El Barça necesita una sacudida. Un cambio radical en la planificación deportiva. Messi, posiblemente el mejor futbolista de toda la historia, ha anestesiado muchos problemas estructurales en los últimos años. El argentino, Neymar, Luis Suárez, Piqué, Iniesta y Sergio Busquets son el ADN de un equipo que sufre horrores cuando falta una pieza básica. A diferencia del Real Madrid, el grupo de Luis Enrique no tiene un fondo de armario de garantías.
La MSN es muy superior a la BBC, pero las diferencias entre los cracks y los teóricos suplentes son abismales en el Barça. En el Bernabéu, la clase media es mucho más solvente. Hoy nadie cuestiona que el Madrid tiene mejor plantilla y en el Camp Nou silencian los errores, de bulto, cometidos en los últimos años.
Josep Maria Bartomeu es un empresario de éxito y su talante afable no penaliza a la institución. De fútbol, sin embargo, sabe poco. Tampoco son futboleros sus directivos y el Barça pinta muy poco en los grandes organismos: En la Liga, la RFEF, la UEFA y la FIFA, el poder del club ha menguado desde que Sandro Rosell sustituyó a Joan Laporta en la cúpula de una entidad que presume de valores y se vende al mejor postor.
El gran problema del Barça, sin embargo, radica en la ausencia de liderazgo en la institución. Desde hace muchos años, el club ha claudicado siempre ante las demandas de los futbolistas y éstos saben que la entidad está en sus manos. Tal es su influencia que se atreven, descaradamente, a recomendar a Juan Carlos Unzué como sustituto de Luis Enrique porque ven al navarro como una persona dócil. Los buenos resultados de los últimos años han tapado muchos errores.
El Barça debería replantearse muchas cosas. Bartomeu vive en la improvisación y bueno sería que recapacitara sobre el modelo deportivo que requiere el club. Robert Fernández, sin apenas experiencia en los despachos, es el máximo responsable de una estructura que, realmente, depende del entrenador de turno.
Desde que el Barça ganó la Champions en Berlín, el club ha invertido unos 185 millones de euros en ocho futbolistas. De éstos, sólo Umtiti tiene nivel para ser titular. El resto aporta muy poco y los fichajes de Arda Turan y André Gomes fueron sangrantes para las arcas del club. En cualquier empresa seria, el responsable de ambas operaciones ya estaría en la calle. Al turco y al portugués les bastaron con jugar dos buenos partidos contra el Barcelona para ganarse la confianza de Luis Enrique.
El estado de ánimo azulgrana depende de la inspiración de sus estrellas. Los años pasan y el equipo no encuentra recambios de garantías. Robert, como antes pasó con otros, es un hombre de paja y el Barça post-Messi no augura nada bueno. Sin una estructura deportiva real, el club vive en la improvisación. Sería mucho más fácil definir un organigrama con los papeles perfectamente definidos y un profesional que mandara en la parcela deportiva y tomar decisiones impopulares, llegado el caso. ¿Tan difícil es?