La líder de los comunes en Barcelona, Janet Sanz
El Ayuntamiento de Barcelona vira a la izquierda extrema
"Ni Collboni ha de ser el Pedro Sánchez municipal ni puede ser el alter ego sombrío de Ada Colau"
El jueves se aprobaron en una primera instancia los Presupuestos y las Ordenanzas Fiscales de Barcelona para el ejercicio de 2026. El acuerdo fue posible gracias a la reedición del tripartito municipal. El epicentro del consistorio vira así hacia la izquierda extrema y se confirma el retorno de los comunes a un protagonismo de gobierno al incidir y decidir en las políticas de la ciudad.
Este regreso era evitable. Bastaba con presentar las cuentas públicas sin acuerdos con los “ultrazurdos” y ratificarlas por el procedimiento de la cuestión de confianza de la alcaldía, como ya se hizo en el año 2024. Barcelona podría disponer alternativamente de sus presupuestos, sus inversiones e incluso perfilado otro modelo fiscal que no sea el confiscatorio y asfixiante actual.
Hace ya meses que ERC suma con el gobierno municipal. El alcalde Collboni les corresponde cediéndoles protagonismo e incluso acordando actuaciones propias del independentismo como el nombramiento de un Comisionado lingüístico.
Sin embargo, lo novedoso estriba en el acercamiento entre los comunes y el PSC. Una proximidad que no deriva de la aritmética parlamentaria en la cámara catalana o de la estabilidad del gobierno de la Generalitat, sino como consecuencia de las dinámicas propias y recíprocas en el ámbito local.
Aquel alcalde Collboni de 2023 que algunos confiaban que aspiraría a emular durante su mandato a Pasqual Maragall es cada vez más Ada Colau.
La sombra de la exalcaldesa es muy alargada y la influencia de los comunes en el gobierno del PSC es sombría. Esta sombra extensa se prolonga en el tiempo. No solo no se deroga el legado de Ada Colau, sino que se acrecienta.
Las recientes y las anunciadas restricciones urbanísticas o de usos y a la actividad económica o el costoso progreso tranviario por la Diagonal son algunos ejemplos del alumbramiento venidero y continuista de las políticas de la otra vez activista y exalcaldesa.
El ejecutivo local ya no es uno sino dos. El de “iure”, el de los diez concejales socialistas, lo es en solitario y el otro, el “de facto”, está en la penumbra y emerge junto a los comunes y cada vez más se asoma a la luz.
Jaume Collboni mantiene intacta la financiación de las entidades y de los think tanks de la izquierda extrema con subvenciones públicas generosas, sin retorno social ni de ciudad.
La sumisión y los complejos ante la flotilla a Gaza para evidenciar que no era más que una operación de marketing político y personal de la exalcaldesa son clamorosos en el alcalde.
El atronador silencio y pasividad gubernamental ante los desórdenes de las manifestaciones, sic, propalestinas, con apoyo expreso de los comunes, delata que no los quiere enojar. Un alcalde impasible ante la paralización de la ciudad y el impedimento de la libre circulación de personas y vehículos en Rondas, y accesos al puerto o por el centro y con retornos a la kale borroka de antaño.
El hoy alcalde fue en el ayer teniente de alcalde de Ada Colau y ahora ella se proyecta cual alcaldesa a la sombra de Jaume Collboni.
Después de renunciar a la concejalía opositora tras la renegación de ella de los barceloneses como alcaldesa en las urnas, Ada Colau aguarda el momento de decidir si se presenta o no a las elecciones municipales próximas.
Por si acaso opta, precisa antes de notoriedad pública, de la flotilla, de presencia mediática, del protagonismo municipal de los comunes y que su partido modifique el código ético que le permita presentarse de nuevo a unos comicios. Cuenta con un aliado sorprendente. Su antiguo socio, después rival y ahora cooperador necesario, Jaume Collboni, que le facilita las coordenadas precisas a tal fin.
Confío que el alcalde rectifique pronto antes de que sea demasiado tarde.
Que sea consciente que le está haciendo la precampaña a Ada Colau y perjudicando a la ciudad con sus políticas de acercamiento a ella. Los casi veinte millones de publicidad institucional y de autobombo de la gestión municipal no pueden maquillar su balance de gobierno.
Tampoco una aparente distancia con los comunes y de su forma de ser y hacer se plasmará únicamente con puntuales, superficiales o aparentes controversias en la Ordenanza de Civismo, en seguridad u otras cuestiones capitales.
Ni Collboni ha de ser el Pedro Sánchez municipal ni puede ser el alter ego sombrío de Ada Colau. Será deseable que cualquier viraje a la izquierda extrema se torne de inmediato en un giro a la centralidad barcelonesa.