Pudo haber sido diferente, pero en todos los sentidos. Barcelona es hoy una ciudad atractiva. No es ni Lille, ni Génova, ni Marsella, que, con un pasado también industrial, no supieron subirse al nuevo tren que suponía la economía basada en los servicios.
Pero Barcelona, que se transformó por completo a partir de los Juegos Olímpicos de 1992, no ha podido del todo mantener las riendas “socialdemócratas” por parte de sus gestores públicos y una parte importante de sus vecinos y vecinas consideran que se han cometido excesos, en particular respecto al número de turistas y a la entrada de capital internacional en el sector inmobiliario.
La batalla por un modelo de ciudad se recrudece cuando el Ayuntamiento de Barcelona, en manos del alcalde socialista Jaume Collboni, afronta la última parte del mandato y prepara las elecciones de 2027.
Las aguas las agita, en el campo intelectual, el ensayista Jordi Amat, que acaba de publicar Les batalles de Barcelona, imaginaris culturals d’una ciutat en disputa (1975-2025).
Amat recupera figuras que fueron determinantes en Barcelona como la de Oriol Bohigas o la de Pep Subirós, uno de los grandes referentes de Pasqual Maragall, el filósofo que estuvo detrás de proyectos como el CCCB o el Macba, el hombre que combatió ferozmente el proyecto nacionalista de Jordi Pujol, --proponiendo un catalanismo inclusivo y moderno, en línea con el alcalde socialista-- y al que le faltó mano izquierda para liderar el ideario cultural de la Barcelona socialdemócrata de los años noventa.
Pep Subirós, el primer director del CCCB
La propuesta es atrevida, pero comienza a existir un cierto consenso sobre ella. La ciudad se había pensado: técnicos, arquitectos, urbanistas y políticos. Desde los primeros años ochenta, con una cita que lo cambiaría todo: los Juegos Olímpicos de 1992.
El ex concejal del PP, Alberto Fernández Díaz recuerda que se produjo “un gran acuerdo” entre partidos muy distintos. El PP pactaba con el PSC los grandes proyectos de la ciudad olímpica. Todo se alineó, siguiendo lo que Jordi Amat denomina como “CT, la cultura de la transición”. La inversión del Estado para esa transformación de Barcelona alcanzó los 900.000 millones de pesetas de la época.
Portada del libro de Jordi Amat
Pero hacia finales de los noventa y en los primeros años 2000 la resaca olímpica ya no daba más juego. La ciudad se había abierto al exterior con enormes resultados positivos, pero también con externalidades negativas. Es lo que plantea Amat.
Alberto Fernández entiende que puede ser un razonamiento “acertado”. El revival que se pretendía con el Fórum de las Culturas en 2004 resultó un desastre, después llegó la crisis financiera y económica de 2008, el procés independentista, y los gobiernos de la izquierda alternativa, y todavía, --ya con el PSC al frente de la alcaldía-- no se ha alcanzado un modelo concreto de ciudad.
Jaume Collboni sacó pecho en el pleno de este viernes. A su juicio, la transformación que vive la ciudad “es equivalente” a lo que sucedió con los Juegos del 92.
El conjunto de actuaciones es enorme. Se trata de obras quirúrgicas, pero intensas: en las Ramblas, en el Eixample, en la Meridiana, en Sarrià-Sant Gervasi, una gran plaza frente a la Sagrada Família, el plan de barrios, las obras en el túnel de la Rovira, el derribo del Pabellón de Italia, la recuperación del Castell dels Tres Dragons, en el parque de la Ciutadella….
Todo ello además de grandes obras como la prolongación de la L8 de Ferrocarrils de la Generalitat, que ha dejado la calle Urgell interrumpida. Barcelona se mueve, hay inversiones, el Ayuntamiento sacará adelante un nuevo presupuesto para 2026, o con los votos de ERC y comunes, o a través de una moción de confianza.
Pero, ¿hacia dónde va la ciudad? Jordi Amat señala en su libro que el equipo maragallista no acabó de defender su proyecto, cuando justo comenzaron a producirse críticas desde la izquierda, a medida que se incorporaban nuevas generaciones.
La impugnación había llegado de la mano de Manuel Vázquez Montalbán, también de la filósofa Marina Garcés, cuya madre, Tona Mascareñas, había trabajado codo con codo con el equipo de Maragall para internacionalizar la ciudad. Bastan las palabras del propio Maragall en el funeral de Mascareñas, en 2002: “Barcelona se ha proyectado al mundo gracias a la credibilidad de personas concretas como la Tona Mascareñas”.
La izquierda llamada alternativa, frente a la izquierda que ha representado el PSC o, incluso en su momento ICV, comenzó a agrietar la herencia maragallista mucho antes que tomaran el poder los activistas –ella misma se declaró así—de Ada Colau.
Joan Roca, ex director del MUBHA, junto al concejal Xavier Marcé
Lo había hecho Manuel Borja-Villel Villel, a través del Macba o profesores como Joan Roca, geógrafo urbanista que sería el director del MUHBA. Había una Barcelona, o muchas barcelonas, que no podían identificarse con el éxito de una ciudad global, imán de millones de turistas y de inversores internacionales –algunos de países del Golfo Pérsico, que se volcaron en nuevos hoteles de lujo.
