El carrer del Japó resuena. Decenas de personas pican contra sus cazuelas. No quieren el espacio islámico debajo de sus casa. “No estamos cómodos ni conformes con tener un centro de culto islámico u otra etnia, ya que tenemos uno Evangelista en la calle y una escuela de idiomas”, explican en un comunicado. “Excusas”, asegura Abdel, representante de la Comunidad Musulmana de Nou Barris. En realidad, la sensación que dice haberle comunicado el presidente de la escalera contigua es de “miedo” al centro.

Si bien el grupo de vecinos alude a una falta de licencias, el Ayuntamiento de Barcelona ha comunicado a este medio de comunicación que la comunidad islámica sí tiene todos los permisos pertinentes. “La Comunidad Musulmana de Nou Barris dispone de un permiso de obras concedido para la reforma del interior del local del carrer del Japó 28-30, y adaptarlo a un centro cultural y religioso”, apuntan las fuentes municipales.

LA CONSTITUCIÓN AMPARA LA LIBERTAD RELIGIOSA

De hecho, la comunidad musulmana lleva años trabajando con la Oficina d'Afers Religiosos del consistorio, confirma Abdel. Además, tal como explican desde la administración local, “el Ayuntamiento tiene la obligación de garantizar el derecho fundamental de libertad religiosa en conjunción con el respeto a otros derechos y libertades consagrados en la Constitución”.

En el caso que algún vecino ponga en duda los permisos para llevar a cabo cualquier tipo de acto religioso en el local, las fuentes municipales también explican que el artículo 9 de la ley 16/2009 sobre los centros de culto no tiene por objeto someter la actividad religiosa como tal a ninguna autorización o permiso, sino a cumplir con las condiciones técnicas del local. Y este, cumple. “Tenemos derecho a quedarnos en el local”, sentencia Abdel.

LAS ACERAS NO SON PROBLEMA

El último punto que cuestionan quienes viven alrededor del nuevo centro de culto es el espacio de paso que quedará en las aceras. “La vía es muy pequeña y estrecha para tantísima circulación de gente que se puede organizar”, alegan. Un punto sobre el que la Casa Gran desestima hacer ninguna actuación, ya que “el ancho de la acera no condiciona la apertura de actividad en ningun caso”. La normativa municipal establece que la vía ha de tener un ancho mínimo de 6 metros, mientras que en el caso del carrer del Japó este ya es de 10 metros. Además, la afluencia de musulmanes tampoco será elevada, ya que el aforo del centro de culto será solamente de 90 personas y el del centro cultural de 27.

Sin embargo, el mobbing vecinal no es una novedad para la comunidad islámica. Hace dos años ya tuvieron que dejar atrás un local por las presiones a las que les sometieron los vecinos. “Ahora en este nos encontramos con lo mismo, pero de aquí ya no nos vamos”, asegura Abdel. De hecho, su intención ha sido la de reunir a todos los vecinos para explicarles qué harán, “pero siempre nos encontramos con el 'no' y no nos dejan continuar explicándoles nada”, comenta.

SILICONA EN LAS CERRADURAS

“El primer día que trasladamos el material nos encontramos la cerradura con silicona. Otro día nos empezaron a dar golpes a la pared y la persiana constantemente; llamamos a la policía y si vienen nos dicen que 'no habléis con nadie'”, relatan desde la comunidad. Una circunstancia de la cual incluso ha querido sacar tajada la propiedad del local. Si bien el local se alquilaba por 490 euros, cuando el propietario se enteró del tipo de actividad que querían llevar a cabo lo disparó hasta los 850 euros. “Pero al final lo hemos hablado y han sido 800 euros”, matiza el representante islámico.

Desde la comunidad islámica no entienden tanta oposición a su actividad. “En Barcelona hay 450 centros de culto islámico, pero la nuestra parece que sea la primera mezquita; no lo entendemos”, explica confuso Abdel. De hecho, si se amplía con lupa el caso de Nou Barris, el distrito alberga 40 centros de culto. De ellos, 3 islámicos, 43 cristiano evangélicos, 2 de testigos de Jehová y 1 hindú. La mayoría de ellos, instalados en los bajos de edificios de viviendas.

LAS ASOCIACIONES VECINALES RESPALDAN LA COMUNIDAD ISLÁMICA

Si bien son un centenar de vecinos movilizados contra el centro de culto, quienes creían que no habría motivo para actuar (por la normalidad con la que se asumen este tipo de actividades en el siglo XXI), otros vecinos de la Prosperitat han querido dar un paso al frente. “Hay gente que quiere politizarlo y darle un contenido xenófobo, pero el vecindario no está por esa labor; queremos convivencia, descanso, entrar y salir tranquilamente de casa y tener derecho a rezar”, explica Lourdes Ponce, miembro de la Xarxa 9 Barris Acull.

Desde la plataforma lamentan tener que recordar que la comunidad islámica “tienen el mismo derecho que cualquier otra a encontrar un espacio en el que desarrollar sus actividades religiosas y culturales”. Además, aseguran que sus integrantes ya participan desde hace tiempo en el movimiento asociativo de la Prospe, como el Festival de Sopas, la Cultura va Festa o llevando a cabo cursos abiertos de árabe para niños y niñas en el local de la AVV de la Prosperitat. Al comunicado de la Xarxa 9 Barrils Acull también se han sumado otra decena de entidades.

CALDO DE CULTIVO PARA LOS INTOLERANTES

Por su parte, el Casal de Joves de la Prosperitat ha lanzado un segundo comunicado en el que dicen “no a las recientes prácticas racistas y xenófobas de los vecinos de la calle Japón”, así como de “aquella gente que se oponga en firme a la declaración de los Derechos Humanos, sobre todo si en su discurso resulta ser tan cínico e hipócrita que utiliza la misma declaración para dar derechos sin la responsabilidad derivada de su cumplimiento”.

Por su parte, el partido de ultraderecha Plataforma per Catalunya ya prueba de sacar tajada del asunto, y su vicepresidente, Pablo Barranco, no ha dudado en acercarse a las caceroladas y grabar vídeos en los que difunde el ideario anti-islámico de su formación. 

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