Parecía que el establishment (o lo que ella definía como tal) no la quería (o por lo menos eso es lo que nos hizo pensar) pero ha sido precisamente este quien la ha salvado en esta ocasión. Porque antes que un indepe, tal vez pensaron, cualquier cosa. Y quizá por eso, la cara larga o por lo menos de circunstancia que mantuvo Ada Colau durante casi toda la toma de posesión. Sólo una sonrisa para los suyos en el momento de conocerse el resultado de la votación, donde 3 votos de Manuel Valls le permitían seguir cuatro años más sentada en el trono.
Así que cuando el francés empezó su intervención, la alcaldesa de Barcelona tomó agua (fórmula efectiva para cuando algo se te atraganta). También se colocó el pelo tras la oreja (en ella, gesto que demuestra su incomodidad) al escuchar como Valls le recordaba que gracias a él conseguía el poder (nadie da duros a cuatro pesetas, y si no al tiempo). Tuvo que intervenir, alzarse, para que el parlamento de Valls pudiera proceder. Porque aunque ella había anunciado minutos antes que el lazo amarillo volvería al balcón del consistorio, el ex primer ministro de Francia se dirigió a Quim Forn para asegurarle que no existen los presos políticos ni los exiliados. El alcaldable de JxCat, que salió de Soto del Real para poder asistir al acto, recibió el "en España hay división de poderes" con incredulidad (levantó las cejas y sonrió irónicamente).
Colau habló de feminismo y quiso emular a Alexanadria Ocasio Cortez al proponerse como referente para las niñas de la ciudad que quisieran alcanzar poder o lo que les diera la gana. Sin embargo, quizá la estadounidense tenga otro carisma (incluido el estilo, sólo hay que comparar los atavíos en blanco que cada una escogieron para su gran día) que no imprime por ahora la catalana. Al agradecer a su familia su apoyo se emocionó. La emoción no siempre tiene que ser de tristeza, también puede ser de alegría. Lo digo porque ayer un tertuliano en televisión trató con ese equívoco argumento desprestigiar mi análisis sobre el día en que Colau compareció tras las elecciones -según mi juicio, estaba feliz y, pese a los resultados, ella se creía ya vencedora. Sea como sea, la emoción de Colau dura un suspiro. Porque un segundo después de enjuagarse las lágrimas y entrecortársele la voz; ya cantaba Els Segadors como si nada. Es de celebrar que nuestra alcaldesa sea de tan pronta recuperación...
Los que no cantaron el himno de Catalunya fueron José Bou y Manuel Valls. Como Vox en Andalucía, lo respetaron como un himno extraño (de pie y en silencio) pero no como propio. El popular también se negó a hacer el paseíllo por en medio de la plaza Sant Jaume hasta alcanzar el Palau de la Generalitat. No quería recibir las protestas de los independentistas que se agolpaban entre las dos puertas ni estrechar la mano de Quim Torra. Colau, en cabeza, tomó el camino. Y así como hace cuatro años recibió pétalos de rosa a su paso, hoy le lanzaron algún objeto no identificable pero que no parecía nada poético ni romántico. La alcaldesa llegó a palacio desencajada.
Pero la jornada no había acabado. Y cuando Valls le negó el saludo al President y le reprochó con el dedo índice (culpable), Colau por lo bajini torció el morro y lo abroncó (ya te vale, eso no se hace). Aunque el discurso en la Generalitat fue breve, la alcaldesa mantuvo las manos todo el tiempo en la espalda. Al no tener el plano de cómo se cogía las manos; no sabemos si fue por presuntuosa, porque ocultaba información o porque se sentía esposada. Está claro que en nada lo averiguaremos...