El PSC de Barcelona no es una isla, ni lo quiere ser. Pero la coyuntura política obliga al alcalde Jaume Collboni a tomar decisiones para lograr una mayor estabilidad en el gobierno de la ciudad, al margen de otras combinaciones. Aunque todas las fuerzas políticas –pese a que lo niegan de forma oficial— están pendientes de lo que suceda con la investidura de Pedro Sánchez, con la posibilidad de que se repitan las elecciones generales—Collboni ha tomado nota de lo que ha sucedido esta semana: la sentencia de una juez en contra de la superilla de Consell de Cent, que fue impulsada con determinación por Ada Colau y Janet Sanz, aleja el posible acuerdo con los comunes.

Los socialistas han tenido claro, desde el resultado de las elecciones municipales del 28 de mayo, que el socio natural debía ser el partido de Ada Colau. Y máxime cuando los comunes –integrados en Sumar— son una pieza básica para el gobierno de Pedro Sánchez, si logra la investidura. Pero, ¿cómo puede gobernar Collboni con un partido que ha quedado desacreditado con la sentencia sobre la superilla?

Es la pregunta que se formula ahora el PSC de Barcelona, justo cuando a Jaume Collboni se le abre un nuevo escenario, con todas las entidades económicas y comerciales a favor de un alcalde que ha ofrecido diálogo. “De una forma o de otra se deberá contar con los comunes”, señala una fuente socialista, pero la idea de repetir un gobierno de coalición no motiva a los concejales socialistas.

La calle Consell de Cent de Barcelona / LUIS MIGUEL AÑÓN

La entidad Barcelona Oberta, que presentó las alegaciones contra la superilla de Consell de Cent, ha insistido en que debe quedar atrás la gestión “chapucera” de Colau y su mano derecha, Janet Sanz. La juez sostiene, como argumentaba la entidad que agrupa a los ejes comerciales turísticos de la ciudad, que se ignoró la necesidad de modificar el Plan General Metropolitano y que se hizo porque se quiso “dañar” el comercio del centro de Barcelona, sin pensar en las consecuencias.

POSICIÓN FIRME DE LAIA BONET

La reacción de los comunes ha sido fulminante, con Ada Colau culpando a los grupos de presión de Barcelona y con Janet Sanz en una posición numantina, al señalar que la Generalitat dio el visto bueno a que no se modificara el Plan General Metropolitano. No ha habido autocrítica y se insiste en que, en todo caso, la superilla no se revertirá. Lo dice también Barcelona Oberta, que no pedirá la ejecución de la sentencia, que plasma que la calle debería recuperar los usos anteriores a las obras, con todo el tráfico rodado.

Pero, al margen de los efectos prácticos, la lección para los socialistas es que los comunes no han sabido o no han querido ser interlocutores del mundo económico y comercial de Barcelona. Y Collboni entiende que no puede ir en contra de ellos. Lo que desea, de hecho, es colaborar y llegar a acuerdos de ciudad. Y en esa tesitura tiene los abrazos abiertos de todo ese tejido económico, que le está reclamando sin subterfugios que se olvide de los comunes.

Las dudas del PSC ahora giran alrededor del papel de los dirigentes de los comunes en un posible gobierno de coalición. La advertencia de algunos concejales socialistas de peso es clara: nada de dividir el gobierno en compartimentos estancos, ofreciendo urbanismo o movilidad o comercio a los comunes, sin que el PSC pueda intervenir. Es lo que desean los comunes, una división clara en un gobierno de coalición, con la invitación a ERC para que se sume en un tripartito municipal.

Eloi Badia (1d) y Janet Sanz (2d) con la alcaldesa Ada Colau (i), en un acto de Barcelona en Comú / CG

Ante esa premisa, que se comparte, ¿qué debe hacer Collboni? Por ahora nada, porque el propio alcalde de Barcelona se ha dado tiempo, esperar y ver, y buscar acuerdos con fuerzas distintas en función de los ámbitos de gobierno. La primera piedra será la negociación de los presupuestos de 2024, a mediados de octubre.

La distancia se ilustra con la posición firme de Laia Bonet, la primera teniente de alcalde, que censuró a Ada Colau y a Janet Sanz su falta de cintura, su renuncia al diálogo con los actores económicos de la ciudad. Esa falta de diálogo llevó a la “judicialización” de cuestiones como la superilla de Consell de Cent. Delante se ha plantado Janet Sanz, que se ha enrocado, culpando a Barcelona Oberta y a Foment de rechazar la transformación de Barcelona en el sentido de los nuevos tiempos, para mejorar el medio ambiente.

Noticias relacionadas