El palacete donde se aloja la Casa de Cantabria de Barcelona es un secreto bien guardado de Pedralbes. En internet apenas hay registros sobre su pasado o su historia; pero el edificio se alza monumental al lado de la plaza de Eusebi Güell, 1.700 metros cuadrados ajardinados en la calle Sor Eulàlia d'Anzizu que un día fueron parte y testigo de la historia española.
Este inmueble tiene un valor de entre 7 y 8 millones de euros y es la sede de la casa cántabra, una modesta sociedad de santanderinos afincados en la ciudad condal que compraron el edificio en 1985 por 25 millones de las antiguas pesetas, lo que hoy serían 150.000 euros. Desde que así lo indicara Miguel Ángel Revilla hace unos años, --entonces presidente de la autonomía-- el gobierno cántabro les ayuda con el IBI (12.000 euros anuales) para evitar que caiga en manos de un particular o un fondo buitre.
Refugio y búnker de Juan Negrín
Poco se imaginaba la sociedad cántabra que bajo el ajardinado palacete se encontraba un refugio de la guerra civil que usaba Juan Negrín, presidente entonces de la Segunda República española. La finca había sido cedida al expresidente republicano por la familia Roviralta, unas de las grandes sagas burguesas de Catalunya, según sostiene el historiador Juan Llarch, para esconder a los altos mandatarios del gobierno en caso de que las tropas franquistas entraran en Barcelona, tal y como terminó ocurriendo.
Este enclave quedó tan bien guardado que hasta 2001 no se descubrió su existencia, cuando unas obras y excavaciones en el recinto destaparon la guarida, que contaba con numerosos pasadizos secretos que escapaban hacia la avenida de Pedralbes por el alcantarillado. Juan Negrín había escogido esta finca por su proximidad con el Palacio de Pedralbes, sede entonces del gobierno de la República de Negrín y Azaña durante los oscuros años de la guerra, según explican desde la Casa de Cantabria a Metrópoli.
Olvidada, rescatada y ahora salvada por Revilla
La vivienda que hoy ocupa la casa de Cantabria quedó olvidada con la llegada de Franco, y durante muchos años fue deteriorándose. En los ochenta, aún extramuros y alejado del centro, Pedralbes no era lo que es hoy, y unos jóvenes directivos de la Gran Peña Deportiva Bolística de Cantabria dieron el pelotazo inmobiliario de sus vidas. Compraron el palacete, lo rehabilitaron y construyeron un restaurante, un salón social, una biblioteca y una bolera, entre otros. Hoy, su precio se ha multiplicado por 50.
Con la transformación urbanística de la ciudad posterior a los Juegos Olímpicos, Pedralbes se convirtió en la zona más elitista de Barcelona, y el IBI comenzó a ahogar a la entidad cántabra, que lanzó un grito de alerta a las administraciones. Una sociedad con menos de 200 afiliados lo tenía difícil para pagar casi 12.000 euros de impuestos municipales, por lo que el Gobierno cántabro de Miguel Ángel Revilla intercedió en 2021 y aportó una ayuda anual a la casa, tal y como explica Jesús Ruiz, su presidente, a este medio.
Sin rastro de 'los Negrín'
La Casa de Cantabria también sobrevive gracias a su restaurante, que ofrece un suculento menú del día a precio razonable; y a sus actividades, excursiones, charlas y campeonatos de bolos, que se celebran dos veces al año en la bolera del palacete. Todo ello queda hoy custodiado por un imponente tejo, árbol sagrado en la comunidad cántabra.
Poco o nada más se sabe acerca del paso de Juan Negrín por este refugio de la zona alta de Barcelona. Apenas unos papeles en posesión de la Casa de Cantabria lo atestiguan, y sus descendientes nunca se han pronunciado al respecto. De hecho, los nietos del expresidente están esparcidos entre Nueva York y París y se niegan a volver a España. Al menos, "hasta que regrese la República", cuyo final exilió a su abuelo y a sus padres, y enterró durante tantos años el recuerdo de este refugio de Pedralbes.