En Torre Baró, todo el mundo quiere a El busito como le llaman algunos. Al minibús rojo se le puede ver constantemente serpenteando las difíciles curvas y superando los grandes desniveles de hasta el 20% de uno de los barrios más desconectados del centro de Barcelona. El vehículo acude a la cota más alta de la montaña de Collserola, donde viven centenares de vecinos en casas bajas. Con una llamada, cualquier vecino de la zona puede solicitarlo. En un barrio con mucha población mayor, el bus, que empezó a circular en enero de 2019, representa la única conexión para bajar a la zona comercial o al ambulatorio.
El icónico castillo que preside la colina es en realidad un proyecto inacabado de un hotel construido a principios de siglo XX. Las primeras casas del barrio se levantaron también durante estos años, pero fue a partir de los años 50 cuando la población inmigrante que ya vivía en Barcelona, la mayoría de Andalucía, empezó a construir sus casas bajas. Encarna (70 años) recuerda como su abuela abandonó la improvisada barraca de La Barceloneta para instalarse en una humilde casa en un terreno por entonces muy barato. "El palmo costaba céntimos y por el terreno pagaban 300 pesetas mensuales", explica.
BARRIOS HUMILDES
A ojos del visitante despistado, Torre Baró y Ciutat Meridiana, ubicados en el distrito de Nou Barris, constituyen una sola unidad. Son, sin embargo, dos barrios con grandes diferencias marcadas por su situación urbanística. En la estación de Torre Baró, el tren de Rodalies escupe al forastero en el barrio de Ciutat Meridiana. A la derecha, el paisaje con grandes bloques de viviendas contrasta con la vista de la izquierda, con modernos equipamientos como la biblioteca.
La plaza Eucaliptus, flanqueado con flamantes edificios de viviendas y unas torres onduladas, sede de una residencia de estudiantes de la Universitat de Barcelona, es el epicentro de la reciente transformación llevada a cabo por el Ayuntamiento de Barcelona a partir de 2016 en el barrio más pobre de Barcelona.
Con 10.555 habitantes, Ciutat Meridiana tiene el índice de renta familiar (38,6) más bajo de la ciudad con una media de 100. La tasa de paro del 13% (en 2019 subió respecto a 2018) es también la más alta de la ciudad condal. Carmen está encantada con su barrio. “Se vive muy tranquilo, te sientes en casa”, comenta desde su papelería. A pesar de tener grandes desniveles, salvados por escaleras mecánicas y un pequeño funicular, los comercios y tiendas se concentran en este barrio, a los pies de la montaña de Collserola.
LA LUCHA POR EL BUS
La renta familiar en Torre Baró es algo más elevada (46,5) pero constituye una de las más bajas de la ciudad. Actualmente, el 8,7% de sus vecinos no tienen trabajo. La palabra “abandono” por parte de las administraciones planea durante las conversaciones con vecinos y trabajadores. Durante décadas, lo sufrieron especialmente los habitantes de Torre Baró, instalados en pendientes imposibles montaña arriba. El autobús no empezó a circular hasta 1978 cuando los vecinos, hartos, secuestraron un bus de la red pública para demostrar a las autoridades que sí podía circular por el difícil terreno de la zona.
Vecinos de Torre Baró se disponen a coge el autobús / G.A
Javi, conductor de uno de los dos vehículos de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) que suben y bajan de la ladera de Torre Baró, aun recuerda como Manuel Vital, vecino del barrio y trabajador de la empresa de autobuses, tomó uno de los vehículos para circular por la montaña a cuenta y riesgo de su propio trabajo.
Lo corroboran Emilia y Encarna, de 72 y 70 años, que hablan distraídas en la calle, ajenas al paso del autobús, que pasa a escasos centímetros. “Tenemos las piernas fuertes”, aseguran, sonriendo. “Tomamos el bus casi cada día, pero también hacemos la compra a pie. Andar es muy sano”, insiste Encarna.
SIN PRESENCIA POLICIAL
La densidad de población es otra muestra de las diferencias que separan a ambos barrios. En Ciutat Meridiana viven 291 habitantes por hectárea, mientras que en Torre Baró este indicador es de 16 habitantes. En este último trabaja Paco, dueño del bar Jiménez, uno de los dos únicos bares de Torre Baró.
En los últimos años, la inmigración también se ha notado en este escarpado barrio. “El otro día vino a comer una familia de chinos. Me quedé muy sorprendido, la verdad. La convivencia es buena”, explica. La mayoría de las casas son de particulares, aunque en los últimos años están llegando familias extranjeras que viven de alquiler.
Si una cosa preocupa por igual a los vecinos de ambos barrios es la escasa presencia policial. “A partir de las 22.30 la Guardia Urbana ya no viene”, se queja Micaela Rodríguez, presidenta de la asociación de vecinos de Torre Baró, donde viven 2791 personas. Hace unos días, cinco vecinos llamaron sin éxito a la policía protestando por el jaleo que causaban algunos chavales en la calle. “Dicen que tienen tres coches para todo Nou Barris y que les resulta imposible”, prosigue Rodríguez.
Bloques de pisos e Ciutat Meridiana / G.A
Carolina, de 55 años, tiene experiencias similares. El año pasado su hermana llamó varias veces a la policía por varias peleas entre vecinos de etnia gitana. Los agentes nunca llegaron. Relata lo mismo Carmen, que aún espera a los agentes que nunca llegaron después que un hombre ebrio agrediese a un menor en la calle cogiéndole del cuello.
EL PROBLEMA DE LAS DROGAS
Unos 700 metros colina abajo trabaja Faisal Rahman, al frente de su bar, en la plaza Roja de Ciutat Meridiana, que concentra los principales locales de restauración del barrio. En las tres veces que ha llamado al número de emergencias por las peleas frecuentes que se producen en su bar la policía nunca ha acudido. “Siempre me dicen que son muy pocos agentes”, asegura. El consumo de hachís y cocaína, frecuente entre algunos jóvenes del barrio, es el origen de peleas que se repiten con frecuencia. Rahman está convencido que con más policía, se reduciría el tráfico de drogas en el barrio.
Dos grupos se disputan el control de la droga en Ciutat Meridiana, según relatan los vecinos. Uno está formado por ciudadanos de origen dominicano y el otro de origen marroquí. En 2016, un tiroteo con varios heridos reveló el grado de enfrentamiento de estos clanes por defender su territorio. El mismo Rahman sufrió un atraco a punta de pistola y cuchillo, cuando regentaba un locutorio.
REIVINDICACIONES VECINALES
Desde las alturas de Torre Baró, las disputas de estos grupos no se hacen sentir, aunque la lista de reivindicaciones vecinales es larga. Rodríguez cree que el Ayuntamiento podría hacer más esfuerzos para intentar abrir alguna tienda en el barrio. Los supermercados y los comercios se concentran en el barrio vecino. La asociación de vecinos reclama parques infantiles y aceras, además de asfaltar las vías más deprimidas.
Este enero, los vecinos se quejan de las multas que están recibiendo. “No tenemos sitio para aparcar”, se queja Rodríguez. Los coches, estacionados en cualquier rincón, impiden el paso del camión de los bomberos.