La barrera está clara y es alta. En unas elecciones municipales solo se obtiene representación en el consistorio si se supera el 5% de los votos. ¿Eso qué significa? En las elecciones de 2019, el PP logró ese porcentaje por los pelos, 5,01%. Cuando eso sucede se obtienen dos concejales. No se entra con un regidor, sino con dos de golpe. ¿Y cuántos barceloneses participaron? El PP logró 37.786 votos y consiguió ese ansiado 5%, con una participación del 66,17%, o lo que es lo mismo: con una abstención del 33,83%. Fue una de las participaciones más altas de toda la serie de las elecciones municipales desde 1979.
Ahora, en estos comicios de 2023, la participación se prevé mucho más baja, lo que puede beneficiar a los partidos que mantengan más cohesionado a su electorado, a los más fieles. Y eso lo podría celebrar Ada Colau, al frente de los comunes y los partidos minoritarios, como VOX o la CUP, o Valents, que podrían tener representación. En el voto por correo esa circunstancia ya se ha reflejado. Han votado en la provincia de Barcelona por correo, de cara a estas municipales, 54.261 personas, una cifra inferior a la de 65.172 que lo hizo en 2019. Lo mismo sucede en el conjunto de Catalunya. Hace cuatro años votaron por correo, en las cuatro provincias, un total de 92.747 personas. Ahora lo han hecho 72.470.
La serie histórica presenta una lectura evidente. Las elecciones municipales son las que menor participación tienen. El ciudadano se siente realmente concernido cuando llegan las elecciones generales. Las municipales y las autonómicas, especialmente en Cataluña, siempre han presentado esa característica: alta abstención, que desciende cuando se considera que hay cuestiones en juego importantes. La participación suele ser más baja en tiempos de crisis y mayor cuando las cosas van razonablemente bien, y se quiere participar en la vida colectiva.
El profesor de Ciencia Política y exdirector del CEO de la Generalitat, Gabriel Colomé, señala que la baja participación “suele beneficiar a aquellos partidos que tienen a sus electores más motivados, y a los que tienen menos votos”. Esa última circunstancia implica que es “más barato” conseguir un acta de concejal. Y eso vale para esos mismos 37.786 votos del PP de 2019, que si los mantuviera o superara ahora se traduciría en un número mayor que los dos regidores logrados hace cuatro años.
La media de la participación en las elecciones municipales desde 1979 ha sido del 59,3%, bastante inferior a la del 66,17% de 2019. Los diferentes sondeos prevén una participación entre el 55% y el 58%, mucho más cerca de la medida que en los últimos comicios. A la espera de lo que puedan hacer los indecisos, que se calculan en un porcentaje superior al 25%, esa abstención podría dejar a Colau muy cerca de la victoria, porque su electorado es de los más fieles. En ningún caso, en las diferentes encuestas, la candidata de los comunes ha bajado del 20% de votos.
Las elecciones en las que hubo más participación fueron las de 1987, siendo alcalde el socialista Pasqual Maragall, en vísperas de los Juegos Olímpicos, después de que Barcelona fuera nominada para albergar el evento de 1992. En esa ocasión el porcentaje alcanzó el 68,7%. En 2019, esa participación casi se iguala. Àngels Pont, la directora de Gesop, una de las empresas de demoscopia que ha realizado más encuestas en los últimos meses, señala que lo previsible es “volver a la media de participación”, tras indicar que en 2019 el hecho de que se celebraran justo después de las elecciones generales, con “muchos movimientos políticos que llevaran el voto al alza”.
Pont entiende que la baja participación puede favorecer más a los partidos minoritarios, porque el concejal es más barato, en términos de voto. Pero la polarización, a su juicio, entre los partidos mayoritarios, con una dura pugna entre el PSC, comunes y JxCat, es decir, entre Jaume Collboni, Ada Colau y Xavier Trias, impedirá que crucen la barrera del 5%.
Solo VOX se acerca a esa posibilidad. En los distintos sondeos ha bordeado el 4% o lo ha superado por poco. En función de los electores de última hora, del voto protesta, o de los jóvenes que pueden votar por primera vez, la formación que lidera en Barcelona Gonzalo de Oro-Pulido podría cruzar esa puerta.
UN HISTÓRICO DE BAJA PARTICIPACIÓN
En 2019, el PP entró por los pelos y dejó en la estacada a la CUP, que tenía tres concejales en el consistorio. Ahora, la CUP también quedaría fuera, en gran medida porque una parte de los votantes de la formación antisistema se decanta por apoyar a Ada Colau.
La serie histórica lo muestra claro. El pronóstico de Àngels Pont va en línea con las participaciones de otros años. En 2003 fue del 59,22%. Descendió hasta el 49,6% en 2007, con la elección del socialista Jordi Hereu. Y subió algo en 2011, que dio la victoria a Xavier Trias, con el 52,97%. En 2015, unas elecciones determinantes, con la irrupción del movimiento del 15M, los comunes de Ada Colau ganaron con el 60,6%. Y ese porcentaje alcanzó el 66,17% en 2019, con la población muy movilizada tras las elecciones generales del mes de abril.
Ahora todo podría volver a su cauce. Y en esas circunstancias lo que vale "es movilizar a los propios"; según la directora de GESOP. Pero aparece otra cuestión. El mundo independentista mantiene una fuerte discusión interna en estas elecciones municipales. Y determinados referentes han solicitado que no se vote en unos comicios en los que ni el republicano Ernest Maragall, ni el candidato de JxCat, Xavier Trias, se han caracterizado por proclamas soberanistas. Si esas peticiones hacen mella en los dos partidos, se podría beneficiar, además de Ada Colau, el PSC de Jaume Collboni. Pero los expertos demoscópicos consultados no han detectado, en los últimos días, movimientos significativos.