Cuenta la leyenda que si llamas tres veces a la puerta –toc, toc, toc– y pones la oreja, oirás al Ratoncito Pérez. Está ahí, detrás de la pequeña puertecita que se ubica en la calle del Taquígraf Garriga en el distrito de Les Corts. A principios de abril, en Metrópoli Abierta desvelábamos en exclusiva esta obra de arte anónima y colectiva que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los niños de la ciudad.

Hace poco conocimos a la Bansky catalana impulsora de este proyecto que nació hace dos años “de forma accidental”. Resulta que a ella le dan miedo los roedores. “Mucho miedo”, explica riendo a Metrópoli Abierta. Cuando era pequeña, su abuelo le contaba la historia de un país que estaba plagado de ratoncitos. Ella escuchaba con estupefacción. De este modo, hace un tiempo, decidió ayudar al Ratoncito Pérez a construirse una casita en Barcelona. “¡Quería superar esta fobia!”, cuenta emocionada.

Empezó colaborando con una pequeña puerta. Luego, los niños del barrio quisieron contribuir con otros objetos útiles: una alfombrita, una escalerita. Más adelante, un hombre jubilado de la zona echó una mano con señales de tráfico para que nadie dejara su coche enfrente del parking del ratón más famoso de España.

Su casa se ha convertido en un auténtico icono y, a día de hoy, ciudadanos de todas partes de la ciudad se desplazan en metro, a pie, en coche –¡como sea!– para visitar la obra popular. De hecho, se transforma a diario. A veces algunos objetos desaparecen y, en su lugar, hay otros nuevos. Anoche, por ejemplo, medio barrio se llenó de purpurina porque el Ratoncito tiene un amigo saxofonista graciosillo al que le gusta gastar bromas y hacer muchas fiestas.

La casa del Ratoncito Pérez en Les Corts | BANSKY CATALANA 



¿Por qué se ubica ahí? Según cuenta la leyenda, decidió ese emplazamiento porque está justo al lado de la antigua pastelería Boages. Antes, por las noches, cuando todos los niños dormían, el Ratoncito Pérez salía a buscar unos dulces que le pasaban las panaderas a través de una ventanita redonda. Hace lo mismo en Madrid, donde tiene su otra residencia –mucho más conocida– en la calle Arenal. ¡No le debe quedar ni un diente con tanto dulce! ¡Por suerte tiene los dientes de leche de los niños!

Aunque no todo es idílico, porque durante este tiempo el Ratoncito Pérez ha tenido que lidiar con varios imprevistos en su casa de Les Corts. Una vez un vecino se asustó con la puerta llena de objetos y la arrancó pensando que era un altar de santería. En otras ocasiones ha tenido que limpiar la entrada de su casa porque los perros que pasan por ahí también dejan su particular regalito.

Ahora está bastante preocupado porque los niños le llevan tanta comida que no le da tiempo a terminársela. ¡Así que la calle del Taquígraf Garriga podría convertirse en el santuario de todos los roedores de Barcelona! ¡Digno de película!