¿Se te ha caído un diente? Si vives en Barcelona te voy a indicar dónde puedes dejarlo para obtener un regalito. Como en los viejos tiempos. No, debajo de la almohada, no. Dirígete a la calle del Taquígraf Garriga en el distrito de Les Corts –ve en metro, en bus, en bici, me da igual– y, cuando llegues, mira hacia abajo. Ahí, donde se junta el suelo con la pared, encontrarás una puerta minúscula. Llama: toc, toc, toc. Nadie responderá, pero puedes dejar tu diente porque es ahí donde vive el mismo Ratoncito Pérez.

Bromas aparte, esta es una historia real. Todo empezó cuando un artista anónimo –una suerte de Bansky a la barcelonesa– puso una puerta pequeña con un nombre: Pérez. Los niños del barrio se entusiasmaron con la idea y quisieron contribuir a la decoración de la casa de su gran –pequeño– ídolo.

Así, un día uno llevó una mini silla, otro día otro contribuyó con una alfombrilla casera –no del IKEA– y un mensaje: “No cats”. Porque claro, al ratón más famoso de España no le gustan ni un pelo los felinos. Más adelante otro consideró que le faltaba un parking para meter su mini coche, así que lo hizo.

Otro lo complementó con un símbolo de prohibido aparcar de 22 horas a 7 horas, no fuera caso que el Ratoncito Pérez quisiera sacar su coche y no pudiera por culpa de otro ratoncito. Hasta incluso le pusieron flores y césped en la entrada para que la casita fuera más acogedora. Ah, y una escalerita, para que pueda subir a casa sin tener que saltar.

Poco a poco, los niños –con la ayuda de los padres– le fueron dando vida –¡color!– a una fachada decadente: convirtiéndose así en una obra de arte anónima y colectiva. “Un día mi hijo se empeñó en llevarle un trocito de queso”, ha contado una de las vecinas, Laia Viver, a Metrópoli Abierta.

La parte donde vive 'Max, el gnomo' / LAIA VIVER



Más adelante, otros crearon otra casita para “Max, el gnomo”, tal como se indica en la puerta. Hay cuadros y pequeñas piezas.Y cada día son más. “¡Es curioso porque nadie roba ningún regalo ni lo rompe!”, ha añadido la vecina. Y así ha ido creciendo esta minúscula obra de arte popular. Y, si sigue aumentando, quizá ocupe la calle entera del Taquígraf Garriga que, en un momento dado, podría pasar a llamarse la calle del Ratoncito Pérez. Donde todos acudiremos para dejar nuestros dientes.