Ibex 35 y el artículo 155”. Por eso, defienden que “cada vez se está haciendo más clara, necesaria y legítima la necesidad de la acción popular por medio de mecanismos democráticos al margen de los mecanismos electorales”. Ello quiere decir movilización en la calle y creación de una “estructura paralela” a la de las instituciones que marque la agenda política.

EL DENOSTADO VOTO ÚTIL

Los de la izquierda independentista perdieron 100.000 votos en toda Cataluña. Pero la debacle en la demarcación provincial de Barcelona fue brutal: pasaron de 171.800 votos a 77.666. Y en la ciudad de Barcelona, cayeron de 51.889 a 29.335 sufragios, lo que significó perder sus tres concejales.

“Quizá no fuese el mejor momento para unas elecciones, que estaban muy influenciadas por la política nacional y eso puede significar que se nos hayan comido, al no ser percibidos como el voto útil”, aseguran desde la formación independentista. En la capital, además, hubo una circunstancia especial: se presentaba también Jordi Graupera, con una candidatura auspiciada por la ANC y con el beneplácito de Carles Puigdemont, bajo la marca BCAP-Primàries.

Desde la CUP acusan a que han querido borrarles del mapa por intereses partidistas. “La intención de algunos sectores hiperventilados era dejarnos fuera del mapa municipal. La candidatura de Graupera, no obstante, tiene un deje de derechas y nos querían fuera para poder marcar perfil independentista. Con nosotros dentro del Ayuntamiento, difícilmente podrían marcar ese perfil”, aseguran las fuentes.

LOS INDEPES DE LAS ZONAS RICAS

Así pues, Graupera se nutrió especialmente de votos de JxCat y algunos de ERC, aunque reconocen que desde la CUP se han podido escapar muchos sufragios desde esta formación hacia Esquerra, “a quien se veían como la fuerza del voto útil para poder ganar la alcaldía. La mayor parte de los votos se nos fueron a ERC y es posible que una pequeña parte, a la abstención y otra pequeña parte a los comunes”. Para sustentar que los votos de Graupera provenían de otros nichos, apuntan a que sus mejores resultados “se dieron en las villas históricas de Barcelona, como Gràcia, o en zonas donde vive la gente rica independentista”.

Aún así, a nadie se le escapa que un porcentaje del voto independentista de la CUP se ha podido ir a Primàries. Y ese puñado de miles de votos son los que han privado a la CUP de repetir resultados en el consistorio barcelonés. “Parece que Graupera nos ha restado a todos, pero especialmente a ERC y JxCat. Y es verdad que nosotros, con sólo 6.000 sufragios más, hubiéramos podido quedar a la par que el PP y tendríamos representación en el Ayuntamiento”, dicen.

Ante ello, se abre ahora un “periodo de reflexión de la CUP de Barcelona similar al abierto en la CUP a nivel nacional”. Sin embargo, avisan de que, a pesar fuera del Ayuntamiento, “perdemos una herramienta, pero no la fuerza, porque no somos el PP. No vivimos de las instituciones. Tenemos una estructura diferente que nos permite plantar batalla en la calle”.

LOS DOS CONDICIONANTES DEL FUTURO

Pero hay dos circunstancias que pueden determinar si la hoja de ruta planteada es más o menos tensionadora: por un lado, la sentencia del juicio del 1-O. Esta hito será una inyección de oxígeno a las formaciones independentistas, que tendrán una excusa para movilizar la calle, sea cual sea la sentencia.

Por otro lado, existe la posibilidad de que se adelanten las elecciones autonómicas, lo que haría que los partidos catalanes se tuvieran que poner en pie de guerra para afrontar otras elecciones autonómicas (las quintas) en 8 años. Y en ese caso, la CUP se tendría que poner las pilas para recuperar peso político en el Parlament (en las últimas autonómicas pasó de 10 a sólo 4 diputados). En ese supuesto, el municipalismo que los indepes quieren relanzar como punta de lanza de su estrategia tendría que esperar hasta después de los comicios, lo que daría un respiro al gobierno municipal de Barcelona.

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