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‘La llamada de la soledad’, una iniciativa que visibiliza la soledad no deseada de las personas mayores

‘La llamada de la soledad’, una iniciativa que visibiliza la soledad no deseada de las personas mayores

Opinión

La soledad no deseada, un asunto público

"La soledad no depende solo de tener interconexiones sociales, pero se pueden tener relaciones y sentirse solo. La calidad es lo importante"

Publicada

Javier Lambán, el fallecido presidente de Aragón, se presentó a las últimas elecciones autonómicas con una propuesta estrella: crear una consejería de la Soledad. Le cayeron chuzos de punta, pero tenía razón porque los números le amparaban en su Aragón natal donde la soledad no deseada llegaba al 70% de la población. En Barcelona, aproximadamente el 13% de los residentes viven solos, según el padrón de 2023, aunque la soledad no deseada afecta a más personas. La soledad no deseada afecta a jóvenes, a mayores, o a personas de media edad que se han separado o enviudado.

El 12% de los menores de 16 años se sienten solos y más de un 44,4% de los mayores de 65 años. La cosa no mejora en la franja de 18 a 24 años donde el 28,4% de estos jóvenes s sienten solos, muy por encima de los mayores de 55 años que se quedan en el 14%. Según el propio consistorio la cifra también es importante en la franja de 35 a 44 años.

Conclusión: tenemos un problema de soledad no deseada, pero ¿cómo afrontarlo? La respuesta no es fácil porque la sociedad competitiva, insolidaria e impersonal en la que vivimos complica el escenario. "No hemos nacido para vivir solos, salvo que deseemos vivir solos", como decía Lambán.

El Hospital Sant Joan de Déu, Cruz Roja o la Fundación La Caixa han lanzado campañas contra la soledad. Son campañas necesarias y son bienvenidas porque buscan que las personas que se sienten solas reconozcan su carencia verbalizando que se sienten solas.

Sin embargo, creo que estas iniciativas son insuficientes. Que Generalitat y Ayuntamiento deberían ponerse las pilas para sensibilizar a la sociedad. Como dice la campaña de la Fundación La Caixa “la soledad no se ve, se siente”.

Y sí, ciertamente no se ve. En estos días hemos conocido el caso de una persona que vivía sola y que llevaba quince años fallecido en su domicilio. Es un ejemplo tremendo, pero todos conocemos a gente sola pero ante el problema nos ponemos de perfil. Porque es la soledad es un tabú.

Consecuencias: sociales pero también sanitarias. Depresión, ansiedad, obesidad, deterioro cognitivo son solo algunas. La soledad no depende solo de tener interconexiones sociales, pero se pueden tener relaciones y sentirse solo. La calidad es lo importante. Las campañas alertan pero no dan soluciones. Las aplicaciones, de citas por ejemplo, pueden ayudar, pero solo en algunos casos solventan esta soledad.

La situación no vislumbra amainar sino aumentar. Las iniciativas que buscan concienciar hacen su papel, pero la soledad debe combatirse desde lo público. No es tanto ayudar materialmente sino anímicamente. Hacen falta recursos, sin duda, para que desde el mundo de los servicios sociales se activen políticas de acompañamiento, de fomento de las relaciones, de compañerismo que nos alejen de la soledad y del refugio que nos proporcionan las redes sociales y las nuevas tecnologías que lejos de ayudar te sumergen en un agujero negro que nos ayuda a pasar el tiempo pero poco más.

En estas pasadas semanas hemos hablado, y mucho, de la salud mental. Hace unos pocos años, no tantos, era un tema tabú. Algo que no se verbalizaba. La soledad no deseada está en este escenario. Y para que se hable y se tome conciencia de algo que no se ve, el papel de lo público es necesario. Hasta que lo público no tome cartas en el asunto será visto como un tema residual.

Y créanme, se de lo que les hablo. Por eso, pido al alcalde Collboni, y al president Illa, un punto de reflexión sobre este tema porque la brecha social no es solo económica.