Sin embargo, el cambio era necesario, fue positivo, aunque esa gestión no se acabó de defender con el suficiente ánimo y persistencia por parte de los políticos socialdemócratas maragallistas. Esa es la tesis de Jordi Amat, que reivindica “el pensamiento” que estuvo detrás de la transformación olímpica de Barcelona.
Manuel Borja-Villel, asesor museístico de la Generalitat de Catalunya
Collboni quiere seguir ese legado. Pero las circunstancias han cambiado mucho. La izquierda alternativa, la que representan los comunes, con o sin Colau, mantienen la impugnación que ya había presentado Vázquez Montalbán o Garcés.
Y los sectores económicos, que pensaban que se podía intensificar esa dinámica transformadora, presionan desde otro punto de vista muy distinto: consideran que Collboni no ha modificado la tendencia de los gobiernos municipales de Colau.
Foment del Treball, que preside Josep Sánchez Llibre, arremete contra Collboni, al hacerlo responsable de que no se haya modificado la reserva del 30% de vivienda pública en las promociones inmobiliarias. En la negociación entre el PSC y Junts, que se vio truncada, Foment entiende que Collboni no llegó al acuerdo porque ya tenía uno previo con ERC para aprobar los presupuestos y las ordenanzas municipales.
Existe un cierto malestar entre los inversores con el gobierno socialista, precisamente por esa falta de dinamismo, pese a las grandes inversiones que están en marcha en la ciudad. También reprochan una alta fiscalidad.
Tener treinta años en 2008
Y la izquierda alternativa pone el foco en la falta de vivienda, aunque durante los mandatos de Colau el Ayuntamiento apenas construyó vivienda pública.
Entre esa doble presión se encuentra el PSC en el momento en el que afronta la segunda mitad del mandato y ya con los ojos puestos en las elecciones de 2027.
Jordi Amat se basa en las creaciones culturales que han explicado esas transformaciones en la ciudad. Uno de los libros importantes para las nuevas generaciones es la novela de Llucia Ramis, Coses que et passen a Barcelona quan tens trenta anys, publicada en 2008, en la que señala cómo en esos años previos a la crisis económica toda una generación ya había constatado que se había quedado en tierra de nadie.
También recoge Amat el clásico de Montserrat Roig, El temps de les cireres, sobre las clases medias del Eixample, y el libro de Juilà Guillamon, La ciutat interrompuda, sobre los saltos históricos de Barcelona, publicado en 2001.
El Ayuntamiento de Barcelona ha reaccionado ante el malestar existente con el turismo, por ejemplo. El teniente de alcalde del área económica, Jordi Valls, aseguró en la sede de Foment y ante el presidente del Gremi d'Hotels, Jordi Clos, que no habrá excepciones respecto a los pisos turísticos y que en 2028 se cerrarán todos con el objetivo de que se incorporen al mercado de vivienda, a través de alquiler o compra. Son cerca de 10.000 licencias turísticas que dejarán de operar como tales.
Valls reivindicó otros sectores para que tiren de la economía de Barcelona y del área metropolitana. No todo es turismo en la ciudad. Hay centros de investigación, biotecnología, ciencias fotónicas, supercomputación, conexión con los nexos más avanzados del mundo. Jordi Amat también lo refleja, abundando en algunas paradojas, que derivan, precisamente, del turismo.
“La paradoja es que gracias a los cruceros hay conexiones directas entre la ciudad y Estados Unidos. La paradoja sobre la paradoja es que el éxito de la proyección internacional de Barcelona, muy importante para acoger inversiones de grandes empresas que traerán talento y buenos sueldos, expulsa a los barceloneses. La paradoja del éxito global de Barcelona es que desposee la ciudad”.
Collboni quiere combatir esa tendencia. Defiende el derecho a vivir en Barcelona, y ha situado el horizonte de 2035 como meta para garantizar el derecho a vivir y trabajar en la ciudad.
De fondo, está la propia pregunta de Jordi Amat, como catalizadora de su ensayo: “¿Si con nuestro trabajo no podemos vivir en nuestra ciudad, podemos decir que vivimos en una ciudad democrática?”
Hay otros debates posibles. Barcelona es también la capital de Catalunya. Amat señala que el procés independentista no ganó Barcelona, y que no provocó una creación literaria de altura. Entre otras cosas, se apunta que no se podía escribir literatura, por tanto, ficción, de algo que en sí mismo ya era ficción.
El líder de Junts en el Ayuntamiento, Xavier Trias, con los concejales Jordi Martí, Neus Munté y Joan Rodríguez, junto al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont
En ese relato sobre la ciudad, y eso puede ser clave de cara a las elecciones de 2027, está la posición del independentismo. Amat constata en varias ocasiones la frase que le comunica Xavier Trias a Artur Mas en la noche electoral de 2015, cuando pierde la alcaldía y la deja en manos de Ada Colau: “Me sabe mal por ti, presidente”.
Es decir, la ciudad no había podido servir a la causa del independentismo, con Artur Mas al frente de la Generalitat. Y el independentismo no había podido generar un discurso atractivo para su capital. Fue un procés sin una capital.
Había muchos más elementos en juego. Un malestar latente, una capital que buscaba, otra vez, su camino.
Esa es la nueva encrucijada en la que se encuentra Barcelona, con un debate intenso sobre qué modelo debe perseguir, con la mochila ya muy cargada.